Heredamos de los gobiernos del PLD un servicio exterior supernumerario, incompetente, ineficiente. Con el nuevo gobierno, valga reconocer que han mejorado algunas cosas; se exhibe un mayor activismo en la promoción de exportaciones, atracción de inversión extranjera y participación del país en organismos internacionales, así como una significativa reducción de la nómina. Tal vez esto último sea lo más relevante.

Según el canciller Roberto Álvarez, una abultadísima nómina de 1327 funcionarios pasó a 600 en agosto del 2021. Empero, los criterios para retener a los funcionarios que se decidió dejar del gobierno anterior y para el reclutamiento de los nuevos parece que siguen siendo los mismos. Salvo una que otra excelente designación de nuevos embajadores, la mayoría de las caras que vemos en las misiones, embajadas y consulados dominicanos nos dice que aún no ha sido superado el nepotismo y clientelismo que caracterizó a la anterior administración.

Pero en lo que más corto se queda la actual administración es en el tratamiento que ofrecen los consulados a los dominicanos en el exterior, he aquí una muestra:

Un amigo residente en Boston me acaba de comunicar que fue recientemente a buscar un poder al consulado dominicano en esa ciudad y recibió esto como constancia de pago por el servicio recibido.

Como pueden ver, dos papelitos escritos a mano, con toda la indelicadeza o, más bien, falta de seriedad y total ausencia de la formalidad que requiere un documento expedido por una institución gubernamental.

Además, al amigo Radhamés Peguero se le obligó pagar este servicio en efectivo, porque allí no se acepta otra forma de pago. ¡Válgame Dios!, en la era digital, donde se ha generalizado el uso de los medios electrónicos de pago, tarjetas de débito y crédito, PayPal, etc., nuestros consulados continúan operando como mercados de frutas y verduras, donde solo se acepta el efectivo como forma de pago. Me refiero, por supuesto, a los mercados dominicanos. En París es práctica generalizada pagar con cheque en los mercados callejeros, pequeños montos de cinco y diez euros.

Pero estos son solo detalles, reductos de esa mentalidad de bodegueros de batey que todavía perdura en nuestras instituciones, lo peor es la estafa. Al amigo Peguero le cobraron 115 dólares por un documento que, de acuerdo al catálogo de servicios consulares que aparece en la página del Ministerio de Relaciones Exteriores, su costo es de 75 dólares y, no conformes con eso, le cobran otros 30 dólares por apostillarlo. Con todo y eso, es un afortunado. Hace apenas dos años, a mí me cobraron 225 dólares por ese mismo documento en el consulado dominicano en Montreal, una ciudad donde el costo de la vida es inferior al de Boston.

Como durante la pasada administración, el catálogo de servicios consulares de cancillería sigue siendo un chiste de mal gusto. Varios de los servicios indicados en ese documento no tienen costo, pero olvídese de eso, en los consulados dominicanos se cobra hasta los buenos días y los precios de los servicios pagados varían, no en función del costo de la vida donde están establecidos sino, en función de las apetencias de enriquecimiento de los cónsules.

De manera que estamos muy lejos de las promesas que hizo PRM a los dominicanos en el exterior. Cito parte de lo prometido al respecto en su programa de gobierno:

“…debemos considerar un apoyo firme a la comunidad dominicana en el exterior. El grueso de esa diáspora es el resultado de la incapacidad del modelo económico, institucional y político de garantizar una vida digna a la ciudadanía, que emigra buscando las oportunidades que su país no le ofrece. Por lo tanto, le brindaremos facilidades, asesoramientos, incentivos para su reintegración a la sociedad dominicana, así como apoyo a través de nuestros consulados en el exterior.”

Como siempre, la baba de nuestros políticos se que queda muy detrás de sus pasos.

Si el apoyo que merecemos los dominicanos de la diáspora como recompensa por enviar al país remesas por concepto de más de diez mil millones de dólares al año es el que estamos recibiendo de los consulados, deje de apoyarnos señor gobierno. Preferimos quedarnos tan solo con la satisfacción del deber cumplido: continuar ayudando, con muchos sacrificios, a nuestros familiares que no han tenido la oportunidad de abandonar un país gobernado por una clase política que, por su renuencia a abandonar sus escandalosos privilegios, no puede invertir los recursos necesarios para mejorar su suerte y necesitan que continuemos auxiliándolos, enviándoles el welfaire que ustedes no les ofrecen.

También nos quedamos con la insatisfacción de ser al mismo tiempo, con el en vio de nuestras remesas, un factor determinante para la estabilidad política, económica y social que tanto ustedes necesitan para su permanencia en el poder, porque esta es la fuente de divisa más democrática con la que cuenta el país, la que mejor se distribuye en el seno de la población. Las otras, turismo, zonas francas, extracción minera, se queda una buena parte en los bolsillos de inversionistas extranjeros.