La vida es un conjunto de acontecimientos que se acumulan a lo largo de los años. Todos los seres humanos vivimos momentos positivos y negativos, nadie sale ileso. Desde niño, he sido observador de los mayores. Mi abuela materna, mamá Gladys, que en paz descanse, fue profesora de primaria cuando vivía en Neyba, municipio de la provincia Bahoruco. Mi padre, Edis Fernando Mateo Vásquez, siguió sus pasos y posteriormente se convirtió en docente universitario. Mi madre, Yris Margarita Vásquez Medina, se formó como educadora escolar e impartió docencia durante varios años. Recuerdo acompañar a mi padre en Barahona, provincia donde nací, al Centro Universitario Regional Suroeste de la UASD (CURSO), y a mi madre, a las escuelas donde laboró.

También, tengo gratos recuerdos de mis primeros años de escolaridad en Barahona. Estudié en el Colegio Divina Pastora hasta el segundo grado de primaria antes de mudarme junto a mis padres y hermanos a Santo Domingo. Con el perdón de mis profesoras de entonces, a quien más recuerdo es a la maestra Miguelina. La razón primordial es la cercanía que aún existe entre mi familia y la suya, ya que una de sus hijas estudió con mi hermana Aura. De ella siempre llevo presente su dulzura y dedicación.

Asimismo, cuando llegamos a Santo Domingo, junto a mi hermana fui inscrito en el Colegio Nuestra Señora de Fátima, ubicado aún en la Carretera Mella. Allí pernoté hasta el quinto de primaria. Durante esos tres años aprendí mucho de la vida. Mis profesoras eran muy dedicadas y preocupadas. Se fomentó la cultura a través de múltiples actividades. La verdad es que recibí buena educación.

Posteriormente, fui cambiado al Colegio Domínico-Español, aún ubicado en la avenida México, próximo al Palacio Nacional. El nombre del centro educativo es porque la pareja de esposos dueños del mismo era de ambas nacionalidades: el señor dominicano y la esposa española. Solo duré un año, pero puedo decir que recibí buena enseñanza, porque lo que aprendí en gran parte, sirvió para un año después, es decir, ya en séptimo de primaria, ser admitido en el Colegio Don Bosco.

Por consiguiente, en este colegio me formé como adolescente. Allí aprendí los valores que hoy exhibo con orgullo. Puedo decir que no me pudo suceder cosa mejor que haber estudiado en un centro educativo de tanto peso para quienes hemos sido sus alumnos. De allí recuerdo a mis maestros: Víctor Reynoso, Isabelita, a Marino, al padre Manuel, al profesor de deportes, Papo, quien lamentablemente ya falleció; a la profesora de informática Amarilis, al muy apreciado profesor Familia, entre otros verdaderos maestros que incidieron en una generación valiosa de hombres y mujeres que se han destacado en la vida pública y privada.

Sin embargo, en el ámbito universitario, durante cuatro años conocí docentes de gran valor, tales como: Mariano Rodríguez (Historia del Derecho), Luis Miguel Decamps (Introducción al Derecho y Derecho de las Garantías), Carmen Prieto Villegas (Propiedad Intelectual), Laura Castellanos (Metodología de la Investigación), Cristian Martínez (Derecho de los Contratos), Luis Henry Molina (Derecho Constitucional I), Cristóbal Rodríguez (Derecho Constitucional II), Iraima Capriles (Resolución Alternativa de Conflictos).

También, el extinto maestro y mayor general retirado, Miguel Ángel Santana Marcano (Derecho Romano), Dilia Leticia Jorge Mera (Persona y Familia), Julio César Castaños (Derecho Administrativo I), Sigmund Freund (Derecho Administrativo II), César Dargam (Derecho Comercial I), Federico Fernández (Derecho del Trabajo I), Angélica Noboa Pagán (Derecho de la Competencia), Ramón -Monchy- Pérez Fermín (Derecho Bursátil),  así como a mi admirado y querido amigo, de quien aprendí bastante, Martín Bretón (Derecho del Trabajo II).

Es preciso aclarar, que muchos de los antes mencionados impactaron en mí de una manera especial, aunque en esa etapa de grado fui un alumno tímido y bajo perfil. Agradezco de manera especial al estimado Francisco Suazo (Derecho Ambiental), pese a que quizás no recuerde que fue quien me motivó a cursar mi primera maestría en Derecho administrativo.

Por su parte, aunque el distinguido Eduardo Jorge Prats no fue mi docente, recuerdo que si caí en su clase, porque al ser tan popular entre los estudiantes, la gran mayoría -incluyéndome- seleccionó con él, pero el grupo fue dividido, por lo tanto, fue creada otra sección para cumplir con la demanda, ya que era imposible por cuestiones de espacio tomar la clase en dicha aula. Pero le expreso que aprendo a diario vía X.

En el ámbito de posgrado, también muchos han sido de gran valor para mi desarrollo, entre estos: el profesor Olivo Rodríguez Huertas, Ricardo Rivero y Zulima Sánchez, del Máster en Derecho de la Administración del Estado (Universidad de Salamanca, España). El mayor general retirado Miguel Ángel Cordero Mejía, el profesor Eduardo Klinger y Alejandra Liriano, de la Maestría en Defensa y Seguridad Nacional. En la Maestría en Estudios Políticos-Electorales (PUCMM-JCE-Universidad de Granada España), recuerdo a Mariano Rodríguez, quien fue luego mi asesor de tesis, Matías Bosch, Manuel Valerio, entre otros.

Asimismo, del Máster en Derecho Internacional de la Empresa (OBS-Universitat de Barcelona), tengo grandes recuerdos de sus docentes, especialmente de su coordinador y experto en Propiedad intelectual. Del Máster en Derecho Administrativo y Gestión municipal (Universidad de Castilla la Mancha-LMD), siempre llevaré presente a los maestros Julián Roa, Juan Manuel Guerrero, Josefa Cantero, Jaime Pinto, José Antonio Moreno y al profesor Marcos Massó, quien además fue coordinador del mismo.

Ahora bien, ya en la fase doctoral, siempre agradeceré a los docentes de la Universidad de Salamanca, España: Marco Fernando Pablo, Antonio García, Pilar Jiménez Tello, María Dolores Calvo y Zulima Sánchez. Una mención especial quiero hacer a mis directoras de tesis, las distinguidas doctoras Eva Domínguez y Zulima Sánchez, quienes me condujeron hasta alcanzar la meta del más alto nivel académico. Gracias a ellas por su paciencia y acompañamiento. A Zulima, gracias por ser mi mentora y amiga.

Finalmente, y para quien debe siempre ser el primero sobre los mortales, quiero agradecer a Dios por todas las oportunidades que me ha brindado. No ha sido fortuito el recorrido. Él ha sido mi gran Maestro de vida, puesto que más que los títulos, lo que ha importado hasta este momento es la calidad de quienes me han acompañado en el trayecto. Agradezco y rindo honor a mis padres, quienes me han formado con esmero y dedicación. Nunca podré pagarles sus grandes esfuerzos para encaminar a nuestra familia. Me siento muy orgulloso de ellos y de mis queridos maestros desde el colegio hasta el día de hoy.

Sinceramente, muchas gracias por sus aportes a mi desarrollo. Espero nunca defraudarles, porque me siento comprometido con el presente y el futuro de mi país.