En Victor Hugo la explicación como forma y Theoria se pluriacentúa por lo antitético de la comparación, pero también por las distinciones en instancias de creación. El argumento comparativo de Hugo permite entender también lo antitético desde la contradicción, la distinción teórica y estético-perceptiva. De ahí la siguiente doxa argumentativa y posicional sobre Shakespeare y su creación:
“Totus in antithesi. Shakespeare está todo en la antítesis. En verdad, es poco justo ver a un hombre enteramente, y un hombre como éste, en una de sus cualidades. Pero, hecha esta reserva, digamos que esta frase, Totus in antithesi, que pretende ser una crítica, podría ser simplemente una constatación. Shakespeare, en efecto, ha merecido al igual que todos los poetas verdaderamente grandes, este elogio de ser parecido a la creación”. (Ibid. loc. cit.)
La referencia a la antítesis como figura retórica y filosófica, plantea una lectura textual desde la axiología particularizada en cada obra del dramaturgo-poeta inglés. Es la antítesis, la contraditio y el cuadro articulado de oposiciones y contrarios teóricos y conceptuales lo que produce el reconocimiento, el proceso, la hechura, las caracterizaciones tópicas del discurso teatral.
Así, estos niveles de constitución teórica se concretizan en la siguiente afirmación que se presenta como argumento estético y teórico instituido y concentrado sobre la antítesis:
“La antítesis de Shakespeare es la antítesis universal; siempre y en todas partes; es la ubicuidad de la antinomia: la vida y la muerte, el frío y el calor, lo justo y lo injusto, el ángel y el demonio, el cielo y la tierra, la flor y la tempestad, la melodía y la armonía, el espíritu y la carne, lo grande y lo pequeño, el océano y la envidia, la espuma y la baba, el huracán y el silbido, el yo y el no-yo, lo objetivo y lo subjetivo, el prodigio y el milagro, el modelo y el monstruo, el alma y la sombra”. (Op. cit. p. 113)
Más adelante y para enfatizar la inmensidad de la ideosphera shakesperiana, Víctor Hugo completa la base teórico-crítica y argumentativa anterior:
“Shakespeare no tiene ninguna reserva, ningún pudor, ninguna frontera, ninguna laguna. Lo que le falta es la falta. Ninguna caja de ahorros. No practica la cuaresma. Desborda, como la vegetación, como la germinación, como la luz como la llama…” (op. cit. p. 123)
La definición autoral y estético-literaria se materializa de esta manera en las líneas puntuales de su creación:
“Como todos los espíritus elevados en plena orgía de omnipotencia, Shakespeare vierte en su base toda la naturaleza, la bebe y os la hace beber…” (Op. cit. p. 124)
Lo que puntualiza Víctor Hugo como teórico del teatro, la poesía y en general la literatura, es el modo de ver, crear significar y materializar la acción dramática ligada al pronunciamiento espiritual en tiempo y espacio. De ahí que, en algunos casos, la poesía, el drama y la novela se convierten en historia, sentido y pensamiento.
La cardinal teórica se unifica de manera vertical en el orden dramatúrgico del autor, siendo así que, en una obra como Le pape (1878), traducida al español como El sueño del papa (1991). Se hace visible la estructura dramatúrgica dialogada y novelada en un ritmo-inscripción, a partir del cual se justifica el estilema teatral y novelesco; la épica y la poética que observamos en el Prólogo a Cromwell y Shakespeare.
Un ejemplo de ambos estilemas dialógicos y narrativos se hace observable a continuación en la obra El sueño del Papa (Ed. Tres de cuatro soles, Eds. Libertarias, Madrid, 1991):
Ejemplo No. 1:
“Nos encontramos en el Vaticano, en los aposentos del Papa. Es
de noche.
El Papa (en el lecho):
-¡Por fin puedo conciliar el sueño…!
(Se duerme). (p. 25)
“…El pensamiento se ennoblece en las regiones del sueño…
El destino es un antro oscuro, pero el alma es una lámpara admirable.
La vida es una misteriosa página plegada que el hombre lee cuando muere y deletrea cuando sueña.
El sueño es un desvanecimiento prodigioso, en el que se oyen voces, pasos y olas. Todo se confunde: suspiros, apacibles, alegres enjambres…
Y todo se dirige, guiado por la mirada eterna, al fin divino. (p. 27)
Los Reyes. Pero ya sabes que en la Tierra existen cimas que lo dominan todo.
El Papa. Los hombres son todos iguales.
Los Reyes. …Somos el horizonte que creó el mismo Dios.
El Papa. La aurora corona la frente de las montañas, y la noche la de los reyes. Por tanto, Dios no los creó.
Los Reyes. ¿Acaso no eres tú también rey?
El Papa. Yo no reino.
Los Reyes. ¿Entonces, qué haces?
El Papa. Amo.
(pp. 29-30)
El siguiente predicado crea una duda sobre la seguridad del poder mundano:
“Habréis de saber que el cetro es inseguro, el trono oscuro y la púrpura vil.”
“La luz y la oscuridad se presentan al hombre como dos fuerzas en combate dispuestas a despedazarse, pues bien, el sacerdote es un piloto que debe acostumbrarse a la luz para que su alma sea clara. Todo debe de crecer en la luz, el hombre, la flor, la rama y el pensamiento. Ha llegado el momento de dar la razón a la aurora, ya que Dios no nos ha encomendado su morada, la justicia, para que vivamos fuera de ella, ni para que aumentemos la oscuridad y hagamos que el mundo gire en sentido inverso…”
“…El Papa también se oculta tras las apariencias. Y así los hombres, mis hermanos, me parecen mis siervos. Desconozco las razones por las que habito este palacio y ciño esta tiara; me llaman Señor de los señores, Jefe Supremo, Pontífice soberano, Rey elegido por el cielo… Pero he descubierto ¡oh pueblos!, que soy tan sólo un pobre. Por eso me voy de aquí. Abandonaré el palacio con la esperanza de que me podáis perdonar por haber vestido siempre de purpura, cuando en realidad nací para vivir en una choza. La conciencia humana es mi hermana, y a ella deseo dirigirme.” (pp. 31-32)