Mar en calma. Con energía
desafiante asume el reto
de entender la sabiduría
inmortal de quedarse quieto.
Carlos Bousoño
El coste, el valor de las cosas en el mercado, tiende a variar de acuerdo a las circunstancias y también a la dureza interna acumulada durante años por una persona. Es habitual que cualquier joven deslumbrado por los acontecimientos de una época determinada o bien hipnotizado por un líder en particular, una vez situado en un terreno distinto cambie su modo de contemplar la realidad. Cuando alguien realiza el tránsito desde un territorio árido a otro pródigo en verdor es muy probable que sufra una transformación y deje de ser el individuo critico que antaño fuera con los poderes fácticos. Su motivación primera, fruto de la edad y de la escasa experiencia, fue ante todo emocional e irreflexiva; de ahí el carácter efímero y pasajero de muchas luchas sociales y reivindicaciones colectivas de clase.
Por lo general vemos a ciertos líderes inmersos en su etapa de pleno apogeo, armados de sólidos discursos y entusiastas reclamos. Acalorados tribunos que al pasar el tiempo van cambiando no solo sus palabras sino incluso aquella indumentaria cercana, en su llegada a la política, a usos y costumbres de los sectores sociales más desprotegidos a quienes pretendían representar. Todo en ellos va sufriendo paulatinamente ligeras modificaciones a veces imperceptibles. Recuerdo bien a una dirigente sindical. En su momento fue todo un referente revolucionario de protesta e indignación ante los atropellos de los poderosos. Años después volví a ver su imagen en una revista económica junto a un grupo de "damas de la alta sociedad" propuestas como ejemplo de conducta. Definitivamente ella había completado el tránsito hacia otros lugares de mayor comodidad desde aquella inicial pantomima redentora.
La indignación profunda se cuece por debajo a fuego lento y no precisa demasiados elementos ni ruido innecesario. La rebeldía es mucho más que escandaloso deslumbramiento y debería partir siempre del sosiego, de una visión crítica del mundo sin estridencia que permita, al propio tiempo, disfrutar el lado amable de las cosas. Aquellos que renuncian a vivir un estado anímico convulso y de insatisfacción constante, suelen ser quienes logran hacer un recorrido –más decidido y largo en el tiempo– en defensa de los intereses que afectan al común de los hombres. Personas capaces de detenerse a mirar lo hermoso del camino y que no se estacionan en una sola cara de la moneda. Recelo de aquel que todo lo ve oscuro y de modo negativo, pues sé que tarde o temprano acabará por tirar la toalla. El corredor de larga distancia debe medir sus tiempos de esfuerzo, no es posible mantener la misma intensidad a lo largo de todo el recorrido. Hay momentos en los que se está obligado a llevar un trote alegre y en otros a ir más lento para sostenerse con firmeza dentro de la carrera. Cuando observo personas vomitando improperios ante cada hecho de la vida, me cuesta confiar en ellos. Más bien creo que ese hombre o esa mujer tienen una grieta abierta bajo sus pies imposible de cerrar. Me cuesta fiar en la palabra de ese tipo de personas que lo ven todo de color gris y frente a aquellos a los que todo les resulta una afrenta y una agresión exterior. La vida es a veces dolor no hay duda, pero no solo es eso. La vida es también sosiego, es paz y armonía con toda la belleza que nos rodea en este mundo.