Casi desde el mismo inicio de la crisis bélica en Ucrania, que tuvo su génesis desde 2014, no desde el 24 de febrero de este año, ha comenzado a surgir el fantasma del hongo nuclear sobre el mundo. La de Ucrania, que podría haberse visto como la guerra imposible, de pronto se convirtió en la guerra inevitable.

Diseñada por los tanques de pensamiento y estrategas de la Rand Corporation, Research and development, desde cerca de cuatro años antes de estallar, o que la pusieran en ejecución como cierre de la epidemia, editada en pandemia por la Organización Mundial de la Salud, OMS, de inicios de 2020, se ha convertido en la guerra de desinformación más grande y, por vía de consecuencia, en la primera guerra de la posverdad, siendo como siempre la verdad, su primera víctima.

Es una guerra híbrida, que se debe pelear en diversos frentes, donde al parecer lo que menos cuenta es el número de muertos, sean soldados regulares, de los casi 35 países envueltos, toda la corporación guerrera internacional de la  OTAN, utilizada como guante agresor por los Estados Unidos, país que paga mas del 70 por ciento de los 400,000 millones de dólares al año que cuesta la Organización del Tratado del Atlántico Norte, dirigida, no por un militar de carrera, graduado de Estado Mayor, sino por un político graduado en economía, de Noruega, Jens Stoltenberg.

Un dato fundamental, aparte del bloqueo a RT y Sputnik, dos de las principales cadenas noticiosas de la Federación Rusa, que no pueden verse en Europa y en muchos otros países, es el hecho sorprendente de que, en nuestra opinión, la guerra con Rusia no es por tierra, pero si por territorio. Esto se explica porque Rusia es el país más grande del mundo, ubicado en la más extensa masa continental, Eurasia, con más de 17 millones de kilómetros cuadrados de superficie y 11 husos horarios, aun así, necesita territorios de importancia estratégica, fundamentales para Rusia, y su necesidad de salida a mares cálidos.

Nunca, ni acaso durante la crisis de los misiles de octubre de 1962, durante la guerra fría entre John Fitzgerald Kennedy y el Premier soviético, Nikita Krushov, el mundo había estado tan cerca de un terrible holocausto nuclear.

Otro aspecto desconcertante, entre otros no menos pavorosos, es que Europa, la Unión Europea, aun con el brexit británico, está siendo destruida y ven, desgarrada su institucionalidad, donde Alemania, que por tantos años fue el motor económico de Europa, ahora está en default, en quiebra, sin poder comprar, como los demás países europeos tampoco, el gas ruso de la estatal Gazprom, ante la apertura de la guerra y la posterior voladura, en un acto de terrorismo de Estado, del gasoducto Nordstream II, amenaza cumplida por boca del presidente Joe Biden.

Llama la atención la ceguera de las partes en conflicto y la cooperación internacional de apoyo a Ucrania por varios países, que han comprado armamento por supuesto a Estados Unidos, para enviarlos a Ucrania, en una especie de guerra miseria o telemaratón para la muerte.

Al cumplir ocho meses del inicio de la escalada que ha convertido a los países de Europa en euro peones de los Estados Unidos, resurge y se reafirma el fantasma de la guerra nuclear y bacteriológica, tomando en cuenta de que en Ucrania, que declaró su independencia el 14 de agosto de 1991, sin embargo es la madre de Rusia, porque Kiev es la primera ciudad rusa, desde el año 862, tiene la mayor planta nuclear de Europa,  en Zadorija además tiene 30 laboratorios de biotecnología y armas químicas, propiedad de Estados Unidos, o en los que Ucrania es copropietaria.

La Federación rusa ha denunciado los alegados o posibles aprestos de Ucrania para detonar una bomba nuclear sucia, es decir hecha artesanalmente, aun con los riesgos muy altos para quienes la manipulen por la alta exposición a la reactividad, mientras que Ucrania ha acusado a Rusia, de aparte de dejar el país a oscuras, su intención de bombardear plantas nucleares con la intención de aniquilar a Ucrania.

Nunca, ni acaso durante la crisis de los misiles de octubre de 1962, durante la guerra fría entre John Fitzgerald Kennedy y el Premier soviético, Nikita Krushov, el mundo había estado tan cerca de un terrible holocausto nuclear. Solo falta ver quien ha de disparar primero y quien podría sobrevivir. La doctrina estadounidense designa como MAD, loco en inglés, tal escenario, o Mass Assurement Destruction, aunque consideramos personalmente, que tal situación explosiva no se producirá, porque los dueños del mundo, no querrán destruir el planeta que, a decir verdad, les pertenece y quieren gobernar con la Agenda 2030, del Foro de Davos.