Las definiciones de la palabra tiempo siempre han sido difíciles, no obstante que el tiempo como tal es algo fácil de notar como la clara mañana, o la oscura noche, y algo más difícil de medir si no se tienen los instrumentos mecánicos o virtuales que hoy día disponemos. Antes lo hacían por la posición del Astro Rey a lo largo del día, o por la proyección de la sombra como sucede en el precioso reloj de sol que hay en la zona colonial de Santo Domingo.
Cuando se habla de tiempo se trata de un asunto siempre complejo, no hay más que ver la cantidad de definiciones y su variedad. La del comúnmente llamado mataburros o más seriamente diccionario es la magnitud física que permite ordenar una secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo ¿Capito?
Hay otras muchos tiempos como el físico, el filosófico de Sócrates y Platón, y hasta el amigo Einstein se sacó uno de su sabio bolsillo y decía que el espacio y el tiempo son relativos que forman un continuo llamado espacio-tiempo y que la masa de los objetos hacía que se curvara ¿facilito no?
Hay más acepciones del tiempo como el meteorológico, ese que con frecuencia pronostica lluvias, rayos y truenos y en su lugar sale un sol radiante que levanta tremendas ampollas a los turistas playeros. Otros son los tiempos verbales aquellos que nos hacían aprender en el colegio ¿recuerdan? Indicativos, indefinidos, subjuntivo, pretérito perfecto, pluscuanperfecto y un paquete más de ellos que producían dolor de cabeza, de lengua … y muchas notas bajas o suspensos. También hay tiempos cortos como las picadas de ojo a las niñas lindas o los estornudos anunciadores de gripes, y largos como los trámites oficiales y las quincenas de cobros de sueldos a fin de mes que parecen años bisiestos.
Hay países en el lado extremo de los cumplimientos horarios como los Estados Unidos y en especial su mamá Inglaterra, donde allí no comen cuentos con el tiempo del trabajo o de los encuentros, en ambos hay que llevarlos a rajatabla y si alguien se retrasa lo más mínimo es una falta de educación imperdonable, peor que comer en calzoncillos en un restaurante de lujo, y hasta le aplican sanciones.
Ellos, los británicos, inventaron eso del O´Clock, o En Punto, ni un chin más, ni un chin menos, al medio justo, claro que ese concepto está fuera del entendimiento de los dominicanos. Allí el tiempo vale oro, the time es gold dicen, cosa que tampoco se entiende bien por aquí.
En la película La vuelta al mundo en ochenta días protagonizada por los geniales Alec Guinnes y nuestro Mario Moreno, Cantinflas, cuando regresan de su largo y azaroso periplo a Londres y ganan el sustancioso premio de libras esterlinas en juego, no lo hacen un cuarto o media hora antes, entran en el salón justo cuando el reloj da las campanadas del tiempo límite: Tang, Tang, Tang… la hora exacta: O´Clock. Es un mensaje de cómo actúan y piensan los británicos, podrán ser los más sosos del planeta, hablar solo del tiempo húmedo y lluvioso en las reuniones o beber tés insípidos a las cinco -O´Clock- pero puntuales sí que lo son, o al menos tienen esa fama.
En el otro extremo opuesto, en la órbita solar del incumplimiento, posiblemente a la cabeza mundial, está la República Dominicana donde si usted es puntual con las horas lo miran como un bicho raro, un ejemplar de otra dimensión o planeta digno de mostrarse en una jaula de zoológico. Y todos los dominicanos sabemos que el tiempo nuestro, por el calor, la historia, o la costumbre, es mucho más denso que en otras latitudes y por eso los segundos, minutos horas, días, años o siglos son más largos que lo establecido en el ya citado sistema internacional. El P. M. no es Pasado Meridiano, aquí significa ¨poco más, poco menos¨ y los relojes en lugar de ruedecillas en sus tripas o en las esferas, o los precisos aparatos virtuales, están hechos con pura miel de abeja prensada, riquísima por cierto.
Si uno llega a una reunión social a la hora convenida en punto lo más probable es que se encuentre con los camareros que aún no han acabado de arreglar las mesas o la barra, y le digan que los invitados llegarán una hora más tarde y muchos de estos continuarán goteando una dos o tres horas después de iniciado el acto y mientras que queden canapés que engullir o tragos por vaciar.
Si vas a una consulta médica no falla, o el doctor llega tarde porque siempre ha estado operando en otro hospital o esperas tu buen rato porque la consulta se prolongó pues el paciente anterior, don Mariano, llegó tarde y no podemos dejar de atenderlo ¡es don Mariano! El tiempo dominicano es un chicle de miel que se le puede mascar, saborear, estirar, y hasta hacer simpáticos globitos y explotarlos por puro placer, lo que venga en gana.
En los negocios los tiempos tienen un gran significado comercial, si llegas media hora antes de lo previsto se deduce que estas nervioso, que tienes ¨hambre¨ por llevarlos a cabo y estás en desventaja con la otra parte, situación que aprovechará en lo posible poniendo las condiciones más a su favor. Si llegas tarde a la cita estás diciendo que el asunto no te importa demasiado y eres tú el que toma la ventaja, hay que rogarte, convencerte, bajar los términos o los precios. Y si llegas puntual entonces eres sospechoso, un puntual en Dominicana…humm, cuidado, a saber con qué intenciones viene este tipo que es capaz de llegar a la hora correcta
Al respecto, recuerdo una vez que fui al interior del país a preguntar por el precio de un solar que estaba en venta con su correspondiente letrero de ¨Se vende¨, el propietario un hombre algo mayor con pura sagacidad campesina me dijo, señor yo no vendo, un tanto extrañado por la contestación le repetí la pregunta por segunda vez obteniendo la misma respuesta, señor, yo no vendo, al formularle la pregunta de marras por tercera vez y algo mosqueado pues había recorrido ciento cincuenta kilómetros para ello, me contestó señor yo no vendo… a mí me compran, a lo que yo bastante molesto por esa postura de superioridad y el largo viaje realizado, le contesté con sagacidad citadina pues mire, yo no compro …a mí me venden, me di la vuelta y me marché, el propietario quiso continuar la conversación pero era tarde, el que tenía los cuartos era yo y el que los quería o necesitaba era él que por eso lo ponía en venta.
Pero sigamos un poco más con el tiempo en nuestro patio, hay que decir en honor a la verdad que con la globalización y la complejidad de los negocios el dominicano está tratado de ser más puntual, o mejor dicho menos impuntual, pero el tránsito impío, anárquico, enloquecedor, que nos gastamos aquí en la capital y cualquier otro punto de la República, todavía acentúa más las tardanzas. Jefe, llego un cuarto de hora tarde pero es que en la Duarte había un tapón no de botella… ¡de garrafón! Suena a excusa, pero es verdad. Por cierto ¿saben quién no tiene prisa? Lo adivinaron: El Tiempo, ninguna en absoluto.