La primera vez que escuché sobre “Emilia Pérez” fue en una conversación con una poeta y un cinéfilo dominicanos. En ese contexto inmediato, escuché mal y pensé que hablaban de Emilia Pereyra, la escritora ganadora del Premio Nacional de Periodismo 2019 y del premio de novela histórica del Archivo General de la Nación en el 2020 por su libro “El corazón de la revuelta”.  Mis interlocutores hablaban de premios y ya esa película había obtenido varios galardones: la Palma de Oro del Festival de Cannes y la mejor película de los Premios del Cine Europeo. Más tarde vendrían las nominaciones y los premios en los Globos de Oro, las trece nominaciones al Óscar y el Goya a la mejor película europea.

Después de verla puedo decir que en vez de en Emilia Pereyra yo debí pensar en “Emily in Paris”, una serie de Netflix muy aceptada en Estados Unidos y muy rechazada en Francia.  Del mismo modo que la serie tiene bonitos colores, cuenta con actores notables y evidencia un gran esfuerzo de producción, la película tiene buena cinematografía, buenas actrices y evidencias del enorme trabajo de preparación que realizó el director, Jacques Audiard.

Así como para la gran consternación de muchos franceses la serie americana sigue teniendo gran audiencia y su casa matriz sigue mandando a filmar nuevos episodios, la mayoría de las personas de este lado del Atlántico han continuado viendo con asombro la cantidad de premios que recibe esta pieza cinematográfica de dos horas y diez minutos de duración.

En la red ya se han publicado numerosos videos y artículos evidenciando la insatisfacción de mexicanos y norteamericanos con esta producción. Uno de los más ingeniosos es la parodia “Johanne Sacrebleu”, dirigida por Camila Aurora, una transexual mexicana.  Ojalá muchos productores europeos tengan la apertura de espíritu para aprender de ellos.

Como mis lectores son en su gran mayoría latinoamericanos y yo he vivido y conozco algo de la creación cultural francesa, les ofrezco mi interpretación de lo que pudo haber querido hacer el director.  A Audiard le interesa desde hace años el tema de la transición de los personajes, la ambivalencia que experimentamos los seres humanos. Ese fue su tema en “Un héroe discreto”, donde el protagonista se mueve entre la colaboración y la oposición a los nazis. Fue también su foco de interés en “El latido de mi corazón”, donde el personaje central vive entre el mundo del crimen y el mundo del arte, y de nuevo fue el tema en “De óxido y huesos”, donde los miembros de la pareja principal cambian en sus niveles de capacidad.

Con estos antecedentes no es sorprendente que al leer la novela Écoute, él se haya inspirado en un personaje de menor importancia para el relato principal, un narcotraficante que añora parecerse a la novia dulce y cariñosa que tuvo en su adolescencia en lugar de ser este matón desalmado en el que se ha ido convirtiendo.

Portada original de la novela que inspiró la película

Le pidió permiso al escritor, Boris Razon, para continuar desarrollando la historia en un guion que escribió él mismo, consiguió que se lo tradujeran al español, contrató a una cantante y a un compositor franceses para la música, a un cinematógrafo con quien ha trabajado antes, a actores muy conocidos de habla española (un venezolano, dos ciudadanas americanas de origen latinoamericano, una española y una mexicana) y se dedicó a grabar para luego montar la cinta con la editora con la que ha trabajado en los últimos años treinta años. Según su propia confesión, no abundó mucho en averiguar sobre México. Tampoco profundizó en las razones de “Manitas” para querer cambiar de vida. Hay que esperar al minuto 56 de la película para ver un atisbo de remordimiento por los males causados y la verdadera ambivalencia surge cuando varios minutos después, en una situación donde han transcurrido años y se han gastado millones de dólares para transformarse, Emilia Pérez se da cuenta de que sigue siendo el mismo bravucón de sus mejores días como “Manitas”.

Portada modificada por la popularidad de la película

La película responde a un genuino interés creativo del director, pero está distante de dos temas centrales en ella: los mexicanos y los transexuales.  Ahora se dice que los electores de los premios de Hollywood pueden ver su voto afectado por la urticaria que se ha desatado en la etapa promocional de la película. Es posible, pero hay razones fuera del ruido para desatar la furia de numerosos espectadores.