1.
Esta es la noticia, es buena:
“El portugués David Brito, investigador del Algarve Biomedical Center Research Institutute (ABC-R) de la Universidad del Algarve, ha ganado el premio de mejor tesis doctoral otorgado por una fundación de Heidelberg, en Alemania.”
La tesis, esta: “Cómo se forman las memorias en el cerebro y cuáles son las proteínas que hacen que se formen las memorias”.
2.
Estos experimentos científicos recientes, como muchos otros -que celebramos, justamente- han sido realizadas utilizando pequeños ratones como modelos y esto tampoco debe ser ignorado.
Poder estudiar las memorias lejanas de los seres humanos mediante el cuidadoso análisis al cerebro de un ratón, esto solo puede aterrorizar a quien ha tenido infancia o estuvo cerca.
Y sí. La idea de que las memorias vayan cargadas a la espalda por proteínas concretas convierte la espiritual memoria, esa palabrita tan poética, en pura carga y peso.
Cuando logras dibujar el vacío, el vacío se vuelve concreto. Cuando logras fotografiar o grabar el vacío, el vacío concreto se queda, y de allí no sale.
Todo lo que era sólido y se disolvía por el aire, en los viejos tiempos de las utopías. Ahora, todo lo que disuelto vuela por el aire se volverá, un día, sólido y nombrable. Y sí, ya lo sabemos, todo lo que tiene nombre puede ser llamado desde lejos o señalado por un dedo dominante cualquiera; es decir, todo lo que tiene nombre tiene, en sí, los muchos sueños del mundo, claro, pero también esa mediocre potencia de ser obediente. Llamado por su nombre, el sólido obediente va (y tantas veces un ciudadano concreto es también esto: un puro sólido obediente).
3.
Todo lo que la ciencia hace visible, y todo aquello a lo que da forma, sale, en parte, del mundo inestable de la vida hacia la estabilidad del laboratorio y de la fórmula. Conocer es la primera parte del prever.
Un profeta solo adivina porque ya sabía ciertas cosas; esto es algo que ya era claro para todos.
Sin embargo, lo que ocurre, lo que está en movimiento hace décadas, es que los profetas antiguos -sin estudios, solamente con alucinaciones- están siendo gradualmente sustituidos por doctorandos lúcidos que en lugar de alucinar, disecan.
Cuando el repentino salto del presentimiento es sustituido por el análisis, que separa los constituyentes del presentimiento humano en partes fisiológicamente palpables, un fragmento de nuestro mundo implosiona. La vida se vuelve más exacta, menos emocionante.
Los clásicos profetas antiguos, ciegos de ambos ojos, Tiresias o otros, de nombres muy sonantes, que en lugar de bastón utilizaban oráculos y con estos parecían mantenerse equilibrados en el suelo más imprevisible, y que venían de la Grecia antigua con sandalias que muchos juraban casi no tocar el suelo, fueron sustituidos, poco a poco, no solo por científicos con dos ojos bien despiertos y vivos, sino también por anexos técnicos que, además de ver la frente de un sujeto con buena memoria, ven también, por detrás de la frente, el complicado cerebro y sus muchas circunvalaciones, y son incluso capaces de detectar, allí dentro -y más adentro, y más adentro, y más todavía- unas señoritas proteínas que por allí transitan, entre infinibles túneles fisiológicos.
Cuando logras detectar sustancias y movimientos de materias -hacia norte, sur, este y oeste del organismo-. dentro de palabras como memoria, irritación, odio, amor, presentimiento y etc. estás, en parte, poniendo nombres al micromapa del cuerpo, después de que todo el metro cuadrado de la tierra haya clavado, en el costado, nombre, apellido, media de temperatura y otros mil datos.
Y la ciencia hace su camino de la siguiente manera: quita (¿roba?), con modos y métodos exactos, el vacío todavía existente en nuestro vocabulario. Todas las palabras emocionales se transformarán en sustancias con longitud, largo, altura, volumen y nombre técnico. He aquí el progreso técnico y el posible retroceso del imaginario.
4.
La vida individual y sus contingencias: sufrimientos y placeres se vuelven explicables con números y nombres; con estudios, materias y conclusiones.
Del gaseoso al sólido, del sólido al gaseoso y así sucesivamente.
La revolución más grande de la ciencia es ir convirtiendo el amor en proteínas, diría un escéptico.
La revolución más grande de la ciencia es ir convirtiendo el amor en proteínas, diría un utópico.
Cuando la desilusión y la utopía pueden terminar en el mismo punto es porque la historia del humano está a punto de alcanzar los 100 grados, temperatura en la que el agua pasa a vapor y la Historia también.
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Traducción de Leonor López de Carrión / Originalmente publicado no Jornal Expresso