El neuropsiquiatra portugués António Damásio, quien obtuvo el premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica en 2005, publicó en 2010 su ensayo El cerebro creó al hombre (editorial Destino), que nos introduce en la complicada búsqueda de las emociones y cuyos planteamientos continúan vigentes. En estas páginas Damásio nos habla de los misterios de la mente y la conciencia, de la voluntad, de la personalidad y otras dimensiones cuya investigación, por supuesto, prosigue hoy en muchos lugares del mundo.

Como tantas veces sucede en la neuropsiquiatría, debemos remontarnos a un caso clínico de hace décadas. En 1918, en París, una mujer que conocemos por M fue ingresada en un hospital con un cuadro que evidenciaba numerosos y muy diferentes síntomas de delirios y agitación, entre otros, que había perdido la capacidad del reconocimiento facial de las personas con las que tenía un vínculo afectivo.

Un psiquiatra, el doctor Joseph Capgras (1873-1950), se hizo cargo del caso y, ante la peculiaridad del trastorno de su paciente, se centró en realizar y en ampliar, más allá de los signos y síntomas evidentes, una historia clínica en la que describió los aspectos fundamentales y que quedó asentada como la descripción de referencia de un síndrome neuropsiquiátrico.

Posteriormente, otros psiquiatras estudiaron este caso y algunos similares y plantearon una descripción conocida como “el delirio de los dobles”, para referirse a aquellos enfermos, como aquella mujer M, que centran todo su discurso en la “falsa identidad” de las personas de su familia y de su entorno afectivo.

En la etapa inicial, este cuadro clínico suele pasar casi desapercibido, porque su intensidad es baja y no suele interferir en la vida diaria, pero llega un momento en que produce una disfunción y una ruptura con la realidad y la persona enferma es incapaz de reconocer las caras y, en consecuencia, compensa esta situación con un delirio de sustitución que le lleva a albergar ideas ciertamente extravagantes para justificarlo. Esta dinámica mental no afecta a otras capacidades como la escritura, su capacidad de orientación o de nominación de las cosas y también puede caminar o coordinar sus movimientos.

En algún momento, los científicos acordaron llamar al delirio interpretado por Capgras como la “locura razonante”: todo giraba en torno a hechos reales, pero las conclusiones que la persona afectada extrae están fuera de la lógica, eran parte de su delirio.

Inicialmente, se consideró que este trastorno era más habitual entre la población femenina, pero luego se descartó que el sexo fuera un elemento relevante. Ciertamente, la descripción de este delirio particular ha suscitado una gran controversia entre la comunidad científica y hoy ya se acepta que está relacionado con un daño en órganos como el cerebro producido por muchas patologías y que genera un déficit neurológico llamado prosopagnosia, magistralmente descrito por Oliver Sacks en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.

El síndrome de Capgras es el delirio paranoide que origina en quien lo padece el sufrimiento de creer que quien le mira es un impostor idéntico a esa persona que debería conocer. Y aún hoy es un misterio.