In Springfield, Massachusetts, people are eating dogs; they’re eating cats and they’re eating pets. (En Springfield, Massachusetts, gentes están comiendo  perros,  gatos y  mascotas).

En el contexto político actual, las campañas electorales suelen estar cargadas de promesas, discursos y estrategias diseñadas para captar la atención de los votantes. Sin embargo, a veces estas estrategias pueden ser sorprendentes o incluso controversiales. Un ejemplo reciente es la propaganda preparada por los asesores del candidato Republicano Donald Trump denominada “las gentes de Springfield, Massachusetts se están comiendo los perros, los gatos y las mascotas”, (“In Springfield, Massachusetts, people that of live There, they are eating the dogs; they’re eating the cats and they’re eating the pets, Donald Trump), la cual ha generado un intenso debate por su enfoque poco convencional y su potencial para polarizar a los electores.

La estrategia de “que en Springfield se comen perros, gatos y mascotas” toma su nombre de una frase que puede parecer desconcertante al principio; pero es un mensaje subliminal, cuyo significado va mucho más allá de su literalidad. Trump anteriormente se había referido de que los haitianos se comían los gatos.

Al utilizar este tipo de metáfora, los creadores de la campaña del magnate Republicano buscan llamar la atención sobre la desigualdad económica y la crisis alimentaria que afecta a muchas comunidades, quienes, en situaciones de extrema pobreza, se ven obligadas a buscar alternativas desesperadas para sobrevivir.

La frase pudiera ser vista como una crítica a las condiciones de precariedad, el alto grado de inflación que se refleja en la economía norteamericana y que afecta a las distintas comunidades, destacando la desconexión entre las élites políticas, económicas y las realidades de la gente común.

Al hablar de que las gentes de Springfield se comen los perros, los gatos y las mascotas, los asesores de Trump buscan provocar una reacción en el público, haciéndole ver la gravedad de las circunstancias y la urgencia de tomar medidas.

La elección de este tipo de metáfora ha dividido a la opinión pública. Algunos sectores han interpretado el mensaje como una denuncia legitima de las condiciones de vida en las que muchos ciudadanos se encuentran sumidos. Para estos grupos, la campaña expone una verdad incómoda; la pobreza extrema ha llegado a niveles alarmantes, y el sistema actual solo beneficia al 1% de la población; y parece no ofrecer soluciones adecuadas para la mayoría.

Desde esta perspectiva, la metáfora de que se están “comiendo los perros, los gatos y las mascotas” es una forma cruda, pero efectiva, de señalar la gravedad de la situación y movilizar a la ciudadanía a favor de un cambio político.

Sin embargo, otros han criticado la campaña por su tono sensacionalista y populista. Para estos críticos, el uso de una imagen tan gráfica y emocionalmente cargada como la de “comer perros, gatos y mascotas “trivializa la discusión sobre la pobreza y la crisis alimentaria. Argumentan que esta campaña explota el sufrimiento humano para obtener beneficios políticos, sin ofrecer propuestas concretas para abordar las problemáticas que señala.

En este sentido, la estrategia podría ser vista como una maniobra populista que prioriza la polémica sobre el contenido real de las soluciones. Mas allá de la provocación inicial, una campaña electoral debe estar respaldada por un conjunto de propuestas coherentes y viables que respalden las necesidades de la población. Hasta el momento la campaña de Donald Trump carece de una propuesta concreta, solo ha mostrado capacidad para atraer la atención, pero la efectividad de esta estrategia dependerá en gran medida de si logra transformar ese interés en un dialogo constructivo sobre las soluciones a los problemas sociales y económicos que denuncia.

Si bien aún no se observa hasta ahora cuáles son las propuestas políticas concretas detrás de esta campaña sobre perros, gatos y mascotas, el éxito a largo plazo de cualquier estrategia electoral depende de su capacidad para ofrecer respuestas creíbles a los problemas que enfrentan los votantes.

En este caso, será fundamental que los responsables de la campaña puedan articular soluciones en

áreas clave como la economía, el empleo, la seguridad alimentaria y la protección social.

La campaña de Donald Trump de que los habitantes de Springfield comen perros, gatos y mascotas es un ejemplo visible de como la política contemporánea utiliza la provocación y las metáforas importantes para capturar la atención del electorado. Si bien ha logrado poner el foco en problemas graves como la pobreza extrema y la desigualdad, queda por verse si esta estrategia podrá traducirse en propuestas concretas que realmente mejoren la vida de los ciudadanos.

En última instancia, las campañas que se basan en imágenes tan potentes corren el riesgo de quedarse en la superficialidad si no logran ofrecer soluciones reales a las problemáticas que denuncian.