Existen libros con ese título: El ruido del silencio, pero no nos referiremos a ellos, ya que nuestro enfoque será un poco más amplio. El silencio puede ser un arma de doble filo, por darnos la oportunidad de acceder a niveles más profundos de nuestras consciencias. No todos somos capaces de resistir al silencio.

Los retiros espirituales de silencio presentan un proceso interesante. Los primeros días, se siente una desesperación por hablar, porque duele el silencio. Es un momento difícil en que se cambia la inercia del hablar constantemente (aunque no se diga nada), por el silencio. Obliga a activar facultades mentales que habitualmente duermen. Sin embargo, cuando finalmente logras conectarte con tu Yo Interior, se activan sentidos y vivencias que desconoces, notas una fortaleza interior sorprendente y experimentas una seguridad que hasta te hace reír. Los medios de comunicación nos saturan con la idea de que somos insignificantes y necesitamos comprar cosas para validarnos, y lo peor de todo, es que llegamos a creerlo. Pero la esencia energética que sostiene lo que somos, se expande desde nuestro interior y el silencio favorece que se manifieste, aunque puede ser bloqueada o estimulada por nuestras acciones y pensamientos. “Eres dueño de lo que callas y esclavo de lo que hablas” (Sigmund Freud).

Una enseñanza popular refiere que como tenemos dos orejas y una sola boca, eso debiera sugerirnos que escuchemos el doble de lo que hablemos. Lamentablemente, es posible ver reuniones en que todos hablan al mismo tiempo y nadie está escuchando, luego esas mismas personas refieren sentirse muy solas, pese a participar de muchas actividades sociales.

El ruido del silencio no cesa con palabras huecas. Puedes hablar constantemente, pero solamente te ayudará cuando logres decir algo. Por otro lado, la fuerza de la palabra del que respeta lo que dice, supera con mucho la del que sólo habla para callar al silencio.

Quien fuera falso, agresivo, corrupto o traidor, no podría soportar al silencio, porque activa los niveles de su consciencia que preferiría bloquear. Podría intentar: la música ruidosa, búsqueda desesperada de placeres, abuso de substancias psicoactivas, consumismo desenfrenado y todo aquello que permita bloquear su mente, pero al bloquear lo que le incomoda, también bloquea facultades mentales importantes. En la medida en que se limita la mente, también se limita la vida.

Hemos estado enfocando el silencio de cara a nuestro interior, a nuestra relación con nosotros mismos, pero ahora vamos también a analizarlo en nuestras relaciones personales. En ocasiones utilizamos el silencio para castigar a nuestros seres queridos, podríamos mantener un silencio sepulcral con nuestras parejas, hijos, padres, hermanos o cualquier otra persona que realmente nos ame. Y lo hacemos de forma pretendidamente inocente, justificándonos por decir “simplemente no quiero hablar”, pero si los demás nos aman, sufren terriblemente esa tortura. El silencio en una pareja puede llegar a ser una de las violencias más crueles, aunque muchas veces lo único que perciben los “de afuera” es cuando la víctima estalla en una reacción aparentemente inexplicable.

Las personas que te aman disfrutan de cualquier cosa que digas, porque tu voz es música para sus oídos, incluso cuando no les interese lo que les estés contando. Lamentablemente, a veces no tenemos la paciencia para escuchar hablar a nuestras personas cercanas de lo que les agrade. Cuando no te interesa escucharlos, ellos tienen que resignarse al ruido de su propio silencio.

Pero hay otro silencio que produce un escándalo que puede impedir la vida de la humanidad.  “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”, frase de Martin Luther King. Las anteriores palabras fueron dichas por uno de los hombres más grandes que haya conocido la humanidad, quien combatió el silencio con su propia vida, logrando así un mundo mejor.

Cuando los leones atacan una manada de cientos de búfalos necesitan aislar a uno solo para poder devorarlo, pero bastaría con que otro búfalo decida apoyar al compañero atacado para que ni su compañero ni ningún otro búfalo caiga en las garras de los leones, pero parece más fácil escapar y desentenderse del atacado, “después de todo, no soy yo”. Tu silencio te convierte en cómplice de las desgracias que hoy afectan a tu vecino, pero que mañana podrán afectarte a ti y a los tuyos.

No podemos vivir sin comunicarnos, los seres humanos funcionamos como equipos y es necesario que lo entendamos. Nos abruma el silencio de tantas barbaridades ocultas en la historia de nuestra civilización y, aunque queremos seguir adelante ignorándolas, comprobamos que así no podemos llegar muy lejos, porque los abusos en que no se hace justicia son heridas que no paran de sangrar.

Unidos somos fuertes, pero el silencio nos separa. Háblale al mundo, pero hazlo cuando creas que tus palabras sean más valiosas que el silencio.