Cuando termine el jolgorio navideño 2023 volverá el mar de encuestas de opinión electoral de cara a las elecciones municipales de febrero y las congresuales y presidenciales de mayo y junio. La mayoría de las encuestadoras se ha acreditado ante la Junta Central Electoral para justificar sus investigaciones frente al electorado.
Eso, sin embargo, en modo alguno representa en sí un sello de garantía de calidad de los resultados. La integridad y la profesionalidad son vitales, y no todo el mundo posee y mantiene esas prendas, aunque las pregone en medios de comunicación.
Por tanto, corresponde a los periodistas, como mediadores sociales, dudar y escrutar cada estudio de opinión para servir la verdad a través de las informaciones y comentarios que emita, sin importar marcas ni deseos particulares. Y ello requiere pericia técnica y apego a la ética.
Limitarse a calificar como fiable un sondeo sólo porque en el pasado la encuestadora ha acertado, o descalificar otro porque proviene de un actor desconocido, representa un facilismo inaceptable en un periodista.
Mirada tan ligera sólo es entendible desde la ignorancia sobre tal método, o desde un propagandista disfrazado de periodista. Comoquiera es reprochable, un crimen. Con esta acción, el periodista se niega a sí mismo porque incumple su rol al sustraer a la sociedad el derecho a estar informada con veracidad y a tiempo. La conocida y la nueva pueden fallar, sin querer queriendo, o por fallas inadvertidas.
El periodismo debe cumplir su rol en la coyuntura electoral. Y ello pasa por la apropiación de las técnicas para descomponer y analizar con rigor científico cada encuesta que salga al mercado. Es saludable que, de entrada, se dude para identificar mentiras y abrir paso a la verdad.
La publicación de toda encuesta debe contener la ficha técnica completa. Aspectos fundamentales: empresa patrocinadora, empresa realizadora, fecha de realización, cuestionario aplicado, universo, muestra, tipo de muestreo, distribución de la muestra, margen de error, valor de p y q, intervalo de confianza, porcentaje de indecisos.
La falta de uno de los elementos citados debería activar seguido la alarma en el analista.
Por ejemplo, el ocultamiento del patrocinador y el realizador hace pensar en vínculos políticos. La estructuración de las preguntas del cuestionario puede orientar las respuestas de los entrevistados. La fecha de ejecución es importante porque si se aplica en una coyuntura signada por ataques mediáticos contra un candidato, quizás afecte el criterio de los entrevistados. El universo y la muestra que declara el investigador deberían corresponderse con la verdad, pero no siempre es así. Igual con la distribución de la muestra, el margen de error y el intervalo de confianza.
Por razones de responsabilidad social, los periodistas deberían sentirse obligados a apelar a la Estadística para determinar si la muestra declarada ha sido realmente representativa y estratificada y si se aplicó en el terreno; si se trabajó con el margen de error declarado, o si el estudio en el fondo oculta un margen alto que no le merece credibilidad porque no refleja la realidad; si el intervalo de confianza es de 85% en vez de 95%; si la distribución de la muestra se hizo con rigor científico; si el porcentaje de indecisos ha sido prorrateado conforme las normas.
Para fines de relatos, es muy importante observar cada gráfico, porque también con ellos se miente (tamaño, colores, datos). Hay incontables maneras de “mentir con estadísticas”. Con la manipulación de las imágenes, usted puede monumentalizar o achatar, si usted es un político enmascarado de “comunicador”.
Y, en cuanto a porcentajes atribuidos a candidatos, lo periodísticamente correcto es ponderarlos con el margen de error. Por ejemplo, si el candidato C registra 40% y el margen de error es +/-3%, obtendría entre el 37 y el 43% de los votos válidos, si las elecciones fuesen en ese momento.
Un detalle final, todas las encuestas de opinión electoral son diferentes, aunque todas sean científicas. Así que no confundamos peras con manzanas. Quizá no indigeste, pero no es científico.
Una serie de estudios hecha por una misma firma podría marcar tendencia y tener altas probabilidades de acertar en los resultados finales del proceso electoral. Cierto. Pero siempre que no sea una chapucería de cuarto frío, ni se produzcan situaciones eventuales que cambien los estados de opinión, tanto que definan actitudes en contra en las urnas.