La persona que padece un trastorno mental y que deambula por las calles sufre una situación de continua violencia e irrespeto a sus derechos, que se suman a su ya muy difícil posición de estar en el mundo.
Un segmento importante de la sociedad apenas logra diferenciar a un mendigo sin hogar de una persona con un trastorno mental que tampoco tiene donde vivir. No obstante, el indigente sabe reconocer muy bien a aquel que tiene un problema mental hasta el punto de no aceptarlo como par, de no admitirlo en su misma escala social. (1)
El mendigo al menos sabe pedir limosna; el trastornado mental en situación de calle no, ni siquiera es capaz de realizar esa acción de supervivencia ya que su juicio no tiene contacto con realidad tangible alguna.
Queda claro que no solo su indefensión se sitúa en un extremo impracticable en relación con cualquier otro ser humano, sino que está, penosamente, al final de toda jerarquía social. Es la expresión máxima del desprecio a un semejante, lo que como emoción negativa nos aleja de la compasión.
La repulsión que provoca un enajenado nos vuelve hostiles contra él y nos hace perder todo sentido de solidaridad. El estigma, como barrera invisible, nos provoca miedo, rechazo y desconfianza. Estos prejuicios nos lleva a estereotiparlos como impredecibles, violentos o agresivos. Se llega así al distanciamiento social y a la marginación. Este patrón se asienta en una parte de realidad que se exagera y tergiversa hasta formar una creencia que produce esa distancia social que se agrava porque al no tener conciencia de enfermedad no tiene a donde ir a pedir ayuda ni a donde plantear su queja.
Se presenta una gran paradoja de la que muchos no somos conscientes: desde que los visibilizamos nuestra hostilidad aflora y los vemos como amenaza cuando todos nosotros, como hizo el obispo Jesús Castro Marte, debemos clamar por su atención y reinserción.
El fenómeno social de enfermos mentales que deambulan es un fenómeno complejo que tiene que ver con situaciones de desarraigo familiar, pobreza severa, escasos o nulos recursos asistenciales a la salud y su posterior integración. Es probable que haya llegado a deambular porque sus continuas crisis de psicosis no fueron atendidas con los servicios médicos y medicamentos que exige tal trastorno; o que la familia, drenada en lo emocional y en lo económico, lo abandonara sin conmiseración al desarraigo de su propia suerte.
¿Partimos de cero en nuestro país para hacerle frente al clamor de monseñor Castro Marte? No partimos de cero. En el mes de octubre de 2016 el Ministerio de Salud dio inicio al “Programa para la protección de las personas con enfermedad mental crónica en condición de deambulantes”, cuyo objetivo era garantizar la protección de los derechos de las personas con enfermedad mental crónica en tal situación por medio de la accesibilidad a los servicios de salud, al tratamiento y la rehabilitación psicosocial, logrando la reinserción social, familiar y laboral. (2)
Este programa se estructuró en base a los aportes logrados en una mesa de trabajo en donde participaron múltiples actores que de una u otra forma tienen implicación directa en este fenómeno social y humano, a saber: los responsables de los servicios de salud del Estado, el Ministerio de Turismo, la Politur, ONGs, personas que deambularon, Programa de asistencia 911, algunas Embajadas, el Centro de Rehabilitación Psicosocial, las Direcciones Provinciales y de Areas de Salud, RESIDE, entre otras. Se conformó el Clúster de Salud Mental para Grupos Vulnerables.
Se estableció un protocolo de actuación en donde se tenía que identificar a la persona-objetivo, brindar la atención integral al individuo identificado, fortalecer las estructuras de respuesta y establecer la ruta de referencia y contrarreferencia de las instituciones y establecimientos involucrados, así como implicar al primer nivel de atención para el seguimiento y la provisión de medicamentos. Dicho instrumento tiene 4 fases metodológicas de actuación:
1) Identificación y Priorización.
2) Traslado.
3) Atención Integral.
4) Reinserción Social, Familiar y Laboral.
Este novedoso programa se aplicó tanto en el Distrito Nacional como en la ciudad de Puerto Plata. Tenemos cifras de las intervenciones por año, desde el 2017 hasta el 2020, 642 en total, en donde 308 fueron femeninas y 113 masculinos. Aunque sabemos que todavía hoy, al menos en el Distrito, estas intervenciones se realizan, no conocemos los números desde 2021 a la fecha. Tampoco, a falta de datos oficiales suministrados, sabemos si las 4 fases descritas se cumplen.
Animamos a las autoridades competentes a fortalecer y dimensionar este programa pues en tal medida, se preservan los derechos de esta población, se disminuyen las desigualdades y la exclusión y nos acercamos a la idea de justicia que es, en esencia, lo útil, lo legítimamente rescatable, de la tortuosa historia de la humanidad.
1) Salazar, Juan. “En la piel de la locura”, primera edición, Editorial Buho. Distrito Nacional, 2018.
2) Ministerio de Salud Pública, Departamento de Salud Mental. Programa para la protección de las personas con enfermedad mental crónica en condición de deambulantes. Santo Domingo, 2016.