La Real Academia Española (RAE), define el mérito como: “Acción o conducta que hace a una persona digna de premio o alabanza”. También, establece que es sinónimo de merecimiento, valía, valor, virtud, interés. Se encuentra en una frase bíblica que reseña el libro sagrado en Mateo 22, 21, cuando Jesús les replicó a los fariseos: “Devuelvan, pues, al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios”.

El mérito es reconocer en el prójimo virtudes y talentos aún se carezca de ellos. Uno de los grandes males de hoy es la falta de empatía y solidaridad con nuestros semejantes. La competitividad que caracteriza al mundo trae consigo que la gente no aplauda el valor, la disciplina y el esfuerzo ajeno. Es como si perdieran algo desde lo más profundo de su ser cuando feliciten a su propia especie por alcanzar un triunfo.

Asimismo, el valor del mérito consiste en ser objetivo aún no conozca al colega, al alumno, al profesor o al compañero de labores.  Abrazar la causa ajena nos hace más y mejores seres humanos. Hoy que las redes sociales están en apogeo, es fácil notar la falta de reconocimiento en quien comparte su esfuerzo. Es lamentable como se percibe la infelicidad del usuario que te conoce, pero no comparte tus hechos, aunque, es a la vez gratificante como quienes no te conocen en persona celebran con júbilo cada peldaño. Es complejo, porque debe ser lo opuesto.

Hace semanas leí con preocupación como una dama denostó sin mencionar nombre ni apellido el trabajo intelectual de un colega, aparentemente. Con el perdón de ella, eso es ser mezquino y mediocre. Cada uno hace lo que puede con lo que su circunstancia le permite. Lo lamentable es que alguien que dice ser intelectualmente superior no aporte como se espera según se jacta.

Otra conducta reprochable, es la de aquellos que solo comparten el mérito de su círculo. Hace unos días reflexioné con un amigo que hice vía las redes sociales, precisamente compartiendo y difundiendo todos sus logros, así también él los míos, que mucha gente que escribe y ha ganado fama por sus posturas, solo piensa que ellos merecen ser seguidos y reconocidos. Y es que hay quienes piensan que solo existen ellos, que su palabra es ley y que nadie puede refutarles. No valoran el mérito del prójimo, porque si lo hacen no pegan un ojo a la hora de dormir.

En fin, comparto esta reflexión con gran pesar y preocupación, porque esta pandemia se llama envidia y no esconde su egoísmo. Siempre seré de los que aplaude cada logro de un conocido, amigo o familiar, porque creo que “honrar honra” como decía Martí, pero como la costumbre se impone, me hago eco de lo que expresó alguna vez Jean de la Buyere: “Casi nadie repara por sí mismo en el mérito del otro.”