Más de una vez he dicho que en nuestro país abundan casos de políticos que han pasado de la pobreza a la opulencia en un abrir y cerrar de ojos, empresarios que se han enriquecido evadiendo impuestos y convirtiéndose en cómplices de quienes manejan el poder político y el de narcotraficantes que han hecho fortuna con su actividad y exhiben sus riquezas sin recato alguno.
Dicho esto, es preciso reconocer que no todos los empresarios se comportan de la misma manera, ni sus fortunas se han hecho violando leyes y aprovechándose de sus vinculaciones.
Para hacer prosperar una empresa y mantenerla operando a través del tiempo es necesario tener inteligencia, capacidad de trabajo y perseverancia, así como temple para enfrentar las situaciones adversas que todos los negocios enfrentan. Crear miles de empleos, pagar cientos de millones de pesos de impuestos y mantenerse operando en medio de una aguda escasez de insumos no es una tarea fácil.
Sin caer en el “lambonismo” de algunos apologistas de figuras empresariales, puedo decir que la República Dominicana le debe mucho a esos hombres y mujeres creadores de empresas y a sus herederos que le han dado continuidad.
Ahora bien, no podemos olvidar que las empresas son entidades que procuran el lucro para sus propietarios, mientras mayores sean sus beneficios, más exitosas son. Es importante señalar que dentro de la amplia gama de dueños de negocios los hay con mayor o menor sensibilidad social, los primeros se involucran en donaciones y actividades filantrópicas, los segundos entienden que con la creación de empleos es más que suficiente. También tenemos a quienes, para limpiar su enlodado nombre, se embarcan en financiar actividades benéficas y culturales.
Creo que en este país el éxito ajeno molesta, no es frecuente escuchar elogios dedicados a quien parecen estar haciéndolo bien, somos más dados a criticar y a hacer leña del árbol caído.
En estos días las redes sociales y programas en canales de YouTube han estado muy activos y jubilosos porque apellidos "sonoros" han aparecido mencionados en el expediente del caso "Medusa", esa supuesta participación que ha ocasionado ácidas críticas, imputaciones y comentarios de difícil credibilidad, tiene que ser probada en los tribunales. Es bueno dejar caer que “no son todos los que están ni están todos los que son”.
No creo que exista una campaña programada en contra del empresariado y que se estén utilizando las redes para estos fines, este es un medio complejo, difícil de controlar, en donde se expresan preocupaciones, deseos, envidias y ambiciones, sin que pueda hacerse nada para impedirlo. Es necesario señalar que también existen mercenarios digitales, que por el pago de una tarifa tanto elogian como critican a quienes se les indique. Reconozco que los empresarios no son santos, pero tampoco representan la personificación de satanás.
En mi largo ejercicio empresarial nunca traté de sobornar a un funcionario público, pero sí recibí de varios de ellos ofertas de venta de leyes, modificaciones y reglamentos. No puedo saber cuántas veces se repitió este hecho, pero seguro que volvió a pasar, me parece que esta situación es evidencia suficiente para formarse un juicio e identificar dónde verdaderamente está el problema.