Hace un tiempo que vengo observando -me encanta ser una especie de espía sociológico- a un coquero joven de nacionalidad haitiana que maneja un triciclo cargado con un centenar de cocos de agua o más, repleto hasta la tambora. Los lleva muy bien atados por los cuatro costados de esa bici-carga y la verdad es que deben hacer un buen paquete de kilos, podríamos decir que se trata, en proporción, de un vehículo pesado, muy pesado.

 

El recorrido que hace todos los días desde por la mañana hasta la tarde es por la Gustavo Mejía Ricart desde muy cerca del supermercado Jumbo hasta la Doctor Defilló, algo más de un kilómetro con un tramo de doscientos cómodos metros de bajada en la ida que la gravedad terrestre los convierten en una pesadilla a la vuelta, aunque más de una vez he visto a algún piadoso motorista que lo empuja -siempre con la pierna derecha- y le evita ese gran esfuerzo. El coquero hace varias paradas entre ambos puntos de ese recorrido en espera de que peatones y automovilistas le vayan comprando su mercancía. La verdad es que una agua coco natural y buena no tiene rival con otros tipos de refrescos por muy cocas, pepsis, fantas, o mirindas que sean.

 

El otro día ya al final de la tarde y en uno de mis largos paseos la curiosidad acumulada durante semanas sobre la marcha y rentabilidad de su negocio no pudo más, salió a escena y le pregunté cuántos cocos había vendido ese día, me sonrió con un poco de vergüenza y con un fuerte acento creole me contestó que 30. Como es lógico unos vendía más y otros menos pero esa era un cantidad que puede tomarse de promedio.

 

Como ya sabía que el precio eran 60 pesos la unidad por haberlo preguntado en otra ocasión, el catalán-fenicio que llevo dentro comenzó a multiplicar, dividir, sumar y restar rápidamente obteniendo los siguientes resultados: 30 cocos x 60 pesos = 1.800 pesos producidos en un día. Si cada coco lo compra por muchas docenas a unos 20 pesos la unidad, y eso si no los tumba de algunas matas silvestres, serían unos 600 de inversión y 1600- 600 = 1.000 pesos de beneficio limpios, cash money sin impuestos y sin romperse mucho el coco.

 

Si multiplicamos 1.000 pesos de beneficios x 26 días del mes -dejando 4 de descanso- dan como resultado final unos 26.000, así que bien podríamos decir que el coquero está ganando entre 25 y 30 mil pesos al mes. Nada mal y mucho más que otros connacionales que están todo el día cargando y pegando blocks por los peligrosos andamios, e inclusive que muchos dominicanos trabajando en otros oficios.

 

En vista de los resultados elucubrados ya estoy ahorrando para comprar un triciclo porque hoy he oído decir a un reputado economista que por lo de Rusia y Ucrania, el cambio climático, y otras zarandajas internacionales las cosas se van a poner de color hormiga dentro de un pote de betún de zapato, y hay que prevenir con tiempo no vaya a ser que por la prángana el emprendimiento de nuevos negocios de pedales dichos triciclos escaseen.

Lo único que va a abundar con el cambio climático es el calor y a más calor, no hace falta que lo diga un economista reconocido para saberlo, más consumo de cocos. Un buena manera de ganarse la vida empujando el coco, y como ya hemos apuntado antes, sin rompérselo mucho.