El Río Yaque del Norte, desde hace más de medio siglo pasa por una mutación deprimente. La fuente acuífera, de ser una atracción para criollos y extranjeros devino en convertirse en un vertedero y una cloaca.
Los tiempos de gloria del “Yaque Dormilón” —nombre poético del Río Yaque— ya ni siquiera en su historia se reseñan. Por ejemplo: hubo una época que para cruzar el rio era necesario abordar la barca que comunicaba las comunidades de La Joya y La Otra Banda.
La embarcación se caracterizaba por sus dos botes simples, sobre ellos una plataforma en madera que los conectaba, techada en zinc, como si fuera un alero. Dos bancos en madera rústica se extendían de lado a lado del piso.
Para la navegación se valía de un cable de acero fijado en sendos postes gruesos sembrados en una y otra orilla del Yaque. El cable sostenía una polea doble que, a su vez, evitaba que el rio arrastrara la barca. El barquero, por su lado, tiraba de las poleas con una soga de cabuya.
Pero a la altura del puente Yaque —puente viejo— había un bote simple y próximo al barrio Nibaje otro. Los dos transportes comunicaban el centro de la ciudad con el barrio Bella Vista.
La construcción del puente de La Otra Banda, el saque de arena para provecho privado y la conversión del rio en vertedero cargan con la sepultura del “Yaque Dormilón”. La barca y los dos botes los enviaron al mundo del olvido. Hoy nadie recuerda los servicios de transporte en navegación simple que ayer ofrecieron.
Justo reconocer que el deterioro del Yaque del Norte inició desde principio de 1970, cuando se establecieron en su rivera los bolsones de pobreza. Las casuchas se edificaron no solo sin control urbano, sino que, además, contaron con el apoyo de las autoridades de turno.
Pero el Yaque Dormilón despierta de tiempo en tiempo. En varios de sus despertares periódicos se encargó de limpiar su ría.
Ahora, la contaminación vertida por los poderosos de Santiago de los Caballeros es cada vez mayor. Ellos gozan de impunidad. También de financiamiento alegre.
En ese sentido, proyectos cuantiosos se han puesto en marcha con el supuesto objetivo de sanear la cuenca y el rio. Los ejemplos reseñados tienen la particularidad de que según sus títulos pareciera una duplicación al mejor estilo del doble registro en contabilidad.
El primero, el Plan Yaque. Es decir, Plan para el Desarrollo Sostenible de la Cuenca del Río Yaque del Norte, Inc. Se armó en 2021.
El segundo, “Proyecto de Saneamiento del Yaque y Revalorización del Centro Histórico de Santiago”. Puesto en marcha en octubre 2021. Los dos programas comprenden una inversión astronómica.
A su paso por Santiago el Dormilón espera la construcción de: “nueve colectores de aguas residuales, cuatro estaciones de bombeo de aguas residuales, 21 plantas de tratamiento de aguas residuales tipo humedales y el Balneario Las Charcas”. Además, la “reparación de un sistema de sifones, intervención paisajística y protección de laderas. Incluye un sistema de colectores de basura”.
Las iniciativas citadas son una muestra de las contempladas desde el 2020 a la fecha actual. Imposible reseñar los proyectos fallidos de los gobiernos anteriores. Con sólo mencionar sus nombres se llenarían decenas de páginas. La vorágine no tiene fin.
Parece que el Yaque Dormilón, en consecuencia, tendrá que despertar un día. Bajar desbordado y con su furia hídrica convertir en desplazados forzosos a los socios de las élites dañinas. Que en su despertar enfoque su furia hacia los poderes fácticos de la Ciudad Corazón. Que no quede de ellos ni tan siquiera el aliento.
Porque la inversión del gobierno dominicano, de los organismos multilaterales, de la cooperación internacional y de los ciudadanos es incuantificable. A su pesar, la calamidad del Yaque del Norte empeora cada día que pasa. Mientras más se invierte en él, peor.
Tanto es así que, a estas alturas, podría hacerse un parafraseo del título de la novela El Masacre se pasa a pie, de Freddy Prestol Castillo. Hoy puede decirse que, el Yaque —como el Masacre— también se cruza a pie.