El 7 de julio de 1937 una comisión dirigida por Lord Peel propuso la división del territorio de Palestina en partes. La faja costera, Galilea y el valle de Jezrael debían formar un estado judío. Las colinas de Judea, el Neguev y Efraím  constituirían el Estado árabe. Los británicos tendrían el mandato del enclave de Jerusalén a Jaffa, pasando por Lydd y Ramallah.

Desde 1891 los árabes se habían opuesto a la recepción de inmigrantes judíos y le habían comunicado su rechazo a los turcos. Con la primera guerra mundial y la participación de los judíos contra los otomanos y el posterior mandato de los británicos en Palestina y la declaración de Balfour (de 1917) que hacía legítima la presencia judía junto con la frustración de no haberles permitido crear un Gran estado Árabe y la Gran Siria- como ellos esperaban-, pusieron a los árabes abiertamente contra los británicos.

A partir de 1920 los árabes se habían sublevado. Todas esas presiones condujeron -como ya se ha expuesto- a que se creara la figura del muftí de Jerusalem. La insurrección sangrienta de 1929 produjo una clara división entre la comunidad árabe y la judía. Los árabes no sólo rechazaban una partición del territorio entre árabes y judíos sino que hicieron otro levantamiento en 1936 que duró 165 días y cuyo liderazgo correspondió al muftí Hadj-Amin Al-Husseini.

En 1938 en la conferencia panárabe celebrada en El Cairo adoptaron la resolución de que los estados y comunidades árabes se opondrían a que se constituyera un estado judío. Los británicos dado que los árabes se negaron a negociar con los judíos en la Conferencia Tripartita de Londres de 1939, de manera discreta enterraron la declaración de Balfour  junto a la propuesta de la comisión de Lord Peel.

Los judíos, para defenderse de la ira árabe, crearon una estructura que denominaron “torre y empalizada” que consistía en construir poblados en zonas geográficas estratégicas donde se hacían cultivos y se establecían talleres artesanales para impedir que hubiera penetración árabe y que constituían un continuum de poblados que hacían las veces de una línea de demarcación “fronteriza” entre territorio de población árabe y judía. (Vid. Le judaisme, 1992, Belgica, Marabout).

Una idea interesante a tener en consideración  en aquellos lugares donde existe una inmigración masiva, continúa y no autorizada y que,  no se puede frenar únicamente con una muralla, sino haciendo a todo lo largo de la fronteras zonas habitadas por población civil con pequeños destacamentos militares de “guarda fronteras”, con escuelas y servicios médicos básicos, con una activa vida económica y que permitan “nacionalizar” la frontera, impedir la penetración de inmigración no autorizada y fortalecer la soberanía estatal y la idea de patria en lo cultural, simbólico y poblacional..

Los británicos ante las insurrecciones y asesinato de británicos, enfrentaron a los árabes militarmente y a la vez pusieron sucesivas restricciones a la inmigración judía. Esto condujo a que cuando el nazismo impuso la eliminación total de los judíos mediante el holocausto, muchos líderes judíos culparan a Gran Bretaña de haber permitido indirectamente esos acontecimientos al haber impedido que los judíos perseguidos en Europa se establecieran en Palestina.

Pero volviendo años atrás, todos los acontecimientos sucedidos en Palestina provocaron tensiones en el movimiento sionista, que estaba internamente dividido entre los socialistas, los revisionistas de Jabotinsky y los sionistas religiosos (agrupados en el Mizrahi). También hubo una división en el Haganah (la milicia judía), ya que los revisionistas, los religiosos del Mizrahi y otros sionistas de derechas se unieron para formar otro grupo militar que se denominó el Irgún.

Esa división  agudizó las tensiones entre los socialistas sionistas y los revisionistas, que acusaban a los de izquierda de ser cómplices de los británicos. Y éstos decían de sus rivales que eran “fascistas”. Ya hemos señalado que Ben Gurión, líder de los socialistas, tachó a Jabotinsky de que ser un “Vladimir Hitler”. La situación se agravó cuando un dirigente de la Agencia Judía y miembro del grupo socialista fue asesinado en el puerto de Tel Aviv.

El asesinato de Chaim Arlosoroff se atribuyó a los revisionistas más extremistas Stavski y Rosenblatt, que fueron detenidos y acusados de esa muerte. Para los socialistas sionistas los revisionistas estaban dispuestos a asesinar a judíos por discrepar de sus ideas. Mientras el fanatismo de los partidos se acentuaba, muchos otros judíos, algunos sobresalientes como Einstein, se manifestaron pidiendo un acuerdo entre judíos y árabes, la convivencia en paz con los árabes.

Pero Vladimir Jabotinsky no se hacía ilusiones, veía que el sentimiento nacional árabe era tan fuerte como el de los judíos y que era imposible ponerse de acuerdo. Y lo sentenciaba con el argumento de que cada nación ve su tierra como su hogar nacional y es en ese lugar donde quiere permanecer y ser el “único dueño”, nadie quiere ver su tierra nacional compartida con otra nación, con grandes diferencias culturales y de costumbres.

Decía Jabotinsky: “Esa nación jamás consentirá de buena gana nuevos propietarios o incluso la asociación. Cada nación autóctona combatirá contra los colonos, mientras tenga la esperanza de eliminarlos. Así se comportan, y así se comportarán los árabes de Palestina, mientras haya en sus corazones la chispa de una esperanza, en el sentido de que pueden impedir la transformación de Palestina en Eretz Israel {Tierra de Israel} (V.Jabotinsky,On the iron wall, 1923, cit. Por P. Johnson, ob.cit.)

Concluía afirmando que únicamente un “muro de hierro formado por bayonetas judías podía obligar a los árabes a aceptar lo inevitable”. Es decir, la creación de un Estado judío en Palestina.