Como dijimos en la entrega anterior, la situación internacional hizo que apenas unos meses después de su establecimiento, se inaugurara la Reunión de Consulta. El 1 de septiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial y el 23 de ese mismo mes, se convocó la Primera Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, en Panamá, en la cual se declaró, como ya fue dicho, la neutralidad ante el conflicto. Las dos Reuniones de Consulta que siguieron también merecen su mención. La Segunda se celebró en La Habana en 1940 para analizar el posible escenario si Alemania vencía en Europa y se apoderara de las colonias francesas e inglesas en América. Así fue como se aprobaron dos Resoluciones de seguridad colectiva: la “Declaración de Asistencia Recíproca y Cooperación para la Defensa de las Naciones Americanas”, antecedente del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), y el “Acta sobre administración provisional de colonias y posesiones europeas en las Américas”. La Tercera Reunión de Consulta se celebró en Río de Janeiro en 1942, con motivo del ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941. En esa oportunidad se recomendó el rompimiento de relaciones diplomáticas con los países del eje (Japón, Italia y Alemania), aunque, a pedido de Argentina y Chile, se permitía a cada Estado actuar según sus circunstancias. Esto le permitía puntualmente a la Argentina, seguir enviando cereales y carnes a Gran Bretaña sin que sus buques fueran blanco de los submarinos alemanes.
Antes de concluir la Segunda Guerra Mundial, los potenciales vencedores se reunieron en Dumbarton Oaks, Washington, en 1944, para diseñar la nueva arquitectura mundial en función de la distribución del poder de la posguerra. De tal encuentro surgirían las bases de lo que luego se plasmó en la Carta de las Naciones Unidas en la Conferencia de San Francisco en Junio de 1945. Los países latinoamericanos no habían sido invitados a Dumbarton Oaks y por ello decidieron convocarse en Chapultepec, México, en febrero de 1945, para la Octava Conferencia Interamericana, sobre “Problemas de la Guerra y de la Paz”. Allí se adoptaron dos Resoluciones: el “Acta de Chapultepec sobre asistencia reciproca y solidaridad americana” y, otra sobre la necesidad de reorganizar y fortalecer el Sistema Interamericano, luego de que terminara la Conferencia de San Francisco. De allí que, aprobada la Carta de las Naciones Unidas, los países se volvieron a reunir, de manera extraordinaria, en Quitandhina, Brasil, en 1947, para la “Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad Continentales”, de donde surgió el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), firmado en Río de Janeiro ese mismo año.
Después de todo el recorrido anterior, es así como llegamos a la Novena Conferencia Interamericana de 1948, realizada en Bogotá, donde se adoptó la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que sustituyó la Unión Panamericana. También se adoptaron otros dos instrumentos trascendentales del Sistema Interamericano: el “Tratado Americano de Soluciones Pacíficas o Pacto de Bogotá” y la “Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre”. Mientras se reunían las ratificaciones necesarias para la entrada en vigor de la Carta, se realizó la Decima, y última Conferencia Interamericana en Caracas en 1954, que trató temas como la abolición de la segregación racial y el fin del colonialismo en el hemisferio. A pesar de que una Decima Primera Conferencia fue programada para 1961, la misma fue aplazada indefinidamente y, en 1970, la Asamblea General de la OEA, decidió que el mecanismo de Conferencias Interamericanas quedaba definitivamente reemplazado por el de Sesiones de dicha Asamblea General.
Resulta obvio, que la construcción del Sistema Interamericano comenzó mucho antes que la OEA se constituyera formalmente en 1948. Tan es así que la Carta de la OEA, como hemos visto, fue aprobada no en la Primera, sino en la Novena Conferencia Interamericana. No obstante, es justo reconocer que la constitución de la OEA es un hito trascendente en la evolución del Sistema Interamericano, ya que ella es el eje ordenador de las distintas instituciones: una suerte de columna vertebral del sistema.