Nuestra sociedad se ha acostumbrado a priorizar en materia de salud las enfermedades no solo por su alarmante morbimortalidad, sino por su alta trascendencia internacional, como ha ocurrido con el Sida y la Covid-19, mientras enfermedades o patologías con no menor poder mortuorio son subestimadas. Entre estas últimas podríamos citar el dengue hemorrágico, que a nivel local habitualmente nos tiene acostumbrado a un alto contagio, siendo una de las enfermedades que caracterizan nuestro perfil patológico o sea nuestras enfermedades comunes. Sus mortíferos ataques solo lo podemos contactar en los hospitales, donde los médicos y el personal de apoyo libran todos los años una lucha titánica contra la enfermedad, evitando cifras mucho más elevada de mortalidad.
Lo ideal es que no llegue nadie al hospital aquejado de esta patología. Los pacientes arriban a estos centros en una buena parte de los casos con signos y síntomas avanzados, y en esa fase el pronóstico es muy delicado.
El paludismo que es transmitido por el mosquito Anopheles, tiene una sintomatología más fácil de advertir por la población común, que es la fiebre vespertina. En el dengue ante los síntomas de fiebre y malestar general la tendencia es pensar que se está frente a un proceso gripal, viene el descuido e irrumpen los síntomas y signos graves desde el ámbito hemorrágico. Obviamente, en no pocas ocasiones se trata de un dengue clásico que discurre como uno de esos procesos virales convencionales, pero lo ideal es acudir a la consulta médica en casos inicialmente sospechosos.
La transmisión o el contagio en el dengue clásico y el hemorrágico siempre será través del mosquito que pica a una persona afectada por el virus y se artilla con este germen para inocular o atacar a otros humanos. Se debe reiterar que el mosquito no produce el virus, sino que lo toma del humano infectado, para atacar a otros humanos.
Hay ciertas particularidades que es pertinente aclarar acudiendo a la historia de la medicina, en el área dominicana de la isla el mosquito que siempre ha convivido es el Anopheles común en toda la isla, se reproduce en aguas turbias o sucias, mientras el Aedes que se multiplica en aguas claras, antiguamente su circulación fue menor en esta parte de la isla.
El Aedes también es responsable de la transmisión de la fiebre amarilla, no tenía un historial de graves ataques en nuestro medio, por ejemplo la gran epidemia de fiebre amarilla que diezmó en la isla a las huestes franceses napoleónicas en 1803, su área de operatividad patógena fue en la colonia francesa hoy República de Haití, a este lado oriental de la isla no se extendió la epidemia.
Aquí nunca se observaron brotes mayores, en 1853 se produjo uno que fue muy limitado. En la anexión a España, desde Cuba (donde se presentaron múltiples epidemias de fiebre amarilla y Carlos Finlay logró demostrar que era el mosquito Aedes el culpable) llegaban soldados con la enfermedad en incubación y los síntomas se desarrollaban aquí, ante la escasa circulación del mosquito no era posible que se produjeran brotes significativos de la enfermedad. Contrario a lo que se ha señalado, durante la anexión no se registró ninguna epidemia de fiebre amarilla, sino el desarrollo de la enfermedad en tripulantes de barcos hispanos procedentes de Cuba. A partir de entonces no se observaron otros reportes de la patología. (En nuestro libro inédito Historia de la política de salud del Estado dominicano, ofrecemos mayores informaciones sobre el particular).
La circulación del Flavivurs responsable del Aedes aegypti estaba presente pero muy limitada, no con la amplitud del Anopheles responsable del paludismo o malaria, que siempre ha sido endémico en la isla. La malaria bajo relativo control, en gran medida por la acción del desaparecido Centro para la erradicación de la malaria.
En 1990, siendo presidente de la Regional del Distrito de la CMD (AMD), denunciamos que se habían detectado varios casos de dengue hemorrágico en el país y alertábamos a las autoridades sanitarias de la época, para desarrollar una amplia campaña de erradicación del mosquito Aedes en nuestro medio. La respuesta de las autoridades sanitarias de inmediato fue rechazar que el virus del dengue hemorrágico había llegado al país, no obstante pocos días después admitieron la verdad ante la proliferación de los casos de ciudadanos afectados.
En la ocasión se desperdició la oportunidad de iniciar una campaña masiva para erradicar o disminuir al máximo en el país el mosquito que transmite la enfermedad al picar a una persona afectada y llevar el virus a otra persona sana. Las estadísticas están ahí, varios miles de dominicanos, principalmente en edad infantil han perecido víctimas de esta cruel patología.
La solución ideal no es ir a fumigar en los lugares donde se presentan casos de dengue, la prioridad es eliminar todas las fuentes de aguas claras que sirven para la reproducción del mosquito, no solo es un procedimiento más efectivo, sino más económico que las fumigaciones. El mosquito tiene la tendencia de permanecer en el área donde se cría, pero los humanos que sin saberlo se convierten en portadores de la patología, “asintomáticos” pueden tener movilidad a otros sectores, donde les facilitan a los Aedes de esa zona artillarse con el virus para atacar.
Las autoridades sanitarias con una discreta campaña de publicidad anuncian que asisten y asistirán a las localidades donde hay dengue para descacharrizar. Lo primero es que ese vocablo no es común en la generalidad de nosotros las gentes de los barrios y campos, muchos entienden la palabra cacharro como algo viejo, pero cuando se le agrega el prefijo «des», es muy difícil comprender el mensaje, es un lenguaje técnico, no adecuado para el pueblo común. Se debe hablar con un lenguaje claro: no guardar agua sin tapar en las viviendas, ni permitir que se formen charcos o depósitos de aguas en calles, aceras, patios, campos, latas sin tapar, vasos desechables, etc.
No estamos ante un brote localizado de dengue hemorrágico, sino ante una franca epidemia, cuyos focos se han ubicado en una buena parte de la geografía nacional.
Ante la agresión de la Covid-19 de modo correcto el país fue prácticamente cerrado durante dos años, ya que el vector o trasmisor de la enfermedad somos los propios humanos. En este caso la situación es más manejable porque el trasmisor es un mosquito y lo podemos eliminar, estamos en el deber de controlar de manera definitiva su vigencia en nuestra sociedad.
Se impone una campaña nacional para la erradicación o control del mosquito Aedes, que de paso se puede llevar al Anopheles. Otorgándole la importancia que tiene el caso, anunciando la campaña nacional, con la colaboración de los estudiantes de educación básica y universitaria a nivel nacional, y autoridades civiles y militares y el Colegio Médico y los ayuntamientos, escogiendo en un mes por los menos dos días diferentes para las visitas simultánea de todos los hogares con el propósito de orientar sobre las medidas restrictivas en torno a la acumulación de agua, e incluso ejercer los criterios de policía sanitaria establecido por ley.
Esta campaña además de destruir y controlar todo lo que se preste a ser hábitat de los mosquitos, debe llevar la orientación clara a la población que estamos en una guerra campal contra un enemigo que ha convivido impune y alegremente con nosotros, es responsabilidad de todos involucrarnos en esta lucha. Establecer bien claro que se ha declarado la guerra a un peligroso traficante de veneno contra los humanos como lo es el mosquito Aedes Aegypti, trasmisor o sea que “pega” la mortífera enfermedad conocida como Dengue hemorrágico.