Los tres días inmediatos después de los comicios presidenciales y congresuales, todas las redes sociales presentaron como tendencia mayoritaria las reacciones a los resultados que se iban anunciando. En conversaciones privadas y públicas se apreciaban sentimientos de desencanto. Más de una vez leí a comentaristas mencionando que tenían vergüenza nacional y que querían migrar.
No creo que me vuelva a mover permanentemente para ningún sitio, he vivido en varios puntos del planeta y llego a la conclusión que vivo bastante bien en mi burbuja de lectura, escritura y otros verbos. Además de mi familia y las vías de comunicación que nos permiten acceder a material que antes le tomaba meses llegar a las salas de cine o a las librerías, por solo mencionar los aspectos culturales, yo realmente disfruto mucho mi casa y hasta nuestra localización del Caribe que, como evidenció la trata de esclavos, es buena para estar en contacto con el resto del continente y con Europa, que son los lugares que social y culturalmente nos interpelan.
Antes de morir quiero visitar lo que los franceses llaman "África subsahariana", es decir, los lugares de origen de la cultura Yoruba. Eso y tal vez China o el Tibet. Pero vivir, vivir, vivir, así, a tiempo completo, creo que solo serían estadías de dos años en NYC y tal vez un sistema de medio tiempo con ciudades como Roma, Barcelona o Madrid. Así que conviene seguir contribuyendo a que las cosas se manejen bien aquí.
Con respecto a las elecciones, concuerdo con unos cuantos comentarios de decepción, sobre todo con respecto a la abstención que puede ser un estado larvario de construcción del descontento o, en el mejor de los casos, de falta de energías para la creación de un mundo mejor. Me dolieron lo que percibí como algunos votos de castigo mal utilizados y a título personal, me da mucha pena que una oferta tan decente, conocida y trabajadora como fue la de José Horacio Rodríguez no recabara más apoyo. Sí que creo que Opción Democrática es más abiertamente progre que el resto del país, pero creo que al igual que los otros catorce mil ciudadanos que votamos por él, estoy dispuesta a aceptar ideas más progres que las mías si vienen con real actitud democrática y con un proceso institucional de toma de decisiones, que ese partido ha puesto en evidencia.
En otras palabas me hace menos falta un legislador corrupto u oportunista que uno con quien no concuerde en cada una de las ideas. Y ahí estaría un segundo punto, creo que aquí somos más permisivos en las prácticas que en el verbo. Se convive con comportamientos claramente delictivos, pero no se acepta escuchar un discurso de tolerancia a las tres causales de la interrupción de embarazo, que no es lo mismo que una prescripción de esa alternativa.
Puedo citar ejemplos concretos: estudié la secundaria en un colegio más bien conservador y en una universidad más bien “progresista” (Intec, donde también estudiaron, entre otros, Luis Abinader, Jaime David Fernández y Francina Hungría).
Pável Isa Contreras, en ese entonces más conocido por ser hijo del dirigente de izquierdas Narciso Isa Conde que por los talentos en administración y economía que le valieron ser designado ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, fue a celebrar mi cumpleaños a casa. Como era época de mucha sociabilidad, también estaban vivos los lazos con los amigos del bachillerato y había una antigua compañera que no sabía dónde sentarse de estar tan cerca de “la revolución”. No valía que yo le dijera que él también era sobrino de Tony Isa Conde, desde hacía tiempo un representante del capitalismo, ella seguía nerviosa y no tomaba en cuenta que era completamente “seguro” compartir el espacio y hasta la conversación con personas con herencias diversas a las propias, sobre todo si esas personas daban ejemplo de decencia, apertura y elegancia.