El pasado martes 8 de noviembre se celebraron elecciones de medio término para miembros del Senado y de la Cámara de Representantes. Se esperaba que una marea roja (republicana) lograra mayorías abrumadoras en ambas instancias. Las encuestas pintaban un escenario de total repudio al Partido Demócrata y sus candidatos y la marea roja proyectaba ventaja republicana en al menos 25 curules.
Además de las encuestas, varias razones conducían a pensar en una contundente victoria republicana. Por una parte, un patrón histórico: las elecciones de medio término generalmente se erigen en una muestra de rechazo al partido en el poder (el clásico dilema de las expectativas no satisfechas. Por otra parte, la percepción ciudadana de la recrudecida criminalidad en muchos de los estados. Más importante que todo lo anterior, la inflación se constituyó en un factor de alta importancia en el discurso y las perspectivas de campaña.
A pesar de todo lo anterior, a la fecha de cierre de este artículo las cosas no habían salido como se esperaban para el Partido Republicano. Si bien se proyecta que el Partido Republicano logre mayoría en la Cámara de Representantes, la lucha por las curules disponibles del Senado ha ido muy pareja. En el caso de la Cámara, el periódico The New York Times proyecta que el Partido Republicano obtendrá ventaja de 14 curules.
Al parecer, patrones históricos, criminalidad, inflación y encuestas no fueron suficientes para invisibilizar fenómenos como la protección de aborto y hacer olvidar la negación electoral de Donald Trump y varios de los candidatos, los cuales -de hecho- perdieron en estados importantes como Pennsylvania, Michigan y Wisconsin. Los especialistas señalan que los republicanos probablemente subestimaron temas como el aborto y, potencialmente, el [no necesariamente buen] peso de Donald Trump en el Partido Republicano.
En general los resultados no fueron tan buenos como se esperaban, pero el caso del Senado y las gobernaciones fue especialmente malo para los republicanos pro-Trump. En Pennsylvania, por ejemplo, el demócrata John Fetterman (con achaques de salud y una mala participación en debate) le ganó a Mehmet Oz. Por su parte, el demócrata Josh Shapiro le ganó a Doug Mastriano. Oz y Mastriano eran candidatos pro-Trump y abiertamente apoyados por Trump.
Merece la pena resaltar el caso del actual (y nuevamente electo) Ron DeSantis, quien -con su nueva victoria- emerge como una alternativa republicana a Donald Trump por la nominación presidencial para 2024.