Soy un jesuita italiano, y vivo en República Dominicana desde hace un año y medio. La mayor parte del tiempo lo he pasado en Dajabón, cerca de los migrantes haitianos.

Quiero dejar un mensaje claro que pueda ayudar a ver la realidad de los migrantes haitianos con una mirada diferente, una mirada cristiana.

Primero quiero agradecer a República Dominicana por cómo me ha acogido. Estoy conociendo aquí a mucha gente amable, gentil y acogedora. Varios aspectos y valores de esta cultura me han llenado de alegría y me están dando mucho entusiasmo. Además, quiero llevar estos valores a mi país.

Solo no me han gustado las acciones de maltrato bastante generalizado contra los migrantes haitianos.

Participo en algunas iniciativas de ayuda en la frontera, para dominicanos y haitianos pobres y necesitados. Ayudo a todos sin diferencia alguna. He visto cómo se producen las inhumanas deportaciones masivas y estoy en contacto con varios líderes haitianos, personas exquisitas y honestas, que me informan continuamente de abusos y violencia por parte de soldados dominicanos que entran en sus casas a cualquier hora del día o de la noche expresando violencia contra ellos.

Por eso estudié un poco de historia de esta isla leyendo algunos libros y estudiando los derechos humanos, a propósito de los migrantes. Descubrí que la mayoría de las cosas inherentes a las deportaciones se hacen en contra de las mismas leyes dominicanas de migración. Lo que pienso es que si hay que hacer una deportación para poner orden migratorio, hay que hacerla con humanidad y sin faltar a los derechos humanos de los migrantes.

Hay unas heridas históricas entre las dos naciones que no están resueltas. Esas heridas y resentimientos no ayudan a ver las cosas con claridad y sin prejuicio, sobre todo confrontando dos culturas muy diferentes. Tengo la impresión de que muchas veces se juzga a los migrantes haitianos en un nivel muy superficial, hablando con palabras vacías y sin conocer sus historias.

AME2110. DAJABÓN (REPÚBLICA DOMINICANA), 29/11/2024.- Un militar dominicano controla el acceso de ciudadanos haitianos, este viernes en Dajabón (República Dominicana). Los lunes y los viernes, cuando oficialmente funciona el mercado binacional de Dajabón (noroeste de República Dominicana), miles de haitianos se agolpan en la frontera para cruzar al vecino país y abastecerse de artículos que escasean en su territorio y también para vender sus productos. EFE/ Orlando Barría

Aún no se ha comprendido profundamente al hermano migrante haitiano en una dimensión humana y espiritual. Dijo Leo Tolstoj, pensador cristiano de inmensa sabiduría: "Si no sientes amor por los hombres, quédate tranquilo, ocúpate de ti mismo, de otros objetos, de lo que quieras… menos que de los hombres. No es posible comprenderlos sin prejuicio – y con provecho – si uno no ama." Me gustaría que esta frase fuera escuchada, meditada y puesta en práctica en la frontera dominico-haitiana y en el mundo entero.

Empecemos por tanto a desmontar las rivalidades hechas de muros y en su lugar comencemos a construir puentes, como nos sugiere el Papa Francisco. Él varias veces nos habló de ese tema. Una vez nos dijo: "Una persona que piensa solo en hacer muros no es cristiana" ¿Estamos escuchando al Papa Francisco? ¿Estamos construyendo muros o puentes en la frontera? ¿Somos cristianos en nuestras acciones o sólo con nuestras palabras?

No olvidemos que José, María y el mismo Jesús fueron migrantes. Experimentaron el rechazo y tuvieron que refugiarse en una cueva. ¿Qué hemos aprendido de la historia de la salvación de Jesús de Nazareth? ¿Y de los Evangelios?

He trabajado durante años en Europa con migrantes africanos y creo que a menudo ignoramos sus historias dramáticas, clave para la comprensión y el amor. Para mí, los migrantes africanos han sido una bendición que me ha abierto las puertas de mi vocación cristiana en mi corazón.

Me han hecho pasar de no creyente a creyente cristiano. Me han ayudado a cambiar mi perspectiva. Me han ayudado a descentrarme de mi mismo. En ese modo he encontrado a Dios. Saliendo de mis comodidades, prejuicios, miedos del diferente. Siguiendo poco a poco esta dirección, Dios me ha recompensado, haciéndome sentir humano y dándome mucha paz.

Si realmente te encuentras con los pobres, te revelan quién eres, te llevan al centro de ti mismo y te "obligan" a tomar posición, a dar respuestas, a cambiar tu visión de ti mismo y del mundo. Es hermoso. Es en ese espacio libre que el Señor toma tu vida y la orienta a lo mejor.

No debemos olvidar entonces que el migrante muchas veces es un mensajero de un contenido profundo que nos incomoda. Justo dentro de este mensaje, si se sabe escuchar, podemos encontrar a Jesucristo, presente en cada persona humana.

Muchas veces Dios se nos presenta así, pero nosotros no somos capaces de desacomodarnos para acogerlo. Claro que si hay migrantes que salen del propio país con el objetivo de hacer el mal, vandalizar y no comportarse bien, entonces claro que hay que sancionarlos con medidas migratorias adecuadas.

Reflexionamos entonces, hermanos, para no ser malos. Como dice Fabrizio De Andrè, gran compositor y poeta italiano en su "canción del mes de mayo": "Aunque ustedes se creen absueltos, están involucrados en el mismo mal".

Busquemos, por tanto, una mirada más cercana a la lógica divina que nos humaniza y no a la que pone a menudo las pasiones y el dinero en primer lugar, por encima de las personas, muy especialmente por encima de los migrantes haitianos.

Hermanos, abran sus oídos, esto es lo que está sucediendo en esta frontera y en varios lugares del mundo: el hombre está poniendo en primer lugar sus intereses efímeros y frívolos y se olvida del mensaje de Dios.

Se está realizando, además, lo que expresaba Hannah Arendt, una de las filósofas más influyentes del siglo XX, con el mensaje de la "banalidad del mal", es decir que a menudo el mal nace bajo órdenes frías que vienen de arriba y que los funcionarios ejecutan con banalidades, es decir, sin reflexionar a fondo si estas órdenes pertenecen a Dios o al mal. Muchas veces el mal se presenta sin aparecer como tal. Reflexionamos a fondo entonces, hermanos, para que se cumpla la paz.

Jesús, y también el Papa Francisco, nos hablan muchas veces de la compasión, otro sentimiento fundamental para comprender a los demás y amarlos. Sin la compasión es imposible ser hombres y mujeres cristianos.

Jesús mismo experimentó muchas veces en su vida la compasión para entender y amar a los demás. ¡No nos olvidemos de eso con los migrantes! Que sean haitianos o lo que sean. Son hijos de Dios.

No caigamos en la trampa sutil y muy difusa que nos proponen los gobiernos de anteponer el dinero y nuestros intereses al seguimiento de Jesús. La lógica de Dios va en contra de la corriente: y ahí está el verdadero gusto por la vida…

Vamos contra  todas estas ideas miserables que nos quieren imponer desde arriba. Por ejemplo: consumismo, individualismo, rechazo de los migrantes, explotación minera…etc…: ¡nos quieren esclavos para controlarnos!

Entonces, ¿quieres ser esclavo o seguir la lógica de Dios y ser abierto, amoroso, solidario y compasivo hacia los migrantes haitianos?