El presidente Abinader tal vez no presienta que su gestión de gobierno se ha empinado en nuestra historia. No ha sido por la ardua labor que ha desplegado durante un periodo de gobierno accidentado por la pandemia. Es más bien por algunas de sus posiciones y decisiones. En conjunto, las mismas califican su primera gestión como un punto de inflexión positivo entre las de todos los gobernantes de nuestra historia. Podría inclusive bautizarse como trascendente.

Para aceptar tal veredicto es preciso definir la trascendencia.  Según un diccionario: “Dicho de los efectos de algunas cosas: Extenderse o comunicarse a otras, produciendo consecuencias.” Porque su gestión cumple con esa definición se puede afirmar que Abinader ha consolidado nuestra institucionalidad democrática y representa una bocanada de aire fresco frente a nuestra cultura política. Las repercusiones de su accionar sobre el quehacer político –y la partidocracia en particular—promueven tambien la estabilidad y la ética sociales.

Lo más trascendental hasta ahora ha sido la declaración que hizo en el discurso con que su partido celebró la reciente victoria electoral. Por primera vez en nuestra historia un recién electo presidente se compromete, en una ocasión tan simbólica, a no volver a postularse a la presidencia. El devenir nuestro al respecto ha sido lo contrario: aunque en tales ocasiones los presidentes no revelaban sus intenciones políticas, su afán ha sido casi siempre la de querer eternizarse en el poder.

Aunque nunca ocupó el solio presidencial, Juan Pablo Duarte declinó la presidencia en por lo menos dos ocasiones que algunos de sus fieles seguidores le ofrecían. En tiempos recientes y según ChatGPT, Bosch, Balaguer, Guzman e Hipolito Mejia tambien en algún punto de sus carreras políticas declinaron su repostulación “por razones de salud, la presión política y hasta el respeto por la alternancia democrática y las restricciones constitucionales.” Lo que nunca ha sucedido es que renuncien antes de comenzar un nuevo periodo de gobierno. Por eso la retumbante declinación de Abinader tendrá un saludable impacto para la renovación del liderazgo político.

En el mencionado discurso Abinader tambien aludió a sus planes de trascendentes reformas. Para ello anunció su intención de buscar el consenso con los dos principales contrincantes de las elecciones. Se comprometió a retomar las discusiones sobre las 13 reformas que envió al Consejo Económico y Social (CES) al principio de su primer periodo de gobierno. Entre ellas destacó su compromiso de procurar una reforma de la Constitución que “le ponga candado” a la posibilidad de reelegirse por más de dos periodos consecutivos de gobierno. Tambien abogó por constitucionalizar la independencia del Ministerio Publico.

Para proponer un sitial trascendente en nuestra historia se deberán ponderar, además, algunos extraordinarios logros de su actual gestión. En tal sentido deben destacarse sus esfuerzos por mantener la transparencia en las ejecutorias de gobierno y por combatir frontalmente la corrupción. Esto fue el principal reclamo de la población en la campaña electoral del 2020. El pais estaba consternado por la escala de la corrupción entre muchos de los dirigentes del partido en el poder y su desfachatez había escandalizado a la clase media, provocando la expresión de su ira a través de la Marcha Verde.

La clarinada inicial de Abinader contra la corrupción fue el nombramiento de una Procuradora General independiente. Los casos que esta ha judicializado han sido tan escandalosos que han repercutido en las recientes elecciones en una exigua votación para el partido que los propició. El complemento fue la designación de dos funcionarios idóneos al frente de la Direccion General de Contrataciones Públicas y la Direccion General de Ética e Integridad Gubernamental para evitar los desafueros con el erario. A esto le siguió la creación de una Unidad Antifraude en la Contraloría General de la Republica que por primera vez en la historia publicó auditorias de funcionarios y entidades que cometieron irregularidades. Es seguro que, si se repite, tal medida tendrá un impacto disuasivo en el futuro.

Otras dos ejecutorias del mandatario completan el cuadro de un manejo idóneo de la política pública. La primera tiene que ver con las finanzas públicas. Tanto el FMI como otros organismos internacionales han encomiado la disciplina fiscal y la creatividad con que se ha higienizado el gasto público. Esto ha motivado que las agencias calificadoras hayan mejorado la posición del pais en el mercado financiero internacional (aunque todavía falte para lograr el “grado de inversion”). Todo lo cual ha contribuido a un satisfactorio crecimiento economico y hoy el pais en esta materia se coloca en la séptima posición de toda America Latina.

La otra ejecutoria luminosa concierne la protección social. El PNUD la define como “una combinación de programas de seguridad social en modalidades contributiva y no contributiva, regulaciones laborales en materia de estabilidad en el empleo y de salarios mínimos para un subconjunto de trabajadores, y programas contra la pobreza.” Abinader ha aumentado significativamente los subsidios sociales (Supérate, bono luz, bono gas, etc.) y las pensiones. Esto ha contribuido a bajar la pobreza y la indigencia y a disminuir, según la FAO, la subalimentación.

En su primer periodo Abinader tambien acumuló algunos nubarrones importantes. Ahí está el desproporcionado aumento de la nómina publica, el pobre desempeño del sector eléctrico y la falta de investigación de algunos funcionarios que la prensa señaló como perpetradores de graves irregularidades. (Tres ministros en particular fueron separados de sus cargos en medio de escándalos públicos.) Pero tales desvaríos no desmeritan ni disminuyen los logros reseñados. Son tristes secuelas de una cultura política que todavía delinque frente a los esfuerzos modernizantes de un gobernante con buenas intenciones. Después de todo, no hay gobierno perfecto.

En las postrimerías del primer periodo de gobierno se puede afirmar que los grandes logros reseñados de Abinader califican al periodo como trascendente. Sin embargo, no es lo mismo que el periodo de gobierno sea trascendente a que Abinader, como líder político, pueda merecer para la posteridad esa excelsa distinción. Quedan muchos problemas cuya solucion requieren la “profundización del cambio” que el mandatario ha prometido. Aun sin la colaboración de la oposición para materializar las grandes reformas, el renacer de la moralidad publica de la primera gestión habrá de ayudar a realizar las otras conquistas pendientes. El tiempo sera el juez supremo.