(Apuntes para un manual de sociología barata)

“Comenzó la fiesta, comenzó la fiesta, aquí sí se goza, aquí sí se baila…”

No hay persona más gozosa “que aquel que tiene un cerebro sin oficio”. Ocioso sería la expresión más digna. El disfrute de la vida se encuentra en el mismo rango de energía que la creatividad y el sexo, se nutren de una gran dosis de relajación. No hay elasticidad ni gusto en el estrés.

Algunos síntomas culturales muestran que en República Dominicana el único acto colectivo que no está en crisis son las fiestas. Hay otra cara del conjunto, ser en el grupo casi siempre implica discusión y conflicto. No hay cultura de ventilar un tema o adversidad sin ser disperso, emotivo, escandaloso, descalificador sin argumentos, un etcétera de dime y te diré que a veces termina en la justicia.

Una muestra significativa de esa otra colectividad no festiva son los conflictos públicos que ventilan las federaciones, sindicatos, asociaciones, cooperativas, instituciones políticas; son un banquete donde la ética y la comunicación brillan por su ausencia. Y no hablar de encontrar consenso en los temas comunes de condóminos. La escena muestra un horizonte de un grupo que solamente fluye con cierta armonía en el disfrute gozoso.

Nuestra colectividad puede ser muy simpática cuando se organizan fiestas navideñas, tres meses antes todo está dispuesto y sin conflictos. Pero que no se te ocurra resolver la más simple filtración o un tema de parqueo en el condominio, porque podrías verte involucrado en una odisea absurda y psiquiátrica.

Gozar no es pernicioso, siempre y cuando no sea la eterna razón de ser de un pueblo. Deleitarse no debería implicar que tu disfrute altere la tranquilidad de ese otro que a veces llamamos vecino.

Los actos colectivos que no son “festejos”, esos que demandan un cierto grado de rigor en la palabra, racionalidad respecto a lo que se está discutiendo o al problema a resolver, terminan salpicados de una emoción truculenta. Es como si más allá del placer tribal, no se pudiera actuar desde la corteza prefrontal, zona del cerebro relacionada a “procesos cognitivos superiores o decisiones que implican razonar”.

El junte cherchoso en el espacio público describe una escena de adultos manganzones, bocones, muchachos egoístas, sujetos límbicos que le importa un carajo que el tono alto de sus discusiones moleste al otro. El grupo gozón en lugares públicos ni se entera de ese mojón que apela a ser individuo. La metáfora es muy obvia: Somos en el gozo y la chercha sin importarnos ese otro aburrido, amargado al que todo le molesta.

Si lo que motiva el entusiasmo no es el “festín” bulloso, fácilmente puede concluir en eso. Se reúnen para estudiar, ensayar o resolver un tema de trabajo, un descuido y hay dos jumbos encima de la mesa y al rato llega el Uber Eats.

Gozar no es pernicioso, siempre y cuando no sea la eterna razón de ser de un pueblo. Deleitarse no debería implicar que tu disfrute altere la tranquilidad de ese otro que a veces llamamos vecino. Tal vez la génesis de este panorama esté relacionado a una sociedad donde la cultura del molote tiende a aniquilar al individuo.

Cc. Alias, el difícil.