¿Cuáles son, en fin, los elementos constructivos de la poética y de la crítica surrealista?

  • El sueño
  • Las derivaciones oníricas
  • El mecanismo de transferencia pictórica y poética
  • La transgresión poética
  • El movimiento psicológico de la imaginación
  • La nocturnidad
  • La diurnidad
  • El fantasma en potencia y acto
  • La alegoresis
  • El inconsciente cultural
  • El insconciente individual y colectivo
  • Los símbolos naturales y culturales
  • Las escenas primordiales
  • El mito como escena simbólica y sociocultural
  • La regresión
  • La represión
  • La subversión

 

Estos elementos configuran tanto una poética de la temporalidad, así como una poética del espacio en el sentido de ambas intuiciones. (Véase, Gastón Bachelard  1934, 1938, 1948, 1957). El territorio surrealista produce la convergencia cuya expresión visual y poética se estructura en las múltiples posibilidades de asalto a la realidad. La visualidad de la escritura poética, remite a un desencuentro, así como al cuerpo significante cultural que le sirve de base a la significación del sujeto en proceso de memoria, forma, fundamento y destrucción.

 

Podemos decir que el surrealismo como crítica, poética y pensamiento es una escena abierta a los sentidos. Sus variados puntos y semánticas fuertes hacen que el espectador produzca las variadas tensiones y el espectro visual, donde la superficie onírica y material se explican y se expresan a partir de un código intrarreferencial que da cuenta de los efectos y significados de la estructura artística. Por ejemplo como poeta, ensayista, crítico y teórico del arte. (Observar referencias en El arte mágico, 2019, op. cit.).

 

Tanto en Amor loco, como en el 1er y el 2do Manifiesto, así como en su antología del humor negro, André Breton se reconoce como un poeta y un mago que intenta subvertir desde sus amplias posibilidades bio-perceptuales el campo onírico. Se hace necesaria la referencia al psicoanálisis como desestructuración de espacios comunicativos, desde los cuales se constituye un lenguaje de la ensoñación.

 

La matriz estética se reconoce como una matriz onírica donde, a través de la plástica y la poesía, se producen las diversas marcas de un territorio poético-visual con un sello propio.

 

Los estratos sensibles, así como los campos perceptuales de las imágenes creadas por el surrealismo, cualifican los modos de presencia y las pulsiones del organismo que, junto a sus metáforas, poetizan y prosifican los mundos del sujeto. Los cortes y líneas de la neo-figuralidad surrealista acentúan el contraste entre visión, sueño y realidad a partir de una empresa que solicita, en el marco de la cultura, una variedad de miradas o angulaciones intelectuales, para de esta suerte, crear su campo de comprensión unitivo, a partir del cual se entiende la verdadera definición del arte contemporáneo.

 

El surrealismo produce en este contexto su propia historia, pero también su propia negación. Los poetas y los pintores surrealistas incluyen la dialéctica del ente y del no ente, produciendo desde la imagen una dislocación, así como un entendimiento metafísico particularizado en la condición humana. Tal es el caso de Magritte, Salvador Dalí, Max Ernst,  y otros artistas  como  Miró y De Chirico. Estos creadores han creado su propia poética junto a un determinado sentido de la imagen plurívoca.

 

La imagen del mundo en el surrealismo es una imagen visible, por cuanto sus elementos constitutivos desajustan el cuadro de la realidad creando un nivel estructurado del organismo entendido como metáfora. Lo que equivale a reconocer determinadas culturas, desbordamientos semánticos, imperios imaginarios, recorridos iniciáticos, sueños apocalípticos, desintegración de la materialidad artística, éxtasis, magias, disoluciones materiales y formales, presentificación de aguas amnióticas, turbulencias, vaciados orgánicos, desajustes fisioanatómicos, superficies letales, rompimientos de la visión, incandescencia, atomizaciones y otros fenómenos percepto-sensoriales que implican nuevas funciones estéticas, así como nuevas articulaciones mitográficas y literarias.

 

Los mitos visuales y poéticos pronunciados por la visión surrealista ordenan un cosmos particular y a la vez, un espacio con presencias temporales y relatos fantasmales referencializados.

 

La caligrafía onírica y visual, así como la nueva emblemática surrealista, posibilitan los mecanismos disposicionales para crear el acoplamiento entre el vacío y la plenitud. Ambos términos definen en la pintura china la totalidad dialéctica y significante  en la vía comprensiva de su espaciamiento como sueño-presencia espectral permanente. Es por eso que los marcos de significación crean la posibilidad de simbolizar y normalizar los órdenes de un pensamiento cuyo anclaje será la negación.

 

Toda escritura crítica dentro de esta perspectiva habrá presentificar y conocer por mediaciones las llamadas tensiones de la materia y la forma artística, pero además, los flujos y decuadramientos formales que propone el artista en su invención o en su fundación mítica. Es desde ese mismo movimiento como los arquetipos producen las variadas superficies estéticas, produciendo de esta manera un espectro biofísico de intensidades variadas. La subjetividad, así como la ensoñación poética, hacen posible en este enmarque el alumbramiento o claridad primordial del arte.

 

La llamada post-vanguardia  crítica vio en el surrealismo un tipo de movilidad individual, al tiempo que una función desintegradora del espacio mismo de las vanguardias. Junto al disturbio creado por los diversos movimientos de renovación artística reconocidos, una nueva concepción del arte empezaba a nacer y a propiciar la nueva lectura de lo real y la nueva mirada estética, creadora de una situación artística impuesta por nuevas búsquedas y nuevas estructuras en los espacios constituidos del arte. Una visión crítica neohumanista reconoce en el surrealismo una fuente de signos y símbolos emergentes para la producción artística y literaria dominicana contemporánea.