En 1898 se publicaba en el Listin Diario de fecha 15 de enero, un trabajo escrito por el doctor Narciso Alberti y Bosh sobre esa enfermedad. Este interesante texto fue escrito en diciembre de 1897 por este distinguido licenciado en medicina, cirugía y farmacia.
El trabajo lo transcribimos a continuación: “En el año de 1857 estaba sitiada la ciudad de Santo Domingo e infinitos combates se libraban en sus alrededores, El Hospital Militar estaba siempre lleno de enfermos y heridos, con tan mala suerte para estos últimos que ya se sabia, hombre herido era hombre pasmado y hombre muerto. Por fin se rindió la ciudad después de once meses de sitio y en el ejército vencedor vinieron algunos individuos que estuvieron tetánicos a quienes su familia había curado en el campo. Esto dio por resultado que se corriera la falsa propaganda de que el médico militar los pasmaba expresamente y poco faltó para que lo asesinaran.
Durante los años 1864 y 1865 fueron castigados los ejercitos españoles por esa terrible enfermedad siendo inútiles cuantos esfuerzos hizo el cuerpo de Sanidad Española para precaverla y evitarla. En un país como este en que el tétano es tan frecuente o endémico, en que niños, hombres y ancianos sucumben a las veinticuatro horas de haber sufrido una ligera rozadura, en que las inyecciones de quinina son casi inaplicables, en que el parto es un suceso alarmante por la frecuencia de los tétanos puerperales y en que cada operación de cirugía causa horro hasta el extremo que las personas pudientes marchan a operarse al extranjero y los pobres prefieren morir sin ser operados, es el tétano un fantasma que aterra al médico, a la familia y al enfermo.
Por otra parte hay que convenir que desde el año 1844 al 1870 las miles de vicisitudes políticas por que ha atravesado este país no podían menos de afectar en gran modo la manera de ser de la profesión médica en Santo Domingo. Sin escuelas de medicina, sin academias, sin hospital y con cambios radicales de personal en las frecuentes sucesiones de gobierno, relegado el arte de curar a algunos prácticos y a uno que otro médico que solo estaba aquí de paso o vivía más o menos tiempo en el país. Es por tanto completamente imposible hacer estadísticas, compaginar datos exactos ni hacer verdaderas deducciones de que acerca del tétano pensaban los médicos que ejercieron la profesión en Santo Domingo. Lo que se puede asegurar sin embargo es que los tétanos tratados por les médicos de la ciudad se morían y los asistidos por campesinos se salvaban.
Sobre el año de 1870 vino al país el doctor Manuel Durán y fundó una academia que bien pudiéramos llamar escuela de medicina, no porque en ella se difundieron grandes luces sino por el reducido numero de alumnos que asistían. Después, Don Ignacio María González, que era presidente de la República escogió los alumnos más aventajados y los mandó a París a cursar nuevamente medicina en aquella ciudad. Los que regresaron como doctores se unieron con algunos buenos elementos como el doctor Carlos Arvelo quienes se unieron con buenos deseos a la idea del Padre Meriño de fundar el Instituto Profesional que ha dado algunos licenciados como el que suscribe. Hay que destacar el estudio, razonamiento y criterio del modestísimo licenciado José de Jesús Brenes, que es quien les arranca a los campesinos el secreto de la curación de los tetanicos y así convertir un método empirico en método racional y aplicable a la clínica particular, llegando a considerar los casos más desfavorables como susceptibles de curación”.