Las elecciones son mecanismos políticos y pacíficos para alcanzar el poder. Están estrictamente limitadas a lo establece la Carta Magna, así como a los reglamentos y procedimientos administrativos del órgano rector. Excelentes espacios legales para avanzar, colocarse en la preferencia electoral de la población.
Las elecciones y los huracanes tienen muchas aristas en común, entre las cuales se destacan, revelar la miseria y pobreza de la población. En el aspecto político, los vientos y las lluvias huracanadas permiten quedar al desnudo las maniobras, que no se ven, de su dirección política. Además, todo es cuestión de tiempo, quedan al descubierto ante la vista de todos.
Un sector de la izquierda y casi la totalidad del llamado progresismo criollo, se aprestan arreglar sus maletas para irse a respaldar a los políticos corruptos, PLD, FP y el PRD, y a un gobierno, Abinader y el PRM, incapaz, privatizador, simulador y corrupto también. Todos tienen sus miradas puestas en las próximas elecciones presidenciales de mayo 2024. Las municipales, al descubrirse sus verdaderas intenciones, “eso e paja pa’ la gaiza”.
El progresismo se encuentra entrampado entre los que creen haber nacido para ser presidente de la República, heredar, sin guayar la yuca, un liderazgo político, y los que piensan que con “buenas intenciones” se llega al poder. En países como el nuestro, en la etapa democrática, se juega una “pelota dura”, donde el interés de clase es determinante, muchas veces muy bien disfrazados.
En la democracia capitalista, para poder avanzar, se requiere entidades fuertes en lo ideológico, político y organizativo, con estrechas vinculaciones con la población, que descarten las tendencias malsanas de convertir la política en un negocio y las elecciones en un mercado persa. Los políticos corruptos se regocijan cuando logran “amarrar” con un supuesto pacto o acuerdo político con el progresismo y la izquierda.
¿Dónde está la coherencia en la lucha contra la corrupción y la impunidad? ¿Dejaron de ser corruptos? En otro contexto: ¿Han cambiado las condiciones históricas, económicas, políticas y sociales de la sociedad?
Lo que vemos es de espanto y brinco, los principales forjadores de Marcha Verde, destacados portadores de la lucha contra la corrupción y la impunidad, al engancharse en la nómina pública, han olvidado que la corrupción existe como en sus mejores épocas, con niveles profesionales, nunca vistos, de simulación en la administración estatal. Ahora, la careta se le ha caído, como siempre, para exhibir un silencio cómplice y echarle manos a quien les garantice colocación en sus boletas electorales.
Por otro lado, las conversaciones unitarias de la izquierda con los progresistas se anquilosaron tras sostener maratónicas y frecuentes reuniones con quienes sabían muy bien cual era su norte. No hay dudas, esos grupos de la izquierda se dejaron acorralar para echar por la borda lo que pudo ser una maquinaria sólida y electoral de progresistas, democráticos y populares, y de izquierda. Al tropezar de nuevo con la misma piedra, hay que revisarse con sentido crítico y autocrítico, “sin golpes de pecho”.
Hay que estudiar seriamente el fenómeno del progresismo criollo: historia, nacimiento, evolución y su estado de situación. Sin olvidar las injerencias negativas que han obstaculizado su establecimiento y expansión. ¿Qué hacer con unos progresistas que no pueden vivir sin la derecha? Olvidando que sus puntos de apoyo son los sectores democráticos, sociales y populares, trabajadores, y la izquierda. En la democracia capitalista no se debe inventar levantando posiciones políticas alejadas de la realidad y, mucho menos, extraviar el camino confundiendo al enemigo como amigo.
El movimiento revolucionario y progresista dominicano tiene las herramientas apropiadas y fundamentales para exhibir una alternativa electoral, democrática, social y popular que pueda enfrentar y vencer a los partidos tradicionales, corruptos y de derecha. No se pudo ahora, porque pesa más “el interés que el amor que te tenía”. Como siempre, todo se volvió buche y pluma na’ más. Y casi todos andan agarrándose hasta de un hierro caliente, y otros, buscando la sobra palaciega que les asegure vida y salud. ¡Qué vergüenza!