¿Qué tienen en común Jesús, Gandhi, Mandela, Ernesto Guevara (Che)? Si apreciamos el curso de cada liderazgo, nos percatamos que ninguno surgió de la noche a la mañana, todos mantuvieron una evolución constante y natural hasta llegar a ser líderes influyentes.

En la actualidad, muchos quizás no necesiten el don de la palabra, ser letrados o tener un título, simplemente, luego de dormir 10 o 12 horas despiertan creyendo ser líderes de opinión y toman las únicas armas que tienen para combatir: las redes sociales.

Para muchos de los atrevidos emisores, es cuesta arriba mover el músculo de la creatividad con ánimo de llevar contenido sano, pulcro y con sentido. Para los vulnerables receptores, es difícil no seguir tanta sustancia banal cuando no cuentan con los recursos para dictaminar lo bueno de lo dañino. Y es por esta razón que en las sociedades de juicios inmaduros y carentes de ojo crítico suele reinar el ruido, los oprobios y la concupiscencia. Pero, obviamente, a muchos de ellos no les importa ni le interesa esto, simplemente toman el camino que les otorgue mayor beneficio. Entonces, ante esta hesitación, ¿qué hacer, revisar la sociedad para tratar de detener la trivialidad y vulgaridad, regular el contenido o crear una carrera universitaria para elevar la calidad de los juicios emitidos?

Antes, las vías esenciales de socialización eran la familia y la escuela, hoy, existe un fenómeno digno de prestar atención, los medios de comunicación social (MCS), pues de ellos irradian patrones de conductas acerca de creencias, valores y actitudes. Esta actividad debería ameritar mayor responsabilidad por parte de sus actores, pero casi siempre nadie le presta atención y el circo continúa, sus súbditos le llaman “influencers”, y son el barullo y la infopolución, sus armas para llamar la atención.

"15 segundos de aplausos; esta fue la recompensa de Jaime, luego de estudiar durante 5 años, tomar a diario un transporte urbano para ir a trabajar de madrugada y así mantener a sus padres y pagar la universidad. 15 segundos le tomó a un tiktoker subir un video que le generó los ingresos suficientes para pagar la carrera de Jaime". ¿Cuál es el mensaje? Que el mundo se motive a ser influencer con la única visión de generar rating y así llenar vacíos, entre ellos, la cartera.

Cómo vemos, bajo una burbuja de conciencias mermadas, este perfil intenta también tirar por la borda la cultura de levantarse cuando el gallo canta, la del esfuerzo y el trabajo arduo. Sin embargo, aún hay tiempo para confiar en que reine la meritocracia, pero con ojo visor ante la presente amenaza, pues si no aclaramos el presente de todos, muchos Jaime estarán desanimados a estudiar en un futuro, y es allí donde no habrá influencer que conozca cómo inyectar una jeringa, cómo construir edificaciones y lo más importante, quien imparta la educación.