"Entre lo sublime y lo común, yo elijo como materia poética lo común: el pan antes que la rosa. Únicamente me mueve a la poesía el dolor, el mío y el ajeno". Elvira Daudet. 

Tuve la dicha de conocer y de tratar a Elvira Daudet, aunque nuestro primer encuentro se produjera de manera brusca y yo llegara a sentir su látigo en mi piel. Cometí, por inexperto, una imprudencia. Publiqué sin su consentimiento uno de mis poemas en su muro. Reaccionó de forma airada y con palabras fuertes, hasta que pasado un tiempo se dio cuenta de que yo había pagado la novatada en mi intención por acercarme al sol con mis alas de cera. Me escribió entonces con mucha delicadeza, pidiéndome que por favor no me alejara y al final de esa comunicación me dijo -gracias guapo. Sentí tan tiernas sus palabras que me animé a retomar el contacto con prudencia y cuidado, sin embargo, el temor a recibir otra reprimenda permaneció ahí para siempre y por más que ella lo intentó nunca volví a ser el mismo.

En una ocasión le solicité que leyera un conjunto de poemas que yo había escrito y me dijo que se los enviara a su correo. Así lo hice. Pasaron unos cuantos días y yo esperaba impaciente su comentario. Cuando le hacía saber que me gustaba alguna de sus publicaciones en las redes sociales, ella me respondía por privado que no desesperara, que en su momento haría un comentario a mis poemas y éste llegó al fin. Transcribo aquí, a modo de homenaje a su coraje y honestidad intelectual, sus palabras que lograron dar un giro nuevo a mi quehacer poético.

"Estimado David.

Por fin tengo un poco de tiempo para dedicarte. He leído tus poemas que, en general, son buenos, originales, y algunos excelentes como el uno, el tres y el siete, pero muchos de ellos están acabados deprisa y poco cuidados, con faltas de concordancia y una sintaxis deficiente. El buen acabado distingue y hace exquisito cualquier producto; en un poema es absolutamente imprescindible. Un poema no se acaba cuando se va la "musa" y nos deja su "soplo", entonces comienza la labor del poeta que es corregir y corregir. Creo que, si cuidas más tus poemas, puedes llegar a ser un poeta notable porque eres original y tienes una voz muy personal, que es un don muy difícil de hallar.

Te pido disculpas por haber tardado tanto en responderte: un bebé en la casa consume todo el tiempo.

Un cordial saludo"

Elvira Daudet

 

En respuesta a tan bella carta, respondí:

Gracias Elvira, tienes toda la razón en tus observaciones. Anteriormente otros amigos se han referido a esos detalles que yo regularmente descuido y que son imperdonables. Voy a tomar nota y a bajar un poco la velocidad y mi prisa por publicar. De todos modos, solo te doy una breve reseña personal. Por espacio de casi veinte años dejé de escribir en lo absoluto. Mi interés sobre todo eran la prosa y el cuento, pero había perdido la confianza e hice silencio por un buen tiempo. Luego, en los últimos años, traté de incursionar en la poesía y renació poco a poco la confianza en mí. Ahora estoy interesado en volver de nuevo a centrarme y dedicarme a escribir mis cuentos y de vez en cuando alguna que otra poesía. Agradezco que te detuvieras a leerme con cierto cuidado. Valoro mucho tu opinión. Un abrazo.

 

DROGA DURA

 

Nunca estuve enganchada a la droga del odio.

Cuando pisoteaba las flores de mi huerto

y rompía la mesa que le esperaba puesta,

no recurría yo, por liberarme

de la atroz impotencia, a la droga del odio.

Solamente lloraba.

No le odié por abrasar con ácido

la seda de mis muslos y dejarlos marchitos.

Ni siquiera cuando tenía hambre

y él me daba los frutos de su vino

amargos y morados,

corría yo a inyectarme el odio en vena:

odio las drogas duras.

Por raro que parezca, no le odiaba

por cercenar mi risa de muchacha

y grabar a cuchillo el miedo entre mis ojos.

Y cuando al póker se jugó mi suerte,

a cambio del cangrejo dorado que una mujer

llevaba en el ombligo, no era odio

lo que me goteaba amargo por los labios:

era mi corazón hecho pedazos.

Le maté por azar, en un impulso

ciego y desnudo de cólera,

una necesidad de liberarme

y respirar al fin, que me nació de súbito

mientras él me asfixiaba con sus manos.

Pero nunca le odie, sólo le amaba".

 

Elvira Daudet