A principios de este mes de marzo del 2024, los líderes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños  (Celac) se reunieron en la que fue la octava cumbre de jefes de estado en la isla de San Vicente y las Granadinas en procura de aunar esfuerzos y consensos necesarios para lograr fines comunes en nuestros países. En dicho conclave, los representantes externaron su opinión e inquietudes en torno a los grandes problemas globales que hoy por hoy afectan a los países de nuestro continente. En los discursos e intervenciones, se hizo hincapié en la defensa de la soberanía como también el derecho a la autodeterminación. En esta ocasión, las tensiones aun existentes entre Venezuela y Guyana, así como la violencia en Ecuador y Haití fueron analizados entre otros temas que hoy nos afectan como región.

En una de sus intervenciones, Antonio Guterres, jefe de la ONU, destacó "la declaración conjunta para el diálogo y la paz entre Guyana y Venezuela", enfrentados por la soberanía del territorio Esequibo, rico en petróleo, y que despertó un temor regional en diciembre pasado por la posibilidad de un estallido de un conflicto armado que felizmente no ocurrió.

Guterres, además, externó su inquietud en torno a la violencia en Ecuador, enfrascado en una guerra contra los narcotraficantes. En tanto que, con relación a Haití insistió en la importancia de lograr una "solución política" y brindarle un "sólido apoyo financiero" para detener la actual espiral violenta, con bandas que controlan gran parte del territorio.

Por otro lado, el actual mandatario de Colombia, Gustavo Petro, se manifestó en torno a un tema espinoso para su país y de la región: la fallida guerra contra las drogas iniciada por Washington como vía única para enfrentar el problema de la producción y trasiego de estupefacientes. Puntualizó que para Estados Unidos es fundamental la política antidrogas en el aspecto policial, carcelario y punitivo, en vez de un enfoque preventivo y de salud pública; el resultado ha sido tanto dramático como también de un rotundo fracaso, ya que el narcotráfico nunca se ha reducido y en cambio ha sido responsable de un genocidio en contra de un millón de latinoamericanos muertos, provenientes en su mayoría de los estratos pobres de nuestras respectivas sociedades.

Otra intervención estelar la tuvo el brasileño Luis Inácio Lula da Silva quien sin tapujos denunció el actual genocidio perpetrado a todas luces por el régimen neofascista de Benjamín Netanyahu en contra de la inerme población palestina ubicada en la franja de Gaza. Lula ha sido uno de los pocos lideres mundiales que se ha pronunciado a favor de un cese a la depravada carnicería por parte del ejército sionista.

En otro orden la presidenta de Honduras Xiomara Castro, elegida a la presidencia pro tempore del conclave llamo a ratificar el compromiso de que nunca un pueblo de América Latina y el Caribe utilice la violencia en contra de un país hermano, así como el principio de que las diferencias entre naciones sean resueltas entre nosotros los latinoamericanos, sin intromisiones o presiones externas.

Pero más allá de los discursos, análisis, denuncias y advertencias emitidas en dicho conclave, la realidad por la que atravesamos hoy como países latinoamericanos nos coloca en un contexto internacional altamente convulsionado, lleno de incertidumbres y mucha volatilidad en los ámbitos geopolíticos como económico. Estudios han indicado que el 2023 se situó como el tercer año más violento desde la II Guerra Mundial. El mismo fue superado solo por el número de muertos originados en la guerra de Corea en 1950 y la masacre de Ruanda en 1994. Otros analistas inclusive hablan de una policrisis, es decir cuando enfrentamos múltiples retos simultáneamente.

Tenemos crisis en Ucrania-Rusia, Israel-Palestina, China-Taiwán, China-EE. UU., EE. UU-China, Rusia, en fin…que a su vez compiten en nuestro continente por el acceso a nuestros activos estratégicos vitales para la transición energética hoy en curso.

De ahí que considero importante apoyar y darle seguimiento a este tipo de eventos como también a importantísimos informes tales como el publicado recientemente por la Universidad Católica de Chile (CEIUC) “Riesgo político en America Latina 2024” en donde se aborda de una manera sistemática diez riesgos políticos que afrontamos hoy: la inseguridad, el crimen organizado y el narcotráfico. El aumento de la corrupción y la impunidad, la desafección con la democracia y el avance del populismo y del autoritarismo, la débil gobernabilidad y la rápida perdida de apoyo popular de los presidentes. El aumento de los flujos migratorios, la radicalización de las protestas sociales, la inestabilidad internacional. El deterioro del clima de negocios. El impacto de la tecnología (inteligencia artificial, redes sociales, ciber amenazas) en la política y por último la vulnerabilidad frente al cambio climático.

Bien pudiéramos agregar otros retos u dilemas como la falta de un robusto crecimiento económico, la desigualdad, pobreza, el creciente número de sociedades con un altísimo porcentaje de jóvenes desempleados, pero que tampoco estudian; en fin, esta búsqueda de consenso debe aplaudirse en una región en donde por generaciones hemos tenido un bajo nivel de cooperación intergubernamental. Necesitamos una adecuada, robusta y puntual combinación de políticas, iniciativas nacionales y regionales tendientes a enfrentar los múltiples y acuciantes retos que hoy enfrentamos. De ahí que estos encuentros deben continuar celebrándose, de modo que, como región, podamos crear las estructuras necesarias que fortalezcan nuestra unidad, el avance de nuestras democracias, la paz duradera, el desarrollo, el combate a la desigualdad, racismo, exclusión, en fin, el bienestar general de nuestros pueblos en búsqueda de consensos regionales.