En el mismo acto celebrado este 11 de febrero de 2021 en local de la gobernación en la capital de la provincia sudoestana fronteriza con Haití, tres importantes funcionarios del Gobierno han coincidido en recomendar a los pedernalenses construir colectivamente el poder local si quieren alcanzar el desarrollo entendido como bienestar general.

El ministro de Economía Planificación y Desarrollo, Miguel Ceara Hatton; el director ejecutivo del Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales, Carlos Peguero; y el director general de Alianzas Público Privadas, Sigmund Freund, han puntualizado que el desarrollo visto como mejoría de la calidad de vida de la gente es uno de los principales ejes de la propuesta electoral del presidente Luis Abinader.

En medio de tantas ansias por ver las promesas gubernamentales de desarrollo turístico aterrizadas en hechos, los discursos de los ejecutivos podrían parecer a muchos como simples cumplidos y hasta peroratas de seminarios.

Sin embargo, nada más oportuno que tales intervenciones discursivas. Sobre todo porque han sido pronunciadas en el contexto del relanzamiento del proyecto Promoción del Desarrollo Turístico de Pedernales, con apoyo de la agencia andaluza, y la firma de un acuerdo con alcaldes y presidentes de concejos de alcaldías para “colaboración interinstitucional para el desarrollo municipal”.

Pedernales es la séptima una provincia más grande del territorio nacional (poco más de 2 mil kilómetros cuadrados entre valles y montañas), con una población decreciente que por momentos se ha acercado a 50 mil habitantes (40, 215 en 2015).

Pero esta comunidad adolece de graves problemas de ordenamiento territorial y de un caciquismo politiquero que la ha arrinconado en el conformismo pese al deterioro creciente de su calidad de vida a causa de las precariedades en los servicios públicos básicos (agua, electricidad, educación, salud, viviendas).

Durante décadas hemos denunciado tales amenazas para el desarrollo. Y hemos sugerido la unidad de los residentes y los no residentes, sin importar militancia partidaria, para cada uno aportar lo que pueda y así zafarnos de esas cadenas malditas.

El pueblo ha de ser motor de cambio. Protagonista de los procesos que se articulen y ejecuten en su territorio. No ente pasivo en espera de un “mesías” que le resuelva la comida del día. Con el paso del tiempo, sin embargo, cada vez más personas se han orillado a ese fango, sin advertir el retroceso. Nada más humillante, indignante.

Ha tenido que ir el Gobierno a recordárselo. Les ha dicho: no tendrán sentido las grandes inversiones que se avecinan en el campo turístico, si no se empoderan; si no construyen poder local para defender sus intereses.

Y así es. El Gobierno es responsable de garantizar los servicios públicos. Proveerá al sector privado una porción de terrenos para infraestructuras turísticas, como los hoteles, acueductos, viviendas para empleados y el aeropuerto internacional. Y dice que venerará los dos parques nacionales, Jaragua y Baoruco, y demás áreas protegidas.

Pero eso es insuficiente. Faltará el complemento del poder local, la participación de la gente en la gestión de su bienestar. Los mismos representantes del presidente lo han advertido durante su visita a Pedernales y su municipio Oviedo. Le han puesto la tapa al pomo. Sin desperdicio.

Es importante que les tomemos la palabra para que luego no nos lamentemos de nuestra inercia.