El mejor ejemplo de que los hijos han crecido felices dentro del hogar es el querer estar “metidos” en la casa materna, aunque se hayan emancipado y formado sus propias familias y que transmitan a sus hijos el deseo de estar también en la casa de los abuelos.

La mejor forma de crear recuerdos es mediante la comida. Saber lo que a cada hijo le gustaba cuando estaban en la casa y poder repetirle esas recetas, no tiene precio.

Recuerdo que cuando era pequeña e íbamos a casa de los abuelos a Cotuí nos reuníamos los nietos a comer en la terraza. Por las tardes, luego de haber pasado un largo tiempo en absoluto silencio, susurrábamos para no despertar a los abuelos y las tías, quienes dormían la siesta, al levantarse volvía la algarabía y las tías entraban a la cocina a preparar ricos postres. Allí alrededor de ellas íbamos pidiendo la cuchara, la paila, el cuchillo, etc. Creo que no quedó ninguna nieta sin que imitara los mismos, “buchipluma”, “amor y celos”, “caramelos”, “jalea de batata con piña” y otros.

En la casa de mis padres, era muy común comer al mediodía plátanos maduros fritos; siempre estaban presentes en el menú diario, por eso en nuestras casas luego de formar familia es una costumbre infaltable. Así de generación en generación.

Mis hijos y yo íbamos diariamente a la casa de mis padres, “mi casa”, allí nosotros y los otros nietos teníamos las comidas y postres favoritos que con mucho amor nos preparaba mi mamá.

Muchas veces me piden arroz con leche, pero no me queda igual a como mamá lo hacía y cuando trato de hacerlo, Norma de “atrevía” va detrás de mi vigilando y diciéndome que la abuela no lo hacía así, que ella le enseñó a hacerlo.

Durante la semana vienen a comer uno de mis hijos y un nieto. Siempre les hago las comidas que más les gustan y de paso le guardo a mi nuera para cuando vengan en la tarde a buscar al niño. También acostumbro a llamar a mi hijo mayor cuando está por esta área, universidad, conservatorio, Bellas Artes, para que pase de un saltito pues sé cómo le gustan mis comidas.

Dos de mis mejores amigas sus nietos van a comer a diario a su casa. Ellas tratan de complacer el gusto de cada uno. Los de una, pre adolescentes no comen lo mismo, a una le gustan los plátanos maduros fritos, al otro los verdes. Una come habichuelas rojas, el otro, negras. Una come tomates, el otro pepino y así sus preferencias y ella abuela al fin, trata de complacerles.

Mi otra amiga son dos niñas, una come una cosa, la otra come otra y si se juntan todos los nietos a comer, ahí es que la cosa está dura, porque hasta los yernos comen diferente y ella feliz de complacerlos a todos.

Eso es crear recuerdos.

Ir a los restaurantes es buenísimo, pero la familia puede decir que qué buena la paella de tal sitio, el asado de otro y así las especialidades de cada uno, algo frío e impersonal, pero el calor y el sabor del hogar nunca podrán ser sustituidos como cuando se cocina y se comparte en casa.

Juntarse los fines de semana a comer en la casa, en familia, crea lazos perdurables, hace que esos momentos sean recordados con nostalgia y alegría cuando ya se está lejos del hogar.