Muy probablemente fuera en el Colegio Babeque Secundaria, tan citado recientemente, donde en República Dominicana haya empezado a realizarse la transculturación del “San Guibin”.

Hace unos cuarenta años, algunos padres de origen cubano judío y con parientes en Miami, propusieron usar la fecha como razón para realizar una cena de recaudación de fondos para la Asociación Pedagógica Dominicana, recién establecida. Con el mismo idealismo, desconocimiento de lo que se venía y espíritu de compromiso con la incipiente “sociedad”, estos padres usaban el atractivo de las hojas naranjas, el pastel de calabaza y el tradicional pavo para que los aportes financieros se hicieran de una manera agradable y que construyera comunidad. No era lo mismo decir “vamos a tener que pedir cuotas especiales” que organizar una reunión familiar y pedir que los fondos sirvieran para cubrir lo comido, pero también lo que en meses venideros iba a ser la educación de los hijos.

La pura verdad, las celebraciones de Acción de Gracias en las trece colonias y de Canadá no surgieron para recaudar fondos, como luego ha resultado para los comerciantes que descubrieron los fenómenos de “Black Friday” y “Cyber Monday”.  No, la actitud original era una adaptación, consciente o no, de las prácticas de ofrendas a los dioses. Lo sabemos por el Antiguo Testamento, pero también por las leyendas celtas, que las costumbres de ofrecer parte de su cosecha tienen larga data en la humanidad. Versiones más modernas son las fiestas de la vendimia, en Francia y, mucho más tarde, en Uruguay y Argentina.

En las culturas ibéricas es un poco menos común la expresión religiosa del agradecimiento.  Están las exaltaciones y las celebraciones de la vida y del sacrificio, pero en términos religiosos lo más cercano es el himno de los catalanes, “Els segadors”, que congratula el buen golpe de hoz y el fin del trabajo. Aún la ofrenda de los regalos que hicieron los magos del Oriente al Niño Jesús, literalmente una ofrenda a Dios, es concebida como un gesto cordial, no como un agradecimiento por lo que el niño haría una vez convertido en adulto.

En términos de reivindicación de la identidad nacional, para encontrar agradecimientos, el panorama se vuelve más sombrío. Lo que se suele celebrar es la victoria después de la batalla, sobre todo al estilo de David contra Goliat, el pequeño que vence al abusador: los dominicanos contra el invasor haitiano (27 de febrero), los dominicanos contra la corona española (16 de agosto) y, en unas cuantas ocasiones, temas no victoriosos como el nacimiento del padre de la Patria o la redacción de la constitución.

Al final, la más clara expresión colectiva de agradecimiento de los dominicanos la recibe en gran número la Virgen de la Altagracia. Están los exvotos almacenados en la Basílica de Higüey, de los cuales un reducido porcentaje se exhibe bellamente en el museo que le queda al lado. Y están las celebraciones de la bendición de los toros, cada vez menos vistosas, pero que dan cuenta de los siglos durante los cuales el hato ganadero era la figura central de la economía dominicana.

MonsenÞor PenÞa bendiciendo a los toros en la festividad de la Altagracia.