Hace varios meses, escribí un artículo tratando de indagar sobre la opinión acostumbrada de que los jóvenes dominicanos no están participando en política, es decir en los conflictos de poder en las tomas de decisiones de los asuntos públicos. Y, sugería una distinción entre la política pública-estatal y la pública no estatal, para destacar que se ha producido una diferenciación en las formas de los jóvenes de participar en política (https://acento.com.do/opinion/juventud-y-politica-en-la-sociedad-dominicana).

En este artículo, nuestro interés es desarrollar la idea que las formas de relación de los jóvenes con la política, están mediatizadas con los cambios del sistema político en una coyuntura. Que existe una relación de mutua influencia entre los cambios del sistema político y, la toma de conciencia, imaginarios, subjetividades, socialización y práctica política de los jóvenes en un contexto espacio-temporal determinado.

Partimos del supuesto que, las prácticas y disposiciones políticas de los grupos e individuos: trabajadores, mujeres, jóvenes, intelectuales, no se pueden objetivar, ni tampoco naturalizar, sino que están relacionada con los niveles de conflictividad política y la capacidad de acción, de organización y comunicación de los actores en una coyuntura social determinada.

Los ejemplos sobran, me limito a recordar la participación de los jóvenes en la plaza de la bandera después de la crisis electoral y, actualmente, las protestas en Francia, como respuesta a la brutalidad policial y, las faltas de garantías ciudadanas para las minorías étnicas francesas.

En ese sentido, nuestra intención, como diría Pierre Bourdieu, es interpretar los habitus, las disposiciones y trayectoria política de los jóvenes, en el marco de las transformaciones del campo político, en un tiempo y espacio social determinado.

En este caso, nos valemos de la metáfora del eterno retorno: del encanto y, desencanto de la política, para proponer algunas notas sobre las formas de relación de los jóvenes con la política después de los años sesenta y la transición a la democracia neoliberal.

Con el fin de la dictadura de Trujillo en 1961, se produjo el primer intento por democratizar la sociedad dominicana. En el sistema de partidos, se reestablece el multipartidismo con tres grandes bloques de partidos: conservadores, liberales y de izquierda socialista y, se organizan las primeras elecciones democráticas en 1963.

En la sociedad civil y los movimientos sociales se abrió una época, caracterizada por el auge de las luchas por la libertad y, la ampliación de las libertades públicas. En septiembre del mismo año se organizó el “Frente Obrero Unido Pro Sindicatos Autónomos” (FOUPSA). En 1963, se funda la primera organización democrática de mujeres: Federación de Mujeres Dominicanas (FMD). Se producen las grandes movilizaciones estudiantiles en contra de los remantes del trujillismo y la autonomía universitaria de la UASD (https://acento.com.do/cultura/notas-para-la-historia-del-movimiento-obrero-y-sindical-de-la-republica-dominicana-1878-1978).

En términos ideológico-intelectuales, era un período caracterizado por la influencia del socialismo, la revolución cubana y el marxismo.

En ese sentido, la generación posterior a la era de Trujillo, pasando por la guerra de abril y los doces años de Joaquín Balaguer, construyó su cultura política: trayectoria, subjetividades, experiencias y compromisos políticos, influenciada a nivel nacional, por las luchas por la democracia, por la ampliación de los derechos civiles y la igualdad social y, a nivel internacional, por los grandes conflictos de la guerra fría, el influjo de la revolución cubana, el antiimperialismo norteamericano, las certezas de las ideologías políticas y, el auge de la izquierda latinoamericana.

Durante el período de 1960-90, se produjo un encantamiento político de la juventud dominicana, pues el sistema político tenía la capacidad de regular e intervenir la economía, la producción cultural de la música, el arte, la literatura. Las grandes ideologías políticas tenían la capacidad de organizar las luchas de los trabajadores, de los movimientos sociales y la ciudadanía. La política, tenía la capacidad de producir sentido a las utopías redentoras e integrar a los individuos a las luchas por una mejor sociedad.

Sin embargo, a partir de la década del noventa hasta la actualidad, el sistema político dominicano se ha vaciado de sentido utópico, normativo y, se ha producido un desencantamiento moral de la política.

Con la globalización de los mercados, el sistema político ha reducido su capacidad de controlar y regular las desigualdades sociales que produce el mercado. Se ha deteriorado la función social del Estado de garantizar la seguridad, el bienestar y protección de los ciudadanos. Los partidos, por decir los menos, han perdido su legitimidad, credibilidad, producto del corporativismo, clientelismo y la corrupción.

Con el desarrollo de los medios de comunicación, las redes sociales, las industrias culturales, los valores políticos de la libertad, la igualdad y, la solidaridad ha perdido su capacidad de influir en la producción cultural del arte, la música, la literatura y el consumo cultural de la juventud dominicana.

La generación de los sesenta, fue producto de las luchas por la democracia, por la ampliación de las libertades públicas, la radicalización de la guerra de abril, el auge del antiimperialismo, las ideologías de redención política, los clubes en los barrios populares y, la era de la música de protestas, del boom literario y el compromiso social.

Mientras que, la nueva generación que surge a partir de los noventa, es hija del desencantamiento de la política, de la incapacidad de la política de regular el mercado y la cultura, de la falta de solidaridad del Estado neoliberal, del clientelismo de los partidos, del auge de las drogas en los barrios populares, del dembow, reguetón. Del derrumbe del muro de Berlín, el fin de la guerra fría y las pérdidas de sentido utópico, normativo, de las grandes ideologías políticas.

En esta transición del sistema político, la política de partidos se ha desencantado: de un discurso orientado a la construcción de los ideales de la libertad, igualdad, justicia social y respecto a la diversidad, se ha convertido en una techne, una práctica, una tecnología administrativa, asociada, entre otras cosas, a la eficientización de la administración pública.

Entonces, no es de extrañar que los jóvenes, como cualquier otro grupo o estrato social, hayan cambiado las formas de relacionarse con la política. Los jóvenes, al igual que los trabajadores, las clases media, las mujeres, las minorías étnicas, los intelectuales, no tienen una naturaleza política: revolucionaria o conservadora, sino que participan de toda una red, un entramado político: estructural y cultural que mediatiza e influye en sus trayectorias, experiencias y las formas de relacionarse con la política.