¿Qué podríamos pensar de alguien que decide empujar una montaña con su fuerza física? ¿Es un loco? ¿Un soñador? Podemos pensar muchas cosas, pero podría ser interesante preguntarle por qué lo hace.
Supongamos que consideramos que una montaña en algún lugar es un tremendo obstáculo, siendo conveniente moverla. Nuestro sentido común nos diría que es irracional el intentarlo sin equipos especiales.
Si un hombre decidiera empujar la montaña durante una hora todos los días, lo lógico sería que no se moviera, aunque pasara años intentándolo. Sin embargo, sin lugar a duda, cada año que pase, nuestro empujador estaría cada vez más fuerte, pudiendo llegar a estar entre las personas más musculosas que conozcamos. La primera enseñanza que sacamos es que el intentar empujar la montaña es lo que nos hace fuertes, no necesariamente el lograrlo. Las metas grandes te hacen crecer.
Además de hacernos físicamente más fuertes, fortalece también nuestro carácter, haciéndonos más resilientes.
La disciplina consiste en persistir en acciones o conductas que pueden no resultarte agradables, pero que consideras imprescindibles. Hay dos tipos de personas en cuanto a su forma de actuar: las que son incapaces de hacer algo necesario pero que les disguste o que no les brinde satisfacción inmediata, y aquellas que son capaces de fijar metas futuras, sabiendo prescindir de un placer momentáneo. El primer tipo de personas puede parecer más divertido, espontáneo y agradable, siendo propio de personas con pocas aspiraciones en la vida y el segundo, solemos verlo en personas que se destacan en algún área de la vida.
Algunos trabajan cuando la necesidad toca a sus puertas, otros comienzan a trabajar simplemente cuando analizan estratégicamente sus posibilidades futuras.
Se podría decir que es razonable esforzarse y trabajar, pero que no es necesario trazarse metas tan complejas como empujar una montaña. Sin embargo, si apuntas tu arco hacia el sol, aunque tu flecha no llegue a nuestra estrella, podría llegar a mayores alturas que si apuntas a una manzana.
Entre las lecturas obligadas a nivel escolar se encuentra la fábula Juan Salvador Gaviota, en la que vemos que las gaviotas se mantienen en la rutina diaria para satisfacer sus necesidades básicas, mientras Juan Salvador se dedica a descubrir la realidad más allá de esa rutina, llegar a los límites de la existencia de una gaviota e incluso más allá. Mientras las otras simplemente buscan la mayor cantidad posible de pescados, Juan Salvador se interesa en descubrir mejores técnicas de vuelo o de pesca, que a la larga podrían facilitarle, si le interesara, hacer no solamente las mismas cosas que sus compañeras sino incluso mayores.
Todos pensamos, pero en conjunto, no estamos pensando bien. Somos responsables directa o indirectamente de todos nuestros problemas, pero quizás nos sentimos incapaces de cambiar, de hacer modificaciones en nosotros mismos. Casi todas la personas están totalmente convencidas de que es necesario que los demás cambien, pero muy rara vez se encuentran personas que reconocen que tienen que realizar cambios en sí mismas. Al leer este tipo de reflexiones, la mayoría de las personas piensa que es aplicable a alguna otra persona, pero no muchos se la aplican a sí mismos. No existe una edad para dejar de crecer, dejas de hacerlo cuando piensas que ya no necesitas crecer.
Se suele decir que la Humanidad está perdida y que no hay forma de que mejore, incluso algunos pensadores han señalado que nuestra especie desaparecerá en pocos siglos o quizás antes. Nuestras amenazas o retos parecerían tan grandes como una montaña, pues precisamente hablamos de mover montañas. Evidentemente no faltarán personas que te digan que no lo intentes, que no resultaría, pero no te explican bien cuál es la ventaja de no intentarlo.
Muchos considerarán ridículo hablar de mover montañas, sin embargo, la mayoría de las personas que conocemos en nuestro medio dicen ser cristianas, lo que quiere decir: seguidores de Cristo, pues precisamente Jesucristo dijo: “si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17: 20-21). Si un cristiano considera imposible los esfuerzos para lograr un mundo mejor, debe volver a analizar su fe y descubrir en qué es que realmente cree. Si crees en Dios y supones que él te observa, ¿te imaginas la simpatía con que el Padre Celestial te vería haciendo lo mejor posible con los recursos limitados que te ha dado?
No importa si los demás destruyen, tú podrías construir. Que conozcas muchos degenerados no justifica que te corrompas. El que nadie ponga de su parte no te excusa de aportar tu granito de arena. Aunque en tu pueblo abunden los prostíbulos, tu casa no tiene por qué serlo. Deja de verte como una víctima del sistema, en verdad podrías ser lo que quieras ser. La Fe, te dice que tienes los medios, la Esperanza, que siempre hay una salida, y el Amor, que vale la pena intentarlo.