Durante el jubileo cherchoso de un popular programa vespertino, un panelista de treinta y tantos años, al mencionarse un veterano personaje de nuestra política, comentó solemnemente: “ese es un hombre muy serio y respetado en este país…”
El personaje motivo del comentario, “el serio,” carga sobre sus espaldas un quehacer público tenebroso y repudiable, bien conocido por los de mayor edad. Quedé decepcionado al comprobar el desconocimiento de los jóvenes sobre nuestra historia contemporánea. No sorprendido.
A los pocos días de oír aquello, publicaron una encuesta creíble donde se muestra a Leonel Fernández favorecido por un porcentaje mayor de jóvenes que de viejos. Esos resultados, atizaron mi pesimismo sobre el futuro dominicano, demostrándome que la gente joven vive y trabaja para disfrutar el “aquí y ahora”, desdeñando el pasado e indiferente al porvenir.
Sin tomar conciencia de ello, se encuentran manipulados por poderosas y variadas estrategias mercadológicas, dedicadas a crearles corrientes de opinión y de mercado que los arrastran irracionalmente. De ahí, que cualquier persona o producto que “reviente” las redes y avasalle los medios, es aceptado como “tendencia”, o como candidato, si de políticos se trata.
La opinión sobre el personaje “serio y respetado” y la simpatía de Leonel Fernández entre los votantes de menos edad, ponen los pelos de punta. Pero fue al leer los números de David Collado, colocándolo con una aceptación solo superado por el presidente de la república, cuando me vi obligado a detenerme y explicarme esos resultados.
Convencido de que Luis Abinader es el mandatario de mejor desempeño de las últimas décadas – aunque diste mucho de satisfacer las expectativas puestas en él – sus altos porcentajes de aceptación son comprensibles. No sucede así con los del actual ministro y antaño eficaz alcalde.
David Collado – perteneciente a la nueva generación de políticos – ejerce sus funciones con competencia y laboriosidad. Sin embargo, la gente ignora sus opiniones acerca de temas sociales: su ideología, leyes a cambiar o a proponer, propuestas para el desarrollo colectivo, etc.
Acompaña al presidente en sus periplos de interminables inauguraciones. Aparece en la prensa día sí y día no. Discurso va y discurso viene, pero sin manifestarse a favor o en contra de cambios institucionales, impunidad, o corrupción. Ni antes ni ahora ha denunciado a funcionario alguno – pasado o presente – ante la Procuraduría.
Eficazmente fomenta y promueve el turismo (empresa de cuyos beneficios el dominicano común apenas tiene vaga idea). Al parecer, no promueve la ideología de cambio de su jefe. Deja al presidente sin compañía en tareas institucionales para ocuparse de lo suyo. Sin embargo – y por eso escribo de él – a pesar de esa manifiesta ausencia de doctrina y contenido, tiene altas tasas de aceptación y aspira a la presidencia. ¿Misterio? En absoluto.
Si nos fijamos bien, solo tres políticos mantienen una abundante, sistemática, bien organizada y costosa exposición mediática: Luis Abinader, David Collado y Leonel Fernández (la del candidato morado está llenas de altibajos) Entonces, busquemos en la mercadología la explicación de esa acogida al ministro y al encanto juvenil que tiene el embaucador líder de la FUPU.
Entre la inmediatez y el embrujo de la propaganda, es posible revivir piratas y hacer de cualquier celebridad mediática un posible candidato. Y, naturalmente, reelegir a un presidente.
El más conocido beneficiario de diseños y tácticas publicitarias – aparte de los pantalones “jeans” rotos y desgarrados – ha sido Donald Trump. A pesar de sus tropelías y mentiras, mantiene un 35% de la población norteamericana engatusada. Pero es de observar que, contrario a David Collado, presenta cierto contenido programático y una retórica franca de extrema derecha.
Esos jóvenes, de los que hoy hablamos, ignorantes y displicentes, igual que las mayorías nuestras, formarán el mayor número de votantes en las próximas y futuras elecciones. Esa juventud es la más susceptible a manipulaciones mercadológicas y creadores de imagen.
Preocupémonos: esa generación tiene como respetables a viejos bandidos, gusta de expresidentes delincuentes, y acepta a políticos de ideas desconocidas.