En las elecciones legislativas de Francia, celebradas el pasado 7 de julio, en la que parecía su marcha triunfal hacia la victoria, la ultraderecha fue frenada de golpe por el voto estratégico de la izquierda y el partido gobernante.
Antes de examinar los resultados es preciso referirnos al complejo sistema electoral francés, que contempla la elección de 577 diputados, a razón de uno por circunscripción, lo que implica la celebración de 577 elecciones distintas.
Sin embargo, los diputados franceses tienen la particularidad de que son elegidos de manera individual, mediante el sistema de balotaje o doble vuelta, el cual requiere de una votación superior al 50% de los votos para ganar en primera vuelta.
Se trata de un umbral difícil de superar en el nivel presidencial y mucho más en el de diputado, como lo demuestra el hecho de que solo 76 candidatos ganaron en primera vuelta, 39 de los cuales correspondieron a la ultraderechista Agrupación Nacional, de Marine Le Pen, 31 al Nuevo Frente Popular, 2 a Ensemble, del presidente Macron y 4 a otras formaciones minoritarias.
Los restantes 501 escaños fueron elegidos el pasado 7 de julio en segunda vuelta, los cuales cumplieron con el requisito de alcanzar por lo menos el 12.5% de los votos de sus respectivas circunscripciones. Esto permite que muchas veces pasen tres o más candidatos a segunda vuelta.
Cuando el Ministerio del Interior, responsable de organizar las elecciones, divulgó los catastróficos resultados de primera vuelta de los candidatos de las formaciones de Macron y de Jean Luc Mélenchon, sus organizaciones se movilizaron de inmediato para tratar de impedir que la extrema derecha alcanzara el poder en segunda vuelta.
En ese sentido, la coalición de Izquierda Nuevo Frente Popular (NFP) y la oficialista recurrieron al voto estratégico en circunscripciones uninominales de doble vuelta, mediante el que los candidatos que se encontraban en tercer lugar renunciaron para apoyar a quienes se encontraban en la segunda posición. Los renunciantes del Nuevo Frente Popular fueron 134, mientras que los del partido de gobierno fueron 82.
De no haberse aplicado el voto estratégico, la competencia hubiera sido entre tres candidatos en lugar de dos, lo que le hubiera dado una mayor posibilidad de ganar la mayoría de las circunscripciones a la Reagrupación Nacional, de Marine Le Pen y Jorda an Bardella.
Producto de la dificultad que tienen las encuestadoras para medir el impacto del voto estratégico pronosticaron que la derechista Reagrupación Nacional podía llegar a superar los 200 diputados, en tanto que obtendría una segunda posición y el partido de gobierno quedaría en un lejano tercer lugar.
Contrario a las encuestas, el Nuevo Frente Popular se convirtió en la fuerza principal en la Asamblea Nacional, mientras el bloque del presidente Emmanuel Macron obtuvo unos resultados decentes, a pesar de haber disminuido su matrícula en más de 80 diputados.
Tal y como se ha podido apreciar, la ultraderechista Reagrupación Nacional, de Marine Le Pen, quedó en un decepcionante tercer lugar, a pesar de haber pasado de 89 a 143 escaños.
Finalmente, lo más significativo es que la extrema derecha sucumbió ante el voto estratégico y que, por ahora, dejó de ser una seria amenaza para los franceses.