En sus orígenes el término valor se consideró vinculado al concepto de fuerza o de ser fuerte. Aunque todavía muchos así lo entienden, debe lograrse otro enfoque más adecuado. Es importante establecer la conexión entre valor y los valores humanos. Hoy entendido como fortaleza y agresividad podría ser un antivalor.

Si los fracasos no te detienen, sino que te mueven a superarte y cuando caes, siempre procuras volver a levantarte, entonces podemos hablar de valor. Cuando descubres que carece de sentido seguir en una situación tóxica, el valor también te da la capacidad de abandonarla, hacer un cambio radical y emprender otro camino, porque persistir bajo esas condiciones podría ser un lamentable error o una especie de masoquismo.

El valor te ayuda a descubrir aquello que quieres, caminar en su dirección e incluso te permite disfrutarlo mejor cuando lo alcanzas. No te garantiza que triunfarás, pero asegura que lo intentarás mientras puedas. Para vivir necesitas valor.

En ocasiones vemos personas inconscientes en conductas temerarias, por ejemplo, manejando a altas velocidades, eso no tiene nada que ver con el valor, a no ser que tengan razones suficientes que lo justifiquen (ejemplos: ser un piloto de carrera o estar en situaciones de peligro inminente). Si a la conducta temeraria la consideramos valor, tendríamos que ser admiradores de aquellos que hayan perdido el juicio y asuman conductas irracionales, porque correr riesgos innecesarios usualmente nos habla de importantes desequilibrios mentales.

Normalmente se teme a los delincuentes y tratamos de evitarlos, aunque tengamos valor es la actitud sabia y prudente, sin embargo, a veces vemos que cuando el delincuente está apresado, muchos se sienten envalentonados y tratan de acercarse para golpearlo. En realidad, alguien de valor no disfruta golpeando al caído, el cobarde sí.

Se cuenta que, durante la guerra civil de Santo Domingo del 1965, un oficial y dos soldados estaban a cargo de proteger el acceso a una calle de la ciudad. Al presentarse una feroz balacera, el oficial se refugia corriendo en la galería de una vivienda, mientras los soldados permanecen en su puesto respondiendo al ataque. Al finalizar el tiroteo, el oficial regresa y encuentra temblando de miedo a los dos soldados que repelieron el ataque, por lo que se burla de ellos, a lo que uno le responde: – “Es cierto señor, estamos temblando, pero en nuestro sitio”. En realidad, no existe mayor valor que el cumplir con su deber a pesar de estar lleno de miedo.

No tener miedo en una situación de peligro no es valor sino inconsciencia. El mismo Jesucristo estaba aterrorizado al saber lo que le esperaba, incluso sudó sangre (Lucas 22:44), pero siguió adelante. Sudar sangre se conoce en medicina como hematohidrosis y se puede presentar en casos de tensión o estrés excesivo. El verdadero valor de Jesucristo consistió en cumplir su misión como estaba previsto pese a saber lo mucho que sufriría, bastaba con no esperar a quienes sabía que venían a arrestarlo o decir que en realidad él no era un rey.

Mostrar posturas descaradas o rebeldes en ambientes donde sabes que no habrá consecuencias, no supone ningún valor. Las protestas y reclamos abundan en sociedades que intentan ser democráticas y respetan los derechos humanos. Los desfiles a favor de minorías, generalmente no se hacen en los países donde en verdad los rechazan sino donde los toleran.

La mayoría de las personas suelen autoproclamarse como valientes, pero los que verdaderamente lo son, son serenos, no necesitan alardear, no son abusadores, son emprendedores, libres (nada limita más que el miedo), no son traidores, dicen lo que piensan y no les atormenta pensar en la muerte.

En algunas profesiones el “exceso de valor” tiene connotaciones de irresponsabilidad y hasta de crueldad, por ejemplo: gobernantes, altos militares y cirujanos, porque arriesgan la vida de otros. Mucha prudencia cuando otros están en riesgo no habla de falta de valor sino de respeto por la vida humana.

Quien verdaderamente tiene fe, normalmente también tendrá valor. Vivir la vida con miedo exagerado, podría verse en algunas personas religiosas o supersticiosas, pero no en alguien de fe. Si verdaderamente tienes fe, los anuncios de desgracias no te producirán tanta ansiedad. Sólo la fe puede darte paz en la tormenta.

La persona de fe sabe que una explosión nuclear solamente puede destruir su cuerpo, que, aunque el planeta Tierra desapareciera, ella podría seguir existiendo y que, pese a que no vea alguna salida, todo funciona de acuerdo con un plan perfecto que más adelante entenderá claramente. Esa perspectiva de las cosas normalmente permite tener valor. Si practicas alguna religión, cuando descubras que tienes valor, sabrás que has encontrado el fundamento de tu iglesia. Ciertamente los apóstoles tuvieron miedo después de la muerte de Cristo, pero después de la efusión del Espíritu Santo nada los pudo detener.