El liderazgo emergente a nivel global se ha propuesto romper los esquemas de la política tradicional marcando un punto de inflexión en el rumbo de los países. Ese liderazgo está proyectando, a través de sus acciones, un ejercicio disruptivo para abordar los desafíos y necesidades de las sociedades en un mundo de constantes cambios, tratando de dar paso a un futuro próspero y equitativo para todos.
La nueva política enfatiza la importancia de escuchar y dar voz a los ciudadanos, con un enfoque inclusivo y participativo, donde las ideas y preocupaciones de todos sean valoradas no solo en los años prelectorales, sino y fundamentalmente, durante y desde el ejercicio del poder. En otras palabras, siempre. Pues, parafraseando a Renán podríamos decir que la democracia es el plebiscito de todos los días.
Lo que muchos políticos nos estamos proponiendo es dignificar y reconstruir el sistema político, de manera que refleje verdaderamente la diversidad y aspiraciones de nuestros ciudadanos, dejando de lado a esa vieja política que, basada en el clientelismo y el patrimonialismo, construía semidioses inaccesibles, intocables, pluscuamperfectos, pero a la vez insensibles, intolerantes, dinásticos y, muchas veces, corruptos.
El viejo discurso político, tan presente en la sociedad dominicana, se resiste a reconocer la necesidad de superar las enormes desigualdades existentes en nuestra sociedad, aunque utilice este tema para redactar sus pronunciamientos y propuestas, instrumentalizando la pobreza y haciendo del pobre un mero cliente en el mercado del voto.
La vieja política, la de los líderes mesiánicos y sus anillos o camarillas, lo que ha servido es para reforzar las causas estructurales de la pobreza y desigualdad que afecta a muchos dominicanos, haciendo impagable la deuda social acumulada por tantos siglos de dominación colonial y luego de inequidades económicas.
La nueva política que estamos proponiendo basa sus principios fundamentales en la promoción del respeto por los derechos humanos, la igualdad de oportunidades y la justicia social, abordándolos con una mirada integral, pues si bien el Estado es el responsable de que cada persona, sin importar sus circunstancias, obtenga las mismas oportunidades para alcanzar su pleno desarrollo, cada ciudadano es responsable de aprovecharlas haciendo de las mismas espacios de superación social y económica para él y sus familias.
Pero, los que creemos en una nueva forma de hacer política también tenemos un compromiso con el desarrollo de una economía sostenible y equilibrada, fomentando la creación de fuentes de empleos o actividades productivas, la promoción de la innovación y protección del medioambiente. Sobre este aspecto, particularmente, creemos que el desarrollo económico y la conservación de la biodiversidad van de la mano, de lo que surge la necesidad pública de colaborar con los sectores empresariales para que las soluciones que aporten al crecimiento económico se realicen de forma responsable.
Fortalecer nuestros sistemas educativos y de salud aún son un reto, pues estos garantizan una adecuada prestación de dos de los principales derechos fundamentales de los ciudadanos, y que deben ser accesibles, de calidad y garantizados para todos.
Urge seguir invirtiendo en la formación de los docentes y en la mejora de las infraestructuras educativas y en una mayor oferta de carreras técnicas y profesionales. Y el sistema sanitario requiere una ampliación de los servicios médicos, incentivando la prevención y el cuidado integral.
La seguridad y justicia nos compromete a todos, por lo que la nueva política promueve las iniciativas de transparencia y las soluciones a las causas sociales e institucionales de la delincuencia.
Entre todos los aspectos de mejora que ofrecen las nuevas ideas, es importante destacar que, para lograr una trasformación real, duradera, se necesita la voluntad y participación de la ciudadanía, demandando transparencia en el uso de los recursos públicos. Nuestro país tiene un potencial ilimitado y el avance hacia una nueva forma de hacer política, romper con el clientelismo infecundo y degradante, nos permitirá hacer realidad nuestras aspiraciones colectivas.
La vieja cultura política impone, aplasta, descalifica y en muchos casos promueve el odio; en cambio, la nueva política integra, rectifica, estimula y proyecta la sostenibilidad, participación ciudadana y la inclusión. Es política positiva por la que apostamos y con la que estamos comprometidos.