El 24 de noviembre de 2018 partió hacia lo infinito Emilio Cordero Michel, recio combatiente por la libertad e independencia de los dominicanos. Historiador y maestro de generaciones, dejó un importante legado de servir al pueblo con dignidad, sin pasar facturas por sus múltiples servicios al desarrollo político, social y económico.
Emilio al igual que su hermano José fueron de aquella pléyade de jóvenes decididos a no quedar atrapados en la maléfica red del acíbar trujillista que entumeció a los dominicanos. Ambos se alinearon en las riesgosas filas de los contestarios. José pudo emigrar y regresó «lleno de patriotismo enamorado de un puro ideal» en la gloriosa repatriación armada del 14 de junio de 1959, donde se inmoló.
Con apenas 16 años de edad, Emilio participó en las actividades de protestas de la Juventud Democrática en el también histórico año de 1946. En una de las manifestaciones reprimidas por el trujillismo resultó herido de bala en una pierna, por suerte no le atravesó ningún área ósea ni vascular. Con discreción se presentó a la Sala de Socorro, que existía en la calle José Reyes llegando a la iglesia de Regina, donde alegó que había sufrido una caída fue curado y despachado. Finalmente pudo integrarse al exilio antitrujillista.
Tras la extirpación de la tiranía se alineó con las fuerzas avanzadas en el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, que lideraba el aguerrido Manolo Tavárez. En atención a la histórica sentencia de Manolo en el Parque Independencia, advirtiendo: “Óiganlo señores de la reacción, si imposibilitan la lucha pacífica del pueblo, el “14 de Junio” sabe muy bien donde están las escarpadas montañas de Quisqueya; y a ellas iremos […] Efectivamente, la caterva reaccionaria pretendió cercenar las libertades derrocando el Gobierno democrático del profesor Juan Boch y Emilio fue uno de los jóvenes que junto a Manolo y una multitud de catorcistas se atrevieron a luchar por la plena libertad en las lomas de Quisqueya, en noviembre y diciembre de 1963.
Fue designado Comisario Político del Frente «Comandante Enrique Jiménez Moya», que accionaba en Las Manaclas, dirigido por Manolo Tavárez. Ultimo frente que permaneció en acción hasta que las muy malas condiciones para la subsistencia, los obligaron a acogerse a unas falsas garantías el 21 de diciembre.
Emilio fue integrado a la comisión que negociaría la rendición. Los demás miembros: Leonte Schott Michel, Alfredo Peralta Michel y Juan Ramón Martínez (Monchi), desarmados, avanzaron con banderas blancas para negociar la entrega de todo el grupo. De repente llegó un jeep militar, los interceptó y uno de los guardia descendió del vehículo y los ametralló a mansalva, cuando iba a recargar para disparar a Emilio el único no impactado por los disparos, su compañero le enrostró que estaba cometiendo un asesinato con gentes desarmadas, llegaron personas de la población y fue la garantía para Emilio. No obstante, varias unidades de guardias siguieron tras los restantes guerrilleros que pacíficamente caminaban para entregarse totalmente extenuados y los fusilaron.
Emilio fue integrado al grupo de combatientes apresados y luego deportados. Como historiador al analizar aquella heroica jornada, manifestó:
“El fracaso insurreccional de finales de 1963 constituyó un serio golpe para los sectores democráticos y revolucionarios y una contundente experiencia: que a pesar de la existencia de condiciones objetivas y subjetivas propicias para la lucha armada, esta tiene pocas probabilidades de triunfo si no se coordina estrechamente con los movimientos de masas. Esa experiencia, tan costosa en vidas sutiles, no fue olvidada el 24 de abril de 1965”. (Emilio Cordero Michel. Obras escogidas. Ensayos I. Archivo General de la Nación. Santo Domingo, 2015. pp. 68-69).
Tras la patriótica Guerra de Abril, Emilio fue de los profesionales que se integraron a la jornada del Movimiento Renovador en la UASD, que abrió sus puertas para que la educación superior fuera accesible a todos los dominicanos. Ingresó como profesor de Historia económica y de Historia Dominicana.
Conocí a Emilio cuando fue designado director del antiguo Colegio Universitario, en la ocasión me desempeñaba como delegado al Consejo Universitario por el Grupo estudiantil Fragua, junto a mi compañero el hoy excelente economista Iván Rodríguez, recibimos instrucciones de afrontar a Emilio porque actuaba de modo muy rígido en el Colegio Universitario. Enfrentarlo era muy difícil, en ocasiones esperábamos que se entretuviera corrigiendo los exámenes de sus alumnos y presentábamos una crítica a sus actuaciones en la referida unidad académica, pero siempre estaba atento y de inmediato solicitaba un turno de réplica. Poco a poco fuimos comprendiendo que en realidad era un funcionario sensato y capaz, que solo se afanaba por mantener la disciplina.
Fue un funcionario excelente en los cargos que desempeñó en la universidad como director del Colegio Universitario, Centro de Cómputos y la Editora Universitaria. Con una prolífica producción en historia dominicana. Por sus méritos fue designado como profesor meritísimo.
Cuando la Academia Dominicana de la Historia fue democratizada, obviamente Emilio formó parte del grupo de historiadores progresistas que engrosaron esa histórica institución, llegando a ocupar su presidencia. Hasta su muerte fue el estelar editor de la famosa revista Clío de dicha entidad.
Su actitud fue siempre de abierta colaboración para todo el que se le acercara en busca de orientación sobre las diferentes disciplinas que dominaba como historia, economía y política.
En el mismo 2018 cuando todos advertíamos se acercaba su final, cada vez que las circunstancias de su cuadro patógeno se lo permitían de inmediato asumía en la medida de lo posible sus actividades de investigación. En una ocasión ingresado en una sala de cuidados intensivos, en un momento que lucía en mejores condiciones lo observe leyendo un libro y le dije “maestro lo van a sacar de intensivo, porque los pacientes de esta área se entiende no están aptos para leer”. Me miró fijamente y se sonrió.
La historiadora y maestra Natalia González y el suscrito, logramos disertara en uno de los instantes que estaba mejor de su enfermedad ante nuestros estudiantes de historia, en el paraninfo «Andrés Avelino» de la Facultad de Humanidades. Con sumo entusiasmo respondió todas las inquietudes de los estudiantes. Fue su última presentación pública.
Estaba consciente de los aspectos críticos de su enfermedad, nunca se amedrentó. Insistió discutiéramos mi discurso de ingreso como miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia. En la galería de su casa frente a la profesora e historiadora Natalia González y el suscrito, analizó el documento y le hizo las críticas correspondientes, como en sus buenos tiempos.
La guadaña de la muerte no dejaba de asediarlo, pero hasta el final siempre encontró su enérgica resistencia a torcerse ante sus inescrutables tentáculos. El sábado 24 de noviembre de 2018, al regresar de una larga jornada de docencia en la UASD de Baní, mi hijo Ernesto me informó: «Papá, murió Emilio».