Mientras el clima se muestra caprichoso, con un calor intenso que no le importa la lluvia, a nivel político en el Congreso el sueño se fue de vacaciones y ningún legislador duerme con los anuncios de cambios constitucionales y reducción de diputados, con un presidente de la República que no amaga ni juega.

En varias galaxias, carnavaleros que nos dijeron adiós, pero que están presentes en la memoria y en los recuerdos del pueblo, se están preparando para su participación en febrero en los diversos carnavales del país, porque hasta en el cielo ya hay un aire de carnaval.

Los músicos e intérpretes se multiplican.

Camuflado, sin que me vieran, fui a varias de estas galaxias y vi a personajes que son eternos carnavaleros llenos de entusiasmo, haciendo trajes, fabricando caretas, limpiando vejigas, buscando maquillajes y, sobre todo, manteniendo a cada personaje en secreto para apantallar en el día del desfile.

Felipe Abreu, el artista caretero y maestro de La Vega, elabora su máscara para impactar el barrio de la Cigua donde docenas de diablos cojuelos se integran a su comparsa, el cual durante años era la mayor atracción y la más popular.  En su taller, la mayoría aprendió a hacer máscaras y a conocer los secretos de este impactante personaje.

“Mochila”, un mecánico artista, el más original Robalagallina de esencia popular santiaguero, confecciona un colorido traje con sentaderas exuberantes y unos senos benditos, con unos aretes figurativos que en realidad son dos “ajises” que le cuelgan provocadoramente en un movimiento lento, pero permanente.  Contrario a eso, Raudy Torres escoge las telas más finas y perfumadas para hacer la más señorial de todas las Robalagallinas del país, mientras Vitico Erarte luce los trajes más espectaculares y deslumbrante del carnaval de Santiago de los Caballeros.

En estos barrios está la sede de la música urbana.

Con un triángulo de metal, flauta dulce y tambores, “el Primo” despierta la mañana con tragos de guabavery en los barrios populares de San Pedro de Macorís.   “Linda” acompañado de “Rudy” y comparsa, con uno de los trajes más hermosos e impactante del folklore dominicano, panean un capullo multicolor de plumas de pajuil en la cabeza, mientras estos Guloyas impactantes escenifican escenas de un teatro bíblico callejero cuyos diálogos descansan en su memoria como expresión de oralidad.

Nadal Walcot, con plumilla en mano, no pierde una sola escena, las cuales van quedando eteninazadas en cartulinas vírgenes, con una acción creativa naif, única, en obras de arte que expresan lo que no logra la fotografía, en dimensiones simbólicas de esencias culturales originales que revaloriza los orígenes y definen la identidad, recibió  la visita del trotamundos de José Alíes.

“El Artístico”, el artista excelso del hierro que lo convertía en obras de arte, enamorado del carnaval, como siempre, se está comunicando para asombrar a las calles de La Romana en febrero con una creativa y original comparsa llena de colorido y contenido, que cada año es un impacto.

“Wateryen” original Robalagallina de San Cristóbal, recuerda cuando no existía el carnaval como expresión popular, sino los bailes de salón de la elite.  El cómo símbolo popular caminaba lleno de alegría con la muchachada como coro, por las calles del pueblo, alegrando todos los barrios populares.  Walteryen, pionero, precursor, el personaje favorito del artista Jorge Guigni, está presente cada año en el carnaval de San Cristóbal.

En la frontera, en Dajabón, las carrozas del diseñador, artista y decorador “Churchill”, se convertían en impactantes obras de arte en el Desfile Nacional de Carnaval, en el Malecón de la ciudad de Santo Domingo.  Su creatividad ponía a prueba la credibilidad, porque cada año eran una novedad.  Fidelina José, la diosa de Río San Juan, Reina, casi me descubre.

El más colorido y original Robalagallina del carnaval dominicano en cuanto a la simbolización de la feminidad era José Datt del carnaval de Montecristi, lo vi evaluando unas pelucas multicolores que le otorgaban su identidad.  ¡Era único e irrepetible!

“Moro” era una cachúa de Cabral, Barahona que al morir nació la tradición de la ida al cementerio y “fuetear” en su honor encima de las tumbas.  “Alfredito” era el símbolo del Cachúa tradicional y “Temito”, maestro caretero, jefe de comparsa, médico, nunca dejó de ser Cachúa.

“Morrobel”, diablo del carnaval de Puerto Plata, era un maestro caretero y jefe de comparsa, era un artista creativo, sus máscaras eran obra de arte, lo vi en la galaxia repitiendo lo mismo que hacía aquí en su taller. ¡Máscara con identidad! Vi también a “Antonio” el indio de Azua.

El carnaval más ecológico y el más democrático del país es el de Cotuí, donde para disfrazarse el dinero es secundario. Se acude a la naturaleza expresado en la simbolización de ancestros y de creatividad. Con hojas secas de plátano Jesús María, artista original, elaboraba uno de los trajes con identidad más impactante de la herencia africana.  En la galaxia, estaba como loco buscando hojas secas de plátano.  ¡No sé si las consiguió!

El carnaval de la ciudad de Santo Domingo es el más antiguo de América, el cual se ha trasformado sin renunciar a sus simbolizaciones y esencias como expresión popular.  En un momento dado, con motivo del triunfo de los patriotas dominicanos en la epopeya de la Restauración, el símbolo de la identidad dominicana era el indigenismo, aunque no existieran indígenas en nuestro país.  El escenario para su presencia fue el carnaval en varios carnavales locales.  En el barrio de San Carlos surgió en el 1942 una comparsa que escenificaba “Los Indios de Quisqueya”, expresión de un drama teatral callejero con la visión no españolizante de todo el proceso del descubrimiento y de la colonización.  El héroe de ese proceso fue “Papá Lilo”.  Lo vi muy excitado junto con “Papo”, “Bulá”, “Abelito” y “Momón”. Antes de irme, vi a “Pipí”, el Robalagallina Servidor de Misterios y al “Chino” vestido de “diabla”.  ¡Para nuestra alegría vi que en el cielo también hay carnaval!