Microsoft Word es mi duelista. La página en blanco provista por Acento gobierna mi sentido del honor público.
De sábado a sábado, esa página en blanco me apunta con un arma. Soy su ofensora, real o imaginaria.
Fausto Rosario, editor de Acento, cree en la libertad de expresión, pero a esa tábula rasa le ofende por igual lo que escribo y lo que no escribo.
Me somete a la intranquilidad, al ejercicio interminable de reescribirla, y aún cuando la remito al diario cargada de caracteres cada viernes, la página antes vacía nunca queda conforme.
Estoy de vacaciones en México y dejé la computadora para huir de la tirana láctea. Sin embargo, las leyes del duelo de esa página blanca que me persigue no son territoriales.
Ella tiene un brazo extendido y no concede descansos o silencios. El conflicto ruso-ucraniano, Tokisha, el accidente del autobús turístico, la crisis haitiana, “Mantequilla”, entre otros temas, son cajas con pares iguales de pistolas que me envía mi duelista al pensamiento.
La tonalidad otoñal de Ciudad de México es ideal para olvidar a la dictadora y duelista con el color del frío infinito.
Traje las gotas que la doctora Margarita Arbaje me recetó para humectar mis ojos, y un libro de papel de Lucia Berlin para el vuelo. Nunca uso Kindle, sería como oírle cosas a Petán Trujillo, porque tengo una duelista absolutista e informática.
No iba a escribir para descansar una semana pero, como el monolito kubrickiano, la blancura reapareció. Escribo estas líneas sobre el programa Notas de mi iPhone.
Cada semana sobrevivo al duelo mortal de la página en blanco, no porque mis escritos y mensajes sean perfectos, por el contrario, todavía publicados quisiera poder mejorarlos un poco más.
Cuando quedo espalda contra espalda con mi duelista poderosa no estoy sola, alguien me acompaña. Es mi prima, mi correctora de estilo, la que me pasa las armas de la gramática sin interferir en los motivos de fondo del enfrentamiento.
Guillermina Pereyra Noboa es la perfecta madrina de mi duelo semanal. Las enseñanzas de Lengua Española del profesor Benavides, en el Colegio Apostolado, los años trabajando en una notable firma de abogados, la historia familiar que nos une, y sobre todo, su templanza y paz espiritual, la hacen mi compañera confiable por excelencia.
Es mi primera lectora, la que sabe lo que voy a arriesgar cada vez. Más allá de las reglas del lenguaje, mis artículos llevan su edición de serenidad.
Por eso no claudico. Gracias a Guillermina regreso con municiones y valor cada semana.
Es otoño de tonos naranja en Ciudad de México y Guillermina estuvo de cumpleaños el lunes pasado mientras yo pretendía escapar del blanco que nos reúne en el buzón de correo cada semana.
Con líneas que llevan la tranquilidad abrasadora de la flor de cempasúchil, celebro el hermoso viaje circular que alrededor del duelo de palabras y de la vida hacemos juntas y enfrento otra vez, con la compañía de mi madrina de duelo, a la tirana láctea.
Me avisa cada semana al mandarme la caja del duelo: Inbox!
Feliz cumpleaños para mi prima hermana Guillermina, más hermana que prima, por sangre y por palabras.
Vencimos otra vez al blanco infinito juntas, y las demás batallas serán vencidas con una lumbre interior. Me he acostumbrado a encontrar en la caja de duelo que me pasas cada semana un arma corta y efectiva, tu inquebrantable fortaleza humana apoyando mi pulso.