Hasta que Joseph Schumpeter escribió su Teoría del Desarrollo Económico: Investigación sobre los Beneficios, Capital, Crédito, Interés y el Ciclo Económico (2012, vigésima sexta edición), se pensaba que el desarrollo de un país se lograba cuando éste alcanzara el estado estacionario o el equilibrio de largo plazo. El estado estacionario se caracteriza por el cumplimiento de la condición de equilibrio en la que el ahorro es igual a la inversión, en el caso por ejemplo de R. Solow (1956), cuyo modelo de crecimiento tipifica la visión neoclásica del desarrollo a través del incremento del ingreso per-cápita.

Jean B. Say (1880), en su Tratado de Política Económica, estableció que toda oferta potencial crea su demanda potencial, aludiendo al equilibrio en los mercados que inevitablemente se produce en una economía tipo Crusoe. Y si por alguna razón, ese equilibrio fuese perturbado, las fuerzas del mercado se encargarían de restablecerlo sin la intervención de fuerzas extrañas al mercado (el gobierno, por ejemplo). De aquí surge la oposición neoclásica y más recientemente neoliberal de la participación del gobierno en la economía, aunque el equilibrio en los mercados competitivos y completos sea sólo posible en las páginas de Arrow-Debreu (1954).

En cambio, Schumpeter tiene una visión diferente del funcionamiento de la economía capitalista y argumenta que, en el estado estacionario no se describe la evolución regular de una economía capitalista, ya que se trata de una visión estática de la realidad y, justamente, las economías de mercado son esencialmente dinámicas, es decir que atraviesan regularmente por ciclos económicos (Figura 1).

Figura No. 1

Fuente: http://mundocontemporaneohistoriayproblemas.blogspot.com/2013/03/los-ciclos-capitalistas-la-primera-gran.html

En efecto, desde la aparición del capitalismo en el Siglo XIX, las economías de mercado se han caracterizado por la presencia de frecuentes crisis económicas, las cuales perturbaron el estado de equilibrio de los mercados que, por sí solos, no lograron retornar a la posición de equilibrio, si es que la tuvieron alguna vez. Por eso, los economistas que desean estudiar científicamente las economías de mercado se vieron en la necesidad de desarrollar modelos económicos dinámicos para el analizar el funcionamiento de las economías capitalistas. Con esta nueva visión de la dinámica económica se abandona, de alguna manera, la visión secular del equilibrio como resultado regular de los mercados competitivos, sugiriendo el abandono de las aspiraciones explicativas de los economistas clásicos, continuada por los neoclásicos, los neoliberales y más recientemente la visión austríaca del equilibrio.

En América Latina se registraron esfuerzos teóricos que propusieron políticas (intervención del gobierno) para superar el subdesarrollo de los países periféricos, a pesar de que ese análisis se fundamenta en la teoría económica convencional. La naturaleza de este esfuerzo muestra que pensar en nuestras realidades resulta más útil que repetir consignas económicas.

Fruto de la reflexión de varios economistas de la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL), se destacó la propuesta de Raúl Prebisch (1950), que publicó el Desarrollo Económico de América Latina y sus Principales Problemas, sugiriendo la industrialización para superar el subdesarrollo prevaleciente en el continente suramericano.

En efecto, el intercambio comercial de bienes primarios de las economías periféricas  por bienes industrializados de las economías centrales, terminaría deteriorando los términos de intercambio en perjuicio de la periferia, ya que la mayor productividad de los países centrales no se reflejaba en los precios de los bienes manufacturados, lo que aunado al hecho de que las elasticidades-ingreso (mayor que la unidad) de los bienes primarios de exportación de la periferia condujeron al empeoramiento del déficit de la balanza comercial, especialmente durante la fase de contracción del ciclo económico. Esto produjo salida de capitales, devaluación y endeudamiento, terminando en la profunda crisis de la década de los ochenta. Con este diagnóstico, la CEPAL sugirió la industrialización para evitar el deterioro de los términos del intercambio y los efectos perversos del ciclo económico sobre el crecimiento de las economías periféricas.

Algunos países de la región lograron avances significativos en el proceso de industrialización. Por ejemplo, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, lograron avances en la producción de bienes industriales y la región latinoamericana registró un crecimiento económico significativo durante la primera mitad del siglo XX. La República Dominicana consiguió cierto avance en la dirección sugerida por CEPAL bajo la dictadura trujillista, pero este impulso se perdió con la puesta en marcha del esquema de repartición de esas empresas, proceso que continúa hasta nuestros días y que actualmente se concreta en la entrega de los bienes públicos al sector privado bajo el esquema de administración de asociaciones público-privadas (APP) y fideicomisos.

Según Schumpeter, para lograr el desarrollo económico debían existir empresarios innovadores. Es decir, empresarios capaces de crear nuevos productos (capaces de romper con el equilibrio estático neoclásico) a partir de la aplicación de los avances científicos logrados por investigaciones financiadas por el estado, tal y como lo han hecho Elon Musk (Tesla), Bill Gates (Microsoft), Mark Zuckerberg (Facebook), Jeff Bezos (Amazon) entre otros empresarios norteamericanos, Mazzucato (2021).

El Departamento de Defensa del gobierno de los Estados Unidos (EE. UU.) puso en manos de los empresarios el conocimiento proveniente de los proyectos de investigación científica, de manera que pudieran desarrollar nuevos productos. Los resultados fueron el internet, SIRI, GPS, la pantalla táctil, entre otros; que han tenido un impacto trascendental en el desarrollo del capitalismo moderno.

En cambio, en el país difícilmente se incluyen recursos destinados a la investigación científica en el presupuesto anual o plurianual. No existen proyectos de investigación patrocinados por el gobierno dominicano con las universidades dominicanas destinados a resolver problemas de largo plazo del desarrollo económico nacional. Tampoco el empresariado ha puesto en marcha el desarrollo de nuevos productos a partir de los resultados de las investigaciones privadas.

La competencia en los mercados dominicanos no es a través de la innovación, del desarrollo de nuevos productos, de la inversión productiva, sino a través de la captura del poder ejecutivo y de los reguladores. Cuando el gran empresariado no puede conseguir una participación privilegiada en el gobierno, éstos han liderado episodios políticos bochornosos en la historia política dominicana, como por ejemplo el golpe de estado de 1963, Moya Pons (1992).

Obviamente, que las características que distinguen al gran empresariado dominicano no coinciden con la tipología del empresario emprendedor que Schumpeter coloca al frente de las tareas del desarrollo económico. Por ahora, la tarea del desarrollo económico liderada por un sector empresarial visionario y un gobierno interesado verdaderamente en desarrollar las capacidades productivas internas es una tarea pendiente. Mientras tanto, la mayoría de la población dominicana sufre el enorme bienestar de un grupito. El presidente de la república aún tiene la oportunidad de repensar su gobierno y encaminarlo por un sendero que beneficie a todos, particularmente a los más necesitados.