Jade (Giovanna Antonelli) protagoniza El Clon, telenovela brasileña de culto, que fue muy popular a principios de este siglo XXI. Generaciones y generaciones han visto la historia de amor de una brasileña-marroquí musulmana y un brasileño de cultura cristiana, aunque desligado de la religión, que deben esperar veinte años para vivir a plenitud su amor. Sufrimos durante 220 capítulos para que Jade y Lucas (Murilo Benício) se reencontraran, y fueran libres y felices por siempre. Maktub, estaba escrito por el poder del guion de la escritora Glória Perez.
Y ahora, gracias a los grupos de de Facebook, y a otras plataformas digitales, muchos y muchas que vieron la historia cuando tenían 18 o 20 años, pueden volver a la Medina, en Marruecos, y reencontrarse con Jade, esa adolescente, recién llegada de Brasil (al quedar huérfana), que se sabe musulmana, pero no entiende bien cómo vivir en una familia tradicional marroquí en la década de 1980 (época en la que está ambientada la primera parte de la historia). Como diría Tío Alí (Stênio Garcia), ella “no fue criada dentro de las costumbres”, y ahora debe usar velo y obedecer a un pariente casi desconocido, que la quiere, pero no la comprende.
Por azares del destino, mientras Jade baila con otras mujeres de la casa del Tío Alí, Lucas, con mentalidad occidental, poco respetuoso de otras culturas, husmea en un espacio donde no están permitidos hombres ajenos a la familia, y la ve con su hermoso y sensual traje verde de danza del vientre. Ese momento marcó toda la vida de los personajes. Lucas representa el mundo que ella dejó atrás: Río de Janeiro, su playa, sus ganas de ir a la universidad. A escondidas, empiezan una historia de amor que es rechazada por ambas familias.
Para evitar murmuraciones, Tío Alí arregla un matrimonio para Jade, con un hombre bueno, en el marco de su cultura y época, parte de una familia muy tradicional, liderada por el conservador Tío Abdul (Sebastião Vasconcellos).
Y así, la familia, la tradición y la cultura atrapan a la protagonista. Por más que intenta huir, no puede. La ley no permite que una mujer viaje sin el permiso del marido. Tiene una hija y trata de escapar, de unirse a los beduinos (habitantes del desierto) con ella en brazos, pero es encontrada por la familia, y para no perder a la niña, durante casi una década, Jade acepta su destino impuesto y vive en paz con Saíd, un marido que la salvó de los latigazos varias veces, una de ellas al mentir sobre su virginidad (y cortarse con una navaja en un brazo para manchar una sábana de sangre), en la noche de bodas.
La novela da un salto en el tiempo. Pasan casi dos décadas desde el primer encuentro, y Jade y Lucas se vuelven a ver. Jade, otra vez, se escapa para encontrarlo, y nuevamente tratan de vivir la historia de amor, de ser libres, pero la vida se tuerce.
No se preocupen, el poder del guion siempre puede darnos un final feliz. El problema es que ahora no solo Jade envejeció entre capítulos, también nosotras y nosotros, que vimos la novela aquella vez, somos casi doñas y dones, cuarentones, más conservadores, con más miedo de vivir.
Así que en los grupos de fans que la red me permite visitar, muchas mujeres comentan que cuando vieron la novela, con la edad del personaje, estaban de su lado y querían que triunfara su gran historia de amor, pero que ahora, ya maduras (y en muchos casos con hijos), piensan que la mejor opción para Jade era quedarse con Said (Dalton Vigh) , en el matrimonio arreglado, y permanecer al lado de su hija (recordemos, que solo por quedarse al lado de la niña duró casi diez años resignada a una vida que no quería).
Hay quienes la tachan de mala madre, por tomar el riesgo de no ver nunca más a su hija. Según la novela, en el Marruecos de esa época, los hijos le “pertenecían” a la familia del padre. Conste que Jade siempre luchó por quedarse con la niña. Pero el sistema la venció, aunque al final Said, que es un buen padre, le permite visitarla. Jade tampoco pudo cumplir su sueño de ser médica, porque el marido no se lo permitió.
Entonces, me pregunto, ¿por qué mujeres (y hombres) que de adolescentes o adultas jóvenes amaron la libertad, la osadía y las ganas de Jade de ser feliz, o al menos libre, al romper las reglas de un sistema injusto, ahora se ponen en su contra?
Intuyo que, además de que el corazón envejece siempre un poco (para unos más, para otros menos) también se condena duramente a las mujeres que “destruyen la familia”, aunque el sistema se sostenga con sus sufrimientos. Para muchas y muchos, hubiera sido mejor una Jade abnegada, “perfecta”, que acepta por “amor a su hija” el destino impuesto. Al fin y al cabo, Said no era un “mal esposo”, era atento, romántico, la llenaba de oro, y seamos francas, era más valiente que Lucas, pero para retenerla, mantenía su pasaporte bajo llave.
Otro que, para muchos, sale mal parado al pasar de los años es Lucas. Admito que, en principio, también detesté a Lucas al volver a reencontrar a un protagonista atípico, a veces algo cobarde, indeciso, con miedo de enfrentarse al mundo.
Pero luego pensé, ¿acaso no son comunes estos miedos?, ¿no somos, la mayoría, indecisos, no dejamos pasar oportunidades por nuestras dudas, aunque sea de vez en cuando? El miedo es parte de ser humanos. Esa construcción de una masculinidad siempre valiente y por obligación, con más arrojo que la mujer, es también un estereotipo fantasioso de príncipe azul.
Cierto, en muchas ocasiones, Jade fue más valiente, más decidida y, en buena medida, gracias a su arrojo quedan juntos. ¿Y qué tiene de malo?
No quería discutir con extraños del internet en un grupo de más de 124,000 fans. Pero ¿qué les digo? No soporté tantos insultos a Jade y tuve que interceder por nuestra “bandida”, la que al desafiar las reglas y “esparcir la corrupción por la Medina”, cambió su sistema familiar (flexibilizó un poco las reglas para las próximas generaciones de la familia) y salvó al “príncipe” de su indecisión y de una vida monótona, y pagó un precio muy alto, todo hay que decirlo. Me dio gusto saber que no estoy sola, otras mujeres también salieron en defensa de nuestra “exhibicionista”.
Posdata. Sí, la novela se llama El Clon por una razón. Clonan a una persona, a Lucas. Y la historia tiene muchas aristas interesantes, como los límites éticos de la ciencia, el diálogo interreligioso, el individualismo occidental y sus desventajas, versus el sentido de comunidad de ciertos grupos musulmanes, la opresión de las mujeres en ambas culturas, etc. Pero esta columna es sobre Jade, porque veinte años después, sigo de su lado. Hay fans de la novela que se hacen camisetas con frases que algunos personajes repetían con frecuencia. Me haré una con la frase: “Soy una mujer moderna, como las feministas del Cairo”, que repetía doña Nazira (Eliane Giardini), un personaje que evolucionó con los años. Pasó de aceptar toda la tradición y ser severa con sus cuñadas, a querer liberarse de las imposiciones culturales para vivir también, ya en la madurez, su historia de amor.
*Canoa Púrpura, es la columna del proyecto periodístico de Colectiva Púrpura y de su podcast Libertarias, que se transmite por La República Radio.