Antiguamente, nos referíamos a esta como arterioesclerosis o demencia vascular, pero desde hace más de un cuarto de siglo, desde la década de los 90, que fue bautizada como “la década del cerebro”, asumió una denominación, demencia, que perdura hasta el día de hoy.

Demencia procede de la palabra latina Dementia, que significa “fuera de la mente”. En la comunidad científica existe una controversia en torno a si es una enfermedad o es un síndrome. Desde mi punto de vista, es un síndrome por la cantidad de signos y síntomas que presenta de forma tan compleja, lo que la convierte en un auténtico desafío para el diagnóstico médico.

Existen varios tipos de demencia, con manifestaciones clínicas muy diferentes, pero con un común denominador: la afectación de las estructuras cerebrales. La forma del cerebro se altera, se hace más pequeña, se atrofia, pierde elasticidad. Por esta razón, la demencia está vinculada a la edad avanzada, aunque en algunos casos, como es la demencia tipo Alzheimer, puede llegar a afectar a personas incluso menores de 40 años.

Lo primero que afecta la demencia son las capacidades como la memoria, la comprensión, la comunicación y el lenguaje, es decir, a las funciones ejecutivas superiores, que son las que nos permiten realizar actividades relacionadas con el pensamiento. Asimismo, el primer síntoma que evidencia la demencia es la afectación de la orientación, que se divide en tres esferas psíquicas: el tiempo, el lugar y la propia identidad. Otras capacidades afectadas son la toma de decisiones y el juicio crítico y también las limitaciones para realizar actividades básicas y tan cotidianas como el autocuidado, la planificación, la secuenciación  y la toma de decisiones.

Los síntomas no se presentan de manera lineal, sino que su evolución se divide en etapas. En la fase inicial de la demencia, la intensidad de los síntomas es leve, pero se va acentuando y de este modo la persona afectada puede perderse en su entorno, sufrir o provocar de manera involuntaria accidentes domésticos (como dejar el fuego encendido), olvidarse de cerrar la puerta de la casa o no reconocer a las personas con quienes convive. Asimismo, la manifestación clínica se acompaña de una afectación física, con la aparición de otras enfermedades como la hipertensión o las arritmias (alteraciones del ritmo cardiaco). En el deterioro cognitivo en su forma crónica en edad avanzada, la dificultad es la identificación del problema porque su intensidad es muy subclínica.

A fin de intentar retrasar la aparición de estas patologías, es imprescindible llevar unos hábitos de vida saludables, tener una dieta baja en grases animales y desarrollar actividad física y psíquica.