Se le atribuye a Martin Luther King, decir: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos.” Es increíble como décadas después el “silencio de los buenos” sigue presente. Las sociedades que callan arbitrariedades son cómplices de su destino.
A diario, fruto de la dinámica social, suceden casos que estremecen la opinión pública. Mientras que, otros, son ignorados sin explicación por quienes precisamente hacen “opinión”. Hay un adagio que reza de la siguiente manera: “La mujer del César no sólo debe ser seria, sino aparentarlo”.
Es decir, quien calla ante injusticias palpables se convierte en partícipe de cualquier atrocidad que se cometa. Y, cuando ese silencio se manifiesta con favoritismo o a cambio de una remuneración, entonces quien dice ser serio nunca lo fue. Llama la atención la mutación del término “moral” que muchos han querido lograr solo para justificar lo que antes criticaron.
Según refleja la Biblia, Jesús dijo: “Aquel que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. Este pasaje podría ser interpretado por muchos como una manera de decir todos somos pecadores. Quizás sea cierto. Sin embargo, cuando se trata de hechos repudiables no todos cabemos en la misma bolsa. Honestidad no es decir “soy honesto”, sino demostrarlo.
Es prácticamente estoico apegarse a principios y valores éticos. No es tarea fácil pensar diferente en una sociedad que, en su mayoría, a puesta al caos, al morbo, a la destrucción moral de las personas, sin importar su dignidad y la de su familia. Al parecer, la presunción de inocencia solo está escrita en la Constitución y en las leyes, porque su aplicación es escasa.
Generalmente, a lo que el hacha va y viene, la opinión pública de un pueblo hiperconectado destruye honras sin la más mínima consideración. La gente suele juzgar sin vacilación, solo porque un personaje del momento es quien acusa o da la noticia. Lo peor es que la empatía no se refleja al momento de señalar. Todo lo contrario, hablan y escriben con propiedad de lo que ellos mismos ignoran, porque es más fácil montarse en olas mediáticas que investigar.
En fin, seguirá siendo objeto de estudio desde distintas disciplinas la pusilanimidad del ser humano. No se trata de salir a poner el pecho, sino, ser correcto arriba y abajo, no a según. Se sabe que todos tenemos intereses, pero se hace la diferencia cuando aun siendo parte de un colectivo, se sabe reconocer cuando se está bien y cuando se actúa mal. Solo los valientes pasan a la historia. El cobarde se entierra solo.