Desde mi observatorio de la Ciudad Primada de América me dirijo, en nuestra duodécima crónica, a todos mis improbables lectores con el deseo de analizar una realidad poco analizada que se concreta en el carácter testamentario de la obra de todo escritor (de cualquier tiempo y lugar).

En mi opinión, todo escritor cuando escribe (sea el género literario que sea, el medio o el formato que use) está haciendo su Testamento. Quizás se sorprendan y hasta se asusten de lo que digo. Es necesario que lo explique para que lo entiendan, en toda su profundidad.

Cuando un escritor escribe (sobre la realidad, sobre lo que le rodea o sobre algo personal o algo que está en la esfera de la ficción o la fantasía) su objetivo es plasmar lo que siente, lo que piensa, lo que se imagina o lo que quiere testimoniar al público. En tal sentido, de manera inconsciente o consciente, está poniendo por escrito su Testamento Vital (en pequeños fascículos que se actualizan conforme sigue redactando y publicando nuevos textos hasta el mismo día de su muerte).

Aún en los casos en que se pone en otra piel, finge ser otra persona o se pone en tesituras contrarias a su propio parecer, muestra en su forma de escribir y en su forma de testimoniar lo que imagina una huella indeleble de su identidad, de su originalidad y de su paso por el mundo.

Dirán ustedes que lo que digo no es relevante o no tiene mucho que ver con lo que se presupone que hace un escritor. Les ruego, en ese caso, que me den el beneficio de la duda y crean en lo que les digo.

El escritor (crea o no crea en ello) escribe con el deseo de comunicarse y a la postre con el deseo de dictar testamento en honor a las Musas, al Prójimo, a la Justicia, a la Conciencia o sea a lo que sea a lo que encomiende su Vida.

Para ser consecuente con lo que digo presentaré mi caso concreto. Como escritor multidisciplinar me gusta contribuir con mis escritos al lector de alguna forma: 1°-Aportándole algún tipo de conocimiento nuevo (ello lo hago, fundamentalmente, cuando publico mis libros de materia histórica, cultural y espiritual). 2°-Presentarle algún tipo de reflexión que le sirva para repensar la realidad. 3°-Reflexionar sobre nuestra existencia para extraer alguna enseñanza que pueda usar en su cotidianeidad personal.

Por otro lado, de manera consciente, me gusta dar testimonio de lo que creo que es importante y reconocer aquellas personas, hechos o realidades que han sido para mí importantes. Acudo, en ese caso, al poder taumatúrgico de la escritura para dejar por escrito lo que creo que es de justicia. Creo que es bueno para el Alma tener, siempre, las cuentas del Debe y del Haber en orden (para estar en paz con uno mismo y con los demás).

Creo que es suficiente por hoy. Para concluir, espero que el ejercicio de honestidad que debemos hacer todos los escritores sirva para hacer del Mundo en el que vivimos un lugar más justo, más cálido y humano.