Los enfoques de los medios de comunicación, las leyes vigentes y todos los que están llamados a conocer, indagar, educar, orientar, disciplinar y propiciar formas para tratar de aminorar o terminar con el problema de las adolescentes embarazadas, están desacertados en muchos casos; especialmente, porque de manera expresa, se enfocan más en las féminas dejando de lado a los varones.
Prevenir y cesar los casos de uniones tempranas y de embarazos de niñas y adolescentes es realmente complejo. Desde la época colonial, niñas y adolescentes han sido usadas para procrear y aumentar el número de esclavos negros e indígenas que laboraban en las áreas productivas, así como las servidoras de la raza blanca, que eran parte del servicio doméstico de los dueños y señores de las fincas en los bateyes azucareros, las minas, las plantaciones y propiedades agrícolas. Los enlaces conyugales y casamientos tradicionales eran practicados sólo por los señores de la clase dominante y de origen europeo.
Vivir en concubinato o amancebado, comenzar relaciones tempranas y procrear cuantos hijos fuese posible, era aceptado, favorable y deseado por los amos, los mercaderes esclavistas, las altas clases y las representaciones de los imperios de Portugal, España, Gran Bretaña, Francia, Holanda, Alemania, Bélgica, entre otros.
Las viviendas donde residían los esclavos, los vejados, los envilecidos, los menesterosos, los desvalidos, los que bregaron con caña en los bateyes, los que trabajaron en las minas; así como los servidores domésticos, eran simples caserones; muchas veces sin divisiones ni facilidades sanitarias. Allí vivían hacinados los padres con sus hijos. Esto se mantiene así hasta el día de hoy. Las condiciones de los bateyes de antaño son semejantes a las que, actualmente, se construyen en muchos barrios de las ciudades más desarrolladas.
Dada esa precaria situación, niños y adolescentes ven, oyen y están expuestos a la vida íntima de los mayores. Lo que provoca que esos menores comiencen las actividades sexuales a edad temprana, porque no conciben esto como una inmadurez, inmoralidad o algo prematuro; en verdad, no han sido educados acerca de esta modalidad de vida; ya que la promiscuidad está a su alcance sin pretexto moral, ni insinuación de vergüenza.
No obstante, la situación descrita, se hace urgente y necesario buscar estrategias responsables y efectivas, a corto y mediano plazo, para precaver las uniones tempranas y los embarazos de niñas y adolescentes.
La educación en las escuelas, tanto públicas como privadas, está comprometida a dar instrucciones a los escolares acerca de las implicaciones de la vida en los distintos aspectos biológicos, psíquicos y emocionales. Los varones deben ser educados en el respeto y la no embaucación de las jóvenes y, estas, deben ser instruidas en las graves consecuencias que les puede acarrear un embarazo o relación conyugal a destiempo.
Quienes tienen esa responsabilidad deben hacerlo debidamente y acorde con las edades y niveles de los escolares; ya que deben enfocar de manera directa a los educandos, especialmente a los varones, porque ellos son los que tienen la capacidad de violar, seducir y fecundar a una niña o adolescente.
Generalmente se enfoca la atención en las niñas y adolescentes femeninas; sin embargo, una joven que inicia la pubertad sólo puede embarazarse y tener una prole por año; mientras que un varón tiene la posibilidad de causar múltiples embarazos al mismo tiempo. Dado que esto es una verdad inocultable, se debe poner mayor cuidado y énfasis en los jóvenes de género masculino para que adquieran conciencia, condición moral y razonamiento para no ser como “un gallo que pisa las gallinas” ni actuar sin consideraciones éticas.
Es obligatorio promulgar leyes y reglamentos que tipifiquen los casos de embarazos en niñas y adolescentes como abuso, explotación, negligencia o indebido aprovechamiento sexual. De esta manera, los machos quedan advertidos del riesgo que corren al cometer actos que vulneren la vida de una niña o adolescente. De igual manera, a las féminas se les debe inculcar no cometer actos que puedan entorpecer sus estudios y formación, y empañar su vida, tal vez de manera permanente.