A mi edad me declaro feo, viejo y medio sordo porque mi oreja derecha que no oye nada desde que era pequeño a causa de una infección en plena postguerra española y no había medicinas para curarla y en consecuencia la tengo de puro adorno, como un florero o un cuadro, más bien para hacer juego con la otra. Y por si fuera poco y para ponerle la tapa al pomo también tengo lo que los médicos llaman ¨tinítus¨ en la que aún me sigue funcionando más o menos.

Ya mucha gente sabe lo que es el tinitus pero para los que lo desconocen les diré que es un sonido que permanece zumbando y martillando la cabeza y el cerebro de manera constante, ininterrumpida, día y noche y noche y día sin parar ni un solo segundo, es como una suegra peleona, pero muchísimo peor. Es un martirio, es una desgracia, es un verdadera vaina.

Parece que se trata de unas células que se desconectan, o se mueren o algo así dentro del oído y tiene el efecto de producir sonidos continuos y de intensidad variable, desde los más o menos soportables, los medianamente soportables, los que son como algunos políticos total y absolutamente insoportables, y los que le vuelven literalmente loco a uno. De hecho hay personas que han llegado a suicidarse por no poder aguantar ese tormento. No se trata de una broma acústica sino de algo muy serio.

Como es de imaginar he visitado muchos otorrinos en busca de alguna solución y todos me han dicho que por el momento no hay remedio alguno y que médicos y científicos de todo el mundo están investigando y haciendo pruebas, pero aún no existe ninguna medicina o tratamiento definitivo, y que lo mejor es aplicar eso tan casero de Agua, Ajo y Resina, es decir Aguantarse, A Jorobarse y Resignarse.

Pero miren ustedes por donde, desde hace un tiempo están apareciendo docenas de remedios de personas que siendo periodistas y otras profesiones muy lejanas a las médicas se han puesto a investigar por su cuenta y han descubierto soluciones milagrosas -según ellos- a base de alimentos naturales muchos de los cuales que se producen en Japón y otros lugares orientales así como otros métodos más bien pedestres, y que solo en unos cortos segundos o en unas pocas sesiones acaban con el bendito tinitus. !Aleluya! !Aleluya! !Aleluya!

Llegados a este punto solo nos queda que pensar o que estos no-médicos son unos super genios o los científicos son unos verdaderos zotes -torpes- que, con todos sus laboratorios, aparatos, tecnologías punta, fármacos avanzados, estudios y años de pruebas no son capaces de dar con esas soluciones tan ¨fáciles¨. Los no-médicos alegan esa justificación tan manida y empleada en muchos casos en la medicina natural de que a los laboratorios no les interesa sus ¨descubrimientos¨ porque perderían ventas cuando es todo lo contrario, los sofisticarían, envasarían, etiquetarían y se forrarían de millones.

Pero lo curioso y hasta sospechoso es que para acceder a los remedios naturales hay que comprar un libro con las fórmulas o los métodos de aplicación y con un precio en dólares que no es para hacer negocio ¡por favor, no son laboratorios! sino para amortizar costos de sus propias investigaciones. Hummm, esto huele a nada de desprendimiento o solidaridad hacia la humanidad y sí a un nuevo tipo de publicidad de las que calificamos de engañosa.

Es interesante el método que están utilizando para captar clientes, lo que yo llamo ¨los anuncios del bla,bla,bla¨, aparecen en Facebook, muchos si se ha entrado ya en alguno de ellos, y que consisten en lanzar primero una fuerte promesa de curarte, solo tienes que acceder con el clásico ¨Click¨ y comienza una larguísima perorata capaz de dormir a una docena de dinosaurios en pijama recién levantados de la cama listos para desayunar. Aducen mil y una razones, justificaciones, argumentos, ventajas, testimonios, pruebas exitosas con sus familias o amigos, e incluso que si el método no funciona te devuelven el dinero.

Les relataré un caso en carne propia o mejor dicho en oreja propia, mi mujer un día vio por internet un tipo ¨jablador¨, creo que era jardinero o algo así, que curaba el tinitus echando una pócima de vinagre en el oído durante varios días y me propuso hacer la prueba. Me negué en rotundo, pero tanto insistió ¡quién puede con las mujeres! que accedí aunque totalmente escéptico. Durante una semana mi oído recibía una ración de vinagre como si se tratara de sazonar una ensalada de lechuga, tomate, pepino y aceitunas en el canal auditivo.

Resultado: a los siete días el tinitus seguía tan Johnnie campante y yo con el carácter bastante más avinagrado pues me sentí que me habían tomado el oído en lugar del pelo. Si alguien es colega, que padece tinitus, cuidado con los remedios milagrosos, pongan mucho ojo y sobre todo el oído alerta. Hay muchos ¨listos¨ en el mundo afinando las maneras de cómo sacarnos los cuartos por el bolsillo o por la oreja. Demasiados.